IMPULSO/ Teodoro Rentería Arróyave
ROSARIO IBARRA DE PIEDRA
Nunca como ahora, la distinción de la Medalla Belisario Domínguez del Senado de la República ha tenido a la mejor recipiendaria(o), Doña María del Rosario Ibarra de Piedra, una mujer que convirtió su drama, la desaparición forzada de su hijo Jesús, en un movimiento, “El Comité Eureka”, en “pro de los Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos”, cuyo reconocimiento ha rebasado todas las fronteras.
También en este caso, la tercera fue la vencida, el ala gobiernista de aquellos entonces le negó la distinción, porque la misma, como ahora ha sido, se convierte en un yo acuso permanente a los que intervinieron en la Guerra Sucia que se implementó, con todo el poder del Estado, en las décadas de los 60, 70 y 80.
Doña Rosario Ibarra no pudo estar en la ceremonia por su avanzada edad, 92 años; recibió el máximo galardón que otorga el Estado Mexicano su hija Claudia, atestiguado por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
Sobresalió del mensaje de la luchadora, leído por su hija mayor Rosario, su decisión, en un acto inédito, de dejar en custodia la Medalla Belisario Domínguez que el Senado de la República le acababa de conferir al Primer Mandatario. Esta es la demanda: “Dejo en tus manos la custodia de tan preciado reconocimiento. Te pido que me la devuelvas, junto con la verdad sobre el paradero de nuestros queridos hijos y familiares, y con la certeza de que la justicia anhelada por fin los cubrirá con su halo protector”.
Ante todos estos acontecimientos, que rebazan lo anecdótico, para convertirse de inmediato en hechos históricos, se me vinieron a la meomoria las veces que tuve el honor de saludar y entrevistar a la activista social, y en forma muy especial, el libro “La Guerra Sucia en México, Hechos y Testimonios” del fallecido gran amigo y reconocido colega, Don Carlos Borbolla Miranda.
También el libro tiene su historia; el periódico Excelsiór cooperativa, empezó a publicar una inmensa serie de entregas periodísticas sobre las investigaciones de Borbolla Mirada, era obvio que los que se sentían culpables de tan horrendos crímenes, presionaron para cancelar la serie.
Carlos no se inmutó, siguió escribiendo y cuando estuvo terminado lo entregó a su Club Primera Plana, en tiempos de la presidencia de otro estupendo camarada, también fallecido, Raúl Durán Cárdenas. Después de brincar todos los escollos que se presentaron se publicó en 2007, la obra de Borbolla, “La Guerra Sucia: Hechos y Testimonios”, editorial Club Primera Plana, 370 páginas; es de reconocerse que fue la Universidad de Colima, la que tuvo el valor de que se imprimera en sus talleres.
El presidente Andrés Manuel López Obrador no esquivó el compromiso al afirmar que hará todo lo que humanamente sea posible para lograr el propósito que encomendó la luchadora social: encontrar a los desaparecidos políticos.
A nombre del Senado, la legisladora Ifigenia Martínez, de Morena, entregó el galardón y afirmó en su intervención, que el mismo “es un acto de justicia plena con el que se rinde homenaje a una madre a la que le fue arrebatado su hijo sin siquiera tener certeza de su destino”, y que “de esa tragedia irreparable enarboló una bandera permanente en favor de la justicia, la vida y contra los abusos del poder”.
Me inclino ante la grandeza y lucha de doña Rosario Ibarra.