IMPULSO/ Gonzalo Vaca
Columnista político
Una sociedad sedienta de escuchar y creer que está muy cerca la solución a sus males, sin tener la certeza de que así será, es la peor forma de encontrar la esperanza, sobre todo si la esperanza viene desde el poder omnipotente.
Está ilusión movió en días pasados a nutridos grupos de personas que sedientas de respuestas esperan ver la salida al final del túnel en uno de los muchos proyectos asistencialistas que anuncia el gobierno, por aquí y por allá.
Sin embargo, la posibilidad de que el discurso se lleve a la práctica y se obtengan los resultados que se ofrecen en el papel, es muy remota, por no decir que una falacia en ciernes.
Las famosas becas Benito Juárez para jóvenes inscritos en alguna institución de educación media superior (bachillerato) del sector público, en las que alrededor de cinco millones de adolescentes cursan este grado académico, resultaron -al menos hasta ahora- una decepción, por no afirmar que son una farsa.
Y es que el gobierno de la mal llamada Cuarta Transformación anunció becas para todos y que ahora sí se pondría fin a la deserción escolar que en México ronda alrededor del 40 por ciento en nivel medio superior.
En principio es loable la iniciativa, pero no el anuncio, ni la manera. Hay formas, dicen los clásicos y esta forma de engañar a los jóvenes y a los papás de los jóvenes no es moral.
Resulta que se anuncia la propuesta de becas Benito Juárez, pero sin dar a conocer de dónde se obtendrán los recursos; es entonces, una verdad a medias.
Después el mismo gobierno revela la desaparición del Programa Prospera y aquí es cuando uno se pregunta y ¿qué culpa tiene el Benemérito de las Américas para ser relacionado con la desaparición de uno de los programas sociales más nobles de los últimos 30 años?
Así, con esa simpleza al gobernar, las becas Benito Juárez serán el esquema que sustituya al programa Prospera, reorientando los casi cinco mil millones de pesos que se destinaban al componente de Salud y cuya distribución estaba dirigida al desarrollo infantil, cuidado y nutrición de los niños menores de cinco años, atención a mujeres embarazadas y acceso garantizado a servicios de salud para comunidades indígenas, comedores comunitarios, autoempleo y proyectos productivos, entre otras prioridades.
Fue el Programa más revelador de los últimos años, porque igualmente fue el programa más revisado por las autoridades hacendarias y de fiscalización; incluso el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), llegó a reconocer de manera específica su función trascendental para garantizar el acceso a servicios de alimentación, educación y salud de la población más vulnerable y necesitada de nuestro México.
La cifra de beneficiarios sumaba 25.2 millones de personas, a nivel nacional. Prospera, el programa de apoyo social el que AMLO desaparece tiene su origen en “el innombrable”, porque su arranque se remonta al sexenio salinista cuando se crea el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol) que buscó dar equilibrio social al impulso de la transformación económica que inició el presidente Salinas en aquel 1988. Era, pues una cuenta pendiente: desaparecer todo vestigio salinista, conocido ampliamente el encono de López contra Salinas.
Dados estos antecedentes, en caso de que se lleguen a concretar, las becas Benito Juárez, habrá que estar atentos y comprobar que efectivamente vendrán a salvar a los jóvenes de las garras de la delincuencia y la degradación social.
Suponemos que ya no habrá más desertores de las escuelas de bachillerato y todos podrán ingresar a la Universidad. Gran sueño, de cualquier padre o madre de familia. Ver cómo sus hijos se transfiguran en las aulas y son parte de la movilidad social que les permite romper el ciclo generacional de la pobreza.
Hasta aquí vamos muy bien, pero la realidad -esa necia realidad- nos avasalla y nos deja en claro que los 800 pesos que recibirá cada uno de los cinco millones de jóvenes de bachiller, dejará sin atención a 6.5 millones de familias y cada familia -en promedio- está integrada por cuatro personas, es decir el daño será para alrededor de 24 millones de personas. Qué bonita transformación. Le quito a Juana, para darle a Chana. O lo que es lo mismo, tapo un hoyo y abro otro.
Pero además, con la desaparición del programa Prospera, alrededor de 10 mil trabajadores perderán su empleo; es decir, pasarán a formar parte de las filas de los abandonados y hasta podrían ser “carne de cañón” de la delincuencia organizada, que ya no podrá cooptar a los jóvenes que ahora serán estudiantes, pero ya tienen nuevos prospectos, los que se quedan sin trabajo.
Estos futuros desempleados son de perfil profesional. Son trabajadores especializados, como psicólogos, nutriólogos, terapeutas, médicos, odontólogos y más.
Entonces, los del gobierno del Predicador López, siguen vendiendo ocurrencias. Sin un verdadero Programa Nacional de Desarrollo serio, que sea incluyente para todos y que ofrezca soluciones reales a la desigualdad social; que fomente la libre competencia y la certificación de capacidades; el fomento a los proyectos productivos, apoyos a los emprendedores, con una certeza jurídica para la inversión y promoción al empleo bien remunerado.
Con pasión no se puede gobernar, con revanchas históricas, tampoco. ¿Acaso el gobierno evaluó los resultados de Prospera?
¿Acaso, revisó el padrón de beneficiarios y analizó el tipo de personas en vulnerabilidad que se verán afectados a partir de ahora?
Es loable que se apoye a los jóvenes con becas, aunque no se les pida siquiera una calificación promedio; el único requisito es darse de alta en una base de datos y esperar a que les llegue la dádiva.
Es muy positivo que se volteé a ver a los jóvenes y se les quiera ayudar para cambiar su realidad, pero ¿es válido hacerlo a cambio de cancelar los apoyos a comunidades indígenas, madres solteras, niños con problemas de aprendizaje y desnutrición?
Qué lejos está la esperanza de ser verdaderamente transformadora y constructora de una nueva realidad. ¿Y el Predicador? Ése sigue en campaña, prometiendo las perlas de la virgen. La realidad es que no hay virgen, ni hay perlas y sí demagogia pura a punta de ocurrencias, sin rumbo y con bandazos. ¡Así no!