IMPULSO/Alejandra Barrales
Artículo
Cifras oficiales del Inegi y de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), apuntan que, en México, 5.9 millones de niñas y niños no tienen acceso a servicios de salud, 4 de cada 10 menores de entre 12 y 17 años son víctimas de maltrato y 17.7% del total de las desapariciones corresponden a niñas, niños y adolescentes.
En México, una de cada cinco mujeres se casa antes de los 18 años y el 73% de estas niñas son obligadas a dejar sus estudios para dedicarse al hogar, donde muchas veces sufren de abusos.
La infancia de México sobrevive en un panorama de violencias que van desde la falta de oportunidades y la pobreza, hasta las formas más lacerantes y dolorosas.
De acuerdo con Save the Children, nuestro país ocupa el primer puesto en la lista de emisores de pornografía infantil y 20 mil niños y niñas son captados por redes de trata de personas para estos fines.
El Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes ha alertado sobre el aumento del turismo sexual de menores de edad en México, estimando que hay unas 20 mil víctimas de prostitución.
En 2017 fue ampliamente difundido el caso de un violador serial en Latinoamérica al que la prensa nombró el “Lobo Feroz”, como si se tratase de un personaje de cuentos y no un depredador sexual al que se le comprobó su autoría en la violación de al menos 274 niños.
Juan Carlos Sánchez estaba conectado con las redes de tráfico de menores en México y se dedicaba a engañar a niños, engancharlos con dulces o videojuegos para después violarlos y vender los videos a una red que distribuía, desde México, el material a varios países.
No es un secreto que por muchos años, Tailandia y Filipinas obtuvieron fama por sus altos niveles de turismo sexual infantil, pero, tras modificaciones legales, los depredadores sexuales buscaron y encontraron en países de América Latina nuevas oportunidades para seguir perpetrando sus delitos.
Información de Redim, señala que a México llegan miles de “turistas” a buscar sexo con menores, en un entorno donde la fragilidad de las instituciones permite que lo hagan sin mayores consecuencias.
Acapulco, Cancún, Puerto Vallarta y Tijuana son algunos de los sitios donde estos delincuentes pueden llegar y solicitar, al amparo de la impunidad, los servicios sexuales de niñas, niños y adolescentes que son sometidos, manipulados, intoxicados, amenazados , explotados y orillados a sumarse a la cifra de los 2.4 millones de víctimas de trata en todo el mundo.
Además de no dejar de empujar al Estado para que fortalezca al sistema nacional de protección y destine recursos a las acciones que permitan a la niñez vivir en plenitud y alejada de destinos tan dolorosos; como sociedad debemos ser vigilantes, participativos, desnormalizar las condiciones que colocan a nuestras niñas y niños en la vulnerabilidad, en el peligro.
Debemos escucharlos, reconocer los temas que les afectan, fortalecer los vínculos afectivos, no exponerlos al abandono, a los conflictos familiares, en concreto, poner especial atención a sus primeros años de vida para sentar las bases más sólidas de su desarrollo y su felicidad.
Los niños inmersos en entornos que alimentan sus miedos y angustias maduran muchas veces inmersos también en la búsqueda constante por repetir los patrones que padecieron, las agresiones que convierten a un niño en víctima pueden transformarlo en un adulto agresor, en un victimario.
Es labor de todos construir un México donde las violencias no arrebaten ni el presente, ni el futuro a la niñez, nos toca garantizar un presente idóneo para que los niños y niñas de hoy sean adultos sanos, plenos y replicadores de mejores oportunidades para las siguientes generaciones.
Twitter: @Ale_BarralesM