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UAEMex, Universidad o Botín en disputa

IMPULSO/ Luis M. Loaiza Tavera

Columnista

Hablando de los muchos problemas internos que se viven en la Universidad Autónoma del Estado de México, llama la atención que, de repente, sean las personas equivocadas las que aparecen como defensoras de causas justas. Parece una paradoja que, sin embargo, podría no ser una casualidad. Porque, imagínese usted que, de repente hay una propuesta de Ley de la UAEM que se antoja descabellada, porque propone, entre otras cosas, que se prolongue el tiempo de mandato del Rector, y la voz que sale a cuestionar el asunto es la de un personaje de baja moral, que tiene en el mismo cargo la friolera de 25 años.

“Hablamos de Bernardino Jaciel Montoya Arce. Sinceramente, aunque para algunas personas podría ser tedioso dedicar tanto espacio a un solo personaje, su vida (académica y no) es bastante divertida y muy interesante, sobre todo si consideramos la importancia de que los lectores de este espacio tengan claro desde qué púlpito viene la prédica, porque en realidad, a veces hay lobos con piel de oveja que buscan, a toda costa, enarbolar banderas que no deberían siquiera tocar”.

La persona en cuestión es un hombre de sesenta y tantos años, que tiene más de tres décadas cobrando en la UAEM. Antes de la Universidad estatal, no quedan muy claros sus antecedentes, pero desde que está en la institución, ha tenido momentos de gloria y de infierno, si es que “gloria” puede denominarse al haber sido diputado local por el Partido Popular Socialista en la L Legislatura mexiquense, cargo al que llegó de rebote y por puras coincidencias, sin una carrera política que lo precediera. Y, por otra parte, uno de los momentos infernales de Montoya fue cuando, en junio de 1994, Natalia Montoya Cadena, de entonces tres años, hija de Jaciel Montoya y de Cecilia Cadena Inostroza, fue separada de su madre por el personaje en cuestión. La mujer acudió a diversos medios de comunicación y, por ejemplo, denunció en una carta dirigida al semanario Proceso fechada en abril de 1995, que Montoya, “acompañado de tres sujetos, se introdujo violentamente en el plantel y arrebató a mi hija de los brazos de una auxiliar de la maestra. Desde esa fecha, la mantienen oculta, y yo no he podido obtener información sobre su paradero, a pesar de que cuento con la patria potestad y la custodia definitiva que la autoridad competente me otorgó. Al señor Montoya se le han girado, sin efecto, innumerables citatorios para presentar y entregar a la niña…” La historia concluyó con Jaciel Montoya en la cárcel, aunque liberado poco después. Un episodio que pasó de lo dramático a lo pintoresco, si se considera que fue uno de los argumentos tratados en el famoso programa “Mujer… casos de la vida real”. Cabe señalar que ni estando en la cárcel perdió su cargo, la UAEM se lo mantuvo pese a todos los atropellos que el maestro cometió.

El hombre, sin duda, tiene mañas que sabe aprovechar. La creación de “su” Centro de Investigación y Estudios Avanzados de la Población (CIEAP), en 1993, cuentan, fue resultado de su oportunismo y una gran falta de ética, que le permitieron y le gestionaron desde administración central, literalmente despojó a un grupo de investigación (CICEA) y “montó” su centro. La habilidad de este personaje es notoria: ha sabido capitalizar sus pocas relaciones políticas. Ha sido experto en encontrar a las personas adecuadas y así, ha logrado llevar recursos a la UAEM a través de negociaciones que no quedan muy claras, menos claras son los destinos de esos recursos públicos. Así, por ejemplo, el edificio que alberga el CIEAP fue financiado con recursos de la Legislatura mexiquense, gestionados por los amigos perredistas de Jaciel, y fue tan grande el disgusto del entonces rector, José Martínez Vilchis, que ni siquiera acudió a develar la placa de inauguración, que por años estuvo cubierta, como una muestra del desprecio de Jaciel ante el desaire de su rector. Cuentan las malas lenguas que, además, la construcción del edificio representó para Jaciel una buena tajada que le permitió terminar la casa en la que ahora vive, en la colonia Ocho Cedros, donde además pudo construir un edificio, y mejorar las condiciones de otra de sus propiedades, ubicada en el municipio de Amatepec, donde el multicitado personaje es famoso por buscar jovencitas para “alfabetizar”, con el consentimiento de los padres de éstas.

Y es que una de las grandes debilidades del señor Montoya son las mujeres, sobre todo si son jóvenes. Tiene un pasado y un presente de acosador que simplemente deja con el ojo cuadrado. Sin ir más lejos, en la nómina de su centro de investigación tiene a dos mujeres, una con plaza de intendente y otra como secretaria, con quienes él mantiene una relación y con quienes se reúne frecuentemente en otra de sus casas, ésta ubicada en Residencial Las Flores. Y eso no es todo. Cuentan por ahí que, en algún momento de la anterior administración, por ahí del año 2015, contrató con plaza de Profesora de Tiempo Completo a una reportera de cierta televisora nacional, con la esperanza de que ella correspondiera a sus avances. Sin embargo, la mujer, más avispada de lo que Jaciel se esperaba, decidió irse a estudiar el posgrado a otra ciudad, dejándolo con un palmo de narices. Claro, ella corrió con más suerte que otra joven recién egresada de la Licenciatura en Educación, oriunda de Tejupilco, quien, tras rechazar sus propuestas, simplemente no recibió la renovación de su contrato. La historia de acosador sexual y de ejercer acoso laboral desde su posición de coordinador es larga.

Pero lo grave de este asunto es la facilidad con la que este personaje logra los favores del rector en turno. Las plazas que para otros espacios académicos son negadas, para Jaciel son siempre posibles. Así, por ejemplo, su hija Merari Stephanie Montoya Ortiz, es Profesora de Tiempo Completo “C” desde hace al menos cuatro años, y desde hace tres, tiene el privilegio de estudiar un Doctorado en la Universidad Autónoma de Hidalgo, sin el permiso correspondiente para hacerlo. En pocas palabras: la señorita ha sido una aviadora que, además, registra en su haber constantes estancias en el extranjero que nadie sabe cómo financia.

Nadie se explica muchas cosas en el caso de Jaciel Montoya. Su permanencia en el Sistema Nacional de Investigadores es un misterio sin resolver. Es curioso observar cómo el señor acredita cada vez una docencia inexistente ¿Quiénes son sus cómplices para conseguir comprobantes, si el señor hace años que no se para en un aula?, ¿Quién escribe los artículos que firma y que son suficientes para cumplir apenas con el requisito de publicar? Eso, sin contar que lo que publica aparece solamente en Papeles de Población, la revista que gracias al trabajo de muchas personas (menos Jaciel) le sirve como instrumento de chantaje e incluso, en su momento quiso llevarse a la UNAM, como si fuera de su propiedad.

Y tampoco hay que olvidar que, en el año 2010, Jaciel Montoya fue acusado de plagio por las investigadoras Verónica Montes de Oca y Sagrario Garay, por apropiarse de sus investigaciones.

Cuáles son los argumentos que sostienen a Jaciel y le permiten gozar de los favores de rectoría. Ya desde la época de Efrén Rojas, el hombre terminó en la cárcel y la Universidad lo sostuvo. Martínez Vilchis le permitió continuar con su reinado, aun a regañadientes, y durante la pasada administración insistió para que le otorgaran ascender el CIEAP a Instituto… ¿será que Alfredo Barrera le cumplirá el capricho? ¿A cambio de qué?

Ese Instituto es el sueño de Jaciel pero ojo, no solo es un sueño, es un pase al consejo universitario. El instituto, seguramente lo visualiza con su hija Merari como directora, aunque la mujer no tiene los méritos académicos ni intelectuales para hacerlo y es, más bien, una turista que aprovecha el doctorado para conocer nuevos horizontes. Sin embargo, su padre ambiciona dejarla al frente de un Instituto que no ha podido siquiera iniciar en 25 años, porque no cuenta con el trabajo suficiente como para lograrlo. Es tan terrible la situación de su personal, que hay investigadores que después de al menos diez años de terminar los estudios de doctorado, simplemente no logran titularse, a pesar de haber sido becarios Conacyt y, al mismo tiempo, haber indebidamente cobrado un salario en la UAEM. ¿El motivo? Tienen demasiado trabajo siempre, entre hacer los artículos que después firmará su jefe, y acompañarlo en las constantes borracheras que tienen lugar sobre todo en el restaurante El Suizo, donde el señor Jaciel es cliente preferencial, sobre todo cuando se deben maquillar las facturas, que van directamente justificadas para que las pague la UAEM, gracias a las eficientes gestiones de su fiel administrativo, quien por cierto también tiene sus antecedentes de acoso a varias universitarias. Con estos personajes en el CIEAP, resulta complicado que cuente con los requisitos para convertirse en Instituto, sobre todo si se considera que hay puestos ocupados por personas que no llenan siquiera el perfil, como el pasante en Geografía Paulino Osorio, que en teoría es un Técnico Académico, pero en la práctica es el corre, ve y dile, el lisonjero personal de Jaciel. En realidad, las pocas personas con el perfil idóneo para constituir el ansiado Instituto son siempre las más humilladas por Jaciel. A las mujeres les llama “amas de casa” y sugiere que mejor se vayan al hogar porque las señoras no deben ser investigadoras. Al representante sindical lo define como un mediocre, a otro más le reprocha que gane demasiado dinero y cobre también por los servicios que presta en un Instituto Bicultural, y a otro más lo humilla porque desde su punto de vista, es un ser inútil que se escuda en una enfermedad crónica para no hacer nada. Sus amigos son solamente los que lo acompañan en las borracheras dentro y fuera del país, porque además, Montoya Arce es viajero y le encanta salir, sobre todo a Colombia, a mostrar lo peor que tiene la Universidad. Así, como el asunto del Instituto está complicado por las buenas, Jaciel se la vive chantajeando a cuanto rector se le ponga enfrente.

Antes de terminar la anterior administración, llevó a la UAEM algunos recursos de la Legislatura, obtenidos a través de algún diputado de izquierda, además, parece que está pagando los salarios de algunos nuevos investigadores que están en el CIEAP. El problema fue que de esos recursos vio poco, y ese ha sido uno de los motivos de su gran enojo, traducido en su presencia en la actual Legislatura, donde pretende aprovechar su amistad con el presidente de la Junta de Coordinación Política,  Maurilio Hernández González para ir contracorriente y, junto a otro famoso personaje de la UAEM, Fermín Carreño, amenazar a Alfredo Barrera Baca, quien ha tenido la valentía al echarle en cara a Jaciel que son 25 años que la UAEM lo tolera. Lo que no dijo Barrera fue por qué no lo destituye, en tanto el cargo de coordinador de centro de investigación es una designación directa del rector, es decir, es su decisión hacerlo.

A pesar de que Jaciel resulta de lo más incómodo, por alguna extraña razón hasta el Rector lo soporta y hasta le cumple sus caprichos, como el de cerrar el Centro de Investigación en Movilidades y Migraciones Internacionales, que a Jaciel incomodaba por varias razones: era “competencia” del CIEAP, que debería ocuparse de asuntos migratorios y además, en él había muchas mujeres cuya presencia le resultaba incómoda, sobre todo porque una de ellas, Norma Baca Tavira, se atrevió a demandarlo por acoso, en el año 2005, caso que llegó hasta la Comisión Permanente de Responsabilidades del Consejo Universitario, y que no es el único.

El punto es que, con todas estas linduras que Jaciel Montoya tiene en su haber, no hay poder humano que lo saque de la UAEM, pero, sobre todo, sigue haciendo de los rectores lo que se le pega la gana. Barrera Baca no es la excepción, al permitirle seguir en sus supuestos 30 años de “universitario”, un montón de elementos que ponen en tela de juicio su honorabilidad, pero con eso, también hacen cuestionar la honorabilidad de la institución misma, que tolera sin problema su presencia. El asunto es, además, que no queda todavía muy claro cómo es que el señor se atreve a mostrarse como defensor de causas justas. A decir verdad, que lo haga es un punto a favor de la institución, que de esta manera, aparenta una cierta tolerancia ante la disidencia y por otra, hace que esas inconformidades se desacrediten solas y no encuentren repercusión, porque honestamente, a nadie en su sano juicio debe parecerle coherente seguir a un personaje nefasto que lo mejor que podría hacer es retirarse y vivir con una digna pensión.