IMPULSO/ Ciudad de México
En un cálido y sencillo acto de entrega-recepción, la Secretaría de Cultura, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), devolvió a las religiosas del Convento de Jesús María, en la Ciudad de México, una de sus imágenes más queridas: la de ‘Nuestra Señora de las Aguas’, luego de la conclusión de un proyecto multidisciplinario mediante el cual fue restaurada durante nueve meses.
El retorno de esta pieza a su sede contó con la presencia del director general del INAH, antropólogo Diego Prieto Hernández; de la restauradora Katia Perdigón Castañeda, quien encabezó al equipo de especialistas de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC); del padre Andrés Sánchez; y de la abadesa del convento, Guadalupe Hernández Peña.
Tan pronto fue colocada en un pequeño pedestal decorado para la ocasión por las hermanas concepcionistas, la imagen histórica —una talla en madera policromada de tipo candelero, que data del siglo XVIII— fue ataviada por las restauradoras del INAH, cuya labor fue reconocida con una misa de acción de gracias.
Fue durante la liturgia que el padre Andrés Sánchez encomió el trabajo de los restauradores, historiadores y antropólogos, entre otros especialistas, que trabajaron en la imagen, al tiempo que hizo votos para que “su pericia sea bendecida y multiplicada”.
Reliquia de la exclaustración
El Real Monasterio de Jesús María resintió la exclaustración derivada de las Leyes de Reforma, en 1861. Tan solo en su nave central existían nueve retablos, cada uno con pinturas, decorados y bienes muebles asociados, los cuales desde esa época comenzaron a desaparecer, comentó la historiadora Nuria Salazar, adscrita a la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH.
La investigadora, quien por más de 40 años ha indagado en la historia de la orden concepcionista en México, comentó que desde inicios del siglo XIX hay constancia documental de la incertidumbre que permeaba entre las devotas, quienes previendo que cuando finalmente debieran abandonar sus claustros “podrían cargar con muy poco o con nada”, resguardaron algunas de sus piezas más significativas con familiares y allegados.
De acuerdo con la historia oral y los registros de las monjas concepcionistas, fue en 1714 cuando la imagen de esta Virgen Dolorosa ‘cobró vida’ y salió del antiguo monasterio de Jesús María para cerrar las compuertas y proteger a la capital de la Nueva España que se veía asolada por lluvias e inundaciones.