IMPULSO/ Luis Miguel Loaiza
Ecatepec
Como parte de la conmemoración del día de la mujer, María del Carmen Hernández Calva, presentó la ponencia: “La mítica de la mujer: de Lilith a Tonatzin”, una conceptualización colonial, en la cual hizo un interesante análisis de la mujer y del hombre desde perspectivas de las religiones judaica, cristiana y mesoamericana.
En el evento, realizado en Casa Museo de Morelos, Hernández Calva, quien es licenciada en Educación Media, especialidad matemáticas, maestra en ciencias de la educación, actualmente estudia la segunda maestría en investigación educativa, en el Instituto de Ciencias de la Educación del Estado de México; originaria del municipio de Ecatepec de Morelos, abordó también la definición de la responsabilidad de los padres en la creación, de una educación de odio o de amor hacia la mujer.
Aseguró que los calificativos sólo son pretextos para justificar nuestra falta de pericia que hemos tenido, hombres y mujeres, para aceptarnos en la equidad; para aceptar que nuestras diferencias más allá de alejarnos nos complementan, que tenemos que dejar de hablar de patriarcado o matriarcado, como una conveniencia social, demostrado, con ello, nuestras culpas y la poca responsabilidad que hemos asumido ante la vida.
“Exigimos, pugnamos igualdad y justicia para las mujeres, pero nosotras hemos sido las primeras en desdeñarnos, en descalificar nuestros logros; dejemos de llamarnos a nosotras mismas: luchonas, sufridas, putas, solteronas, dejadas y todos aquellos que ya sabemos y han pronunciado nuestras bocas alguna vez.
En entrevista, al término, María del Carmen destacó que el concepto genético y mental del hombre, como ente, no puede estar separado de su ayuda idónea, pues ambos sexos son complementarios el uno para el otro.
Finalizó comparando el lugar que la cultura judía brinda a la mujer, como secundario; mientras que en Mesoamérica, la mujer ocupa un lugar preponderante, aunque no como parte de la alta jerarquía sacerdotal o gubernamental, pero sí, como parte de una sociedad. En Mesoamérica, la mano del “huey-tlatoani” es una mujer y tiene un espacio social de importancia.