Ann Cyphers investigadora de la UNAM abrió el ciclo “La arqueología hoy”, en El Colegio Nacional, y destacó el papel de estos monumentos como retratos de gobernantes ancestrales.
IMPULSO / Redacción
Descubridora de la última cabeza colosal olmeca, a la que decidieron nombrar “Tiburcio”, la doctora Anne Cyphers, máxima autoridad en el tema, reveló varios de los misterios que rodean estos impresionantes monumentos de la “cultura madre” de Mesoamérica, entre ellos, su función como retratos de gobernantes ancestrales, al abrir el ciclo de conferencias “La arqueología hoy”, en El Colegio Nacional.
Anne Cyphers, especialista del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y la primera mujer en dirigir una investigación en el importante sitio arqueológico de San Lorenzo Tenochtitlan, en Veracruz, comenzó su charla señalando una de las primeras hipótesis surgidas en torno a las cabezas colosales: su posible origen africano, una propuesta que lanzó José María Melgar y Serrano, quien descubrió la primera de ellas en la hacienda de Hueyapan, hoy Tres Zapotes, en1862.
Algunos años después, Melgar y Serrano, quien dedicaba parte de su tiempo al coleccionismo arqueológico, comentó sobre la magnificencia de la escultura y se dijo impresionado del “tipo etiópico” de los rasgos del personaje representado, agregando que “reflexioné que indudablemente había habido negros en este país (México), y esto había sido en los primeros tiempos del mundo”.
Cyphers dio contexto a esta interpretación. Destacó que, posiblemente, Melgar haya tenido conocimiento de los descubrimientos arqueológicos realizados durante la campaña de Napoleón en Egipto, efectuados entre 1798 y 1801; asimismo, para el último tercio del siglo XIX, estaban muy difundidas las teorías sobre las llamadas tribus perdidas de Israel y muchas de las ideas arqueológicas se apegaban a las mismas.
En opinión de la investigadora, es probable que Melgar relacionara los dos grupos: los nubios de Egipto o falashas, y una de las tribus perdidas de Israel, puesto que buscaba referentes culturales para el descubrimiento de la cabeza olmeca de Tres Zapotes, considerado el primer hallazgo monumental de una cultura hasta entonces desconocida.
Conforme los estudios encabezados por el antropólogo Enrique Villamar Becerril, el propio experto ha señalado que “este estudio pionero de ADNMT (genoma mitocondrial) realizado a individuos olmecas, uno de San Lorenzo y otro de Loma del Zapote, dio por resultado, en ambos casos, la presencia inequívoca de las mutaciones distintivas del linaje materno “A”. Es decir, el origen de los olmecas no está en África sino en América, pues comparten al más abundante de los cinco haplogrupos mitocondriales característicos de las poblaciones autóctonas de nuestro continente: A, B, C, D y X”.
Retratos de gobernantes ancestrales
El sello de la primera civilización de Mesoamérica es la cabeza colosal, reconocida en todo el mundo. En total se conocen 17 ejemplares: diez de San Lorenzo, cuatro de La Venta, y los restantes de Tres Zapotes y alrededores. El hecho de que el mayor número de cabezas colosales se encontrara en San Lorenzo muestra la primacía temporal de esta capital olmeca en el desarrollo de complejos sistemas políticos encabezados por gobernantes hereditarios.
Cyphers hizo hincapié en que las cabezas colosales, pero en general las figurillas antropomorfas halladas en contextos arqueológicas reflejan la modificación craneofacial a la que eran sometidos los individuos de esta civilización, antes del año y medio de edad, cuando las suturas de la cabeza aún se encuentran abiertas.
Mientras, la modificación tabular erecta pseudoanular, que permitía alargar esta estructura ósea, era la más usada en el periodo Preclásico Inferior (1350-850 a.C.); la llamada tabular erecto plano frontal, que ensanchaba la caja ósea, era común para el Preclásico Medio (900-800/600 a.C.). De esta manera se conseguían las características deseadas: parietal plano, nariz ancha, mofletudos, boca con comisuras hacia abajo e, inclusive, el estrabismo bilateral convergente, es decir, que fueran bizcos.
De tronos a cabezas colosales
Para Cyphers, siempre hay que mirar los monumentos arqueológicos “bien y con nuevos ojos”, como lo hizo el arqueólogo James Porter, quien observó unos “arcos hundidos” en el lateral derecho de varias cabezas colosales olmecas. De esta “simple observación” derivó una de las teorías más aventajadas: que los antiguos tronos con forma de mesa eran, posteriormente, desbastadas para —quizá, a la muerte de los gobernantes— convertirlos en los rostros de los gobernantes, sin embargo, “otra posibilidad es que fueron dejando paulatinamente los tronos y, en algún momento, comenzaron a hacer retratos de los gobernantes ancestrales”.