por Ana Lydia Chávez Flores
Foto: Pepe González
Desde estas fechas aumenta la demanda en los talleres de reparación de Niños Dios. En víspera de la fiesta de la Candelaria, las madrinas y padrinos del niño se preparan para llevarlo a misa y para lo cual debe ir hermosamente ataviado con ropones que de acuerdo con la tradición tienen diferentes temáticas o significados.
Pero antes de vestirlo con representaciones diversas, estas imágenes pasan por el taller para un retoque en caso de presentar algún deterioro o raspón consecuencia de las fiestas decembrinas.
El artesano que se encarga de restaurar a estas figuras por lo general tiene años de dedicarse al oficio y maneja con maestría los materiales, pastas y paletas de colores, para que el resanado sea casi imperceptible.
La mayoría de estas imágenes son de yeso o cerámica, sin embargo, llega a haber de madera, o incluso de cera.
Según la creencia católica el 2 de febrero se celebra el día de la Candelaria o también de la Purificación, basada en el relato bíblico cuando la virgen María, acudió al templo para ser purificada, y por su parte, el Niño fue presentado al templo para su consagración.
Así que, el niño que anteriormente se manifestó a los Reyes Magos, luego será presentado al templo.
Madrinas y padrinos del Niño se preparan para llevarlo a misa, hay que llevarlo a una manita de gato y comprarle su ropita.
Posterior a su paso por el taller de restauración, los niños pueden ser llevados a comprarles sus ropones. Se dice que el primer año, el niño debe ser vestido con un ropón blanco; el segundo, de un modo parecido, pero con la advocación del niño de las Palomas, y a partir de ese momento se puede vestir con ropa de cualquier representación de Jesucristo.
Esta tradición netamente mexicana data de principios del siglo pasado.