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CAJA DE PANDORA

Por Guadalupe Rosas Suárez

Nos acostumbramos a la precariedad laboral

“No hay crisis que aguante más horas de trabajo”, ésa, es la respuesta que muchos dan o aplican para hacer frente a las adversidades económicas que enfrentamos al iniciar el año. Desde los 70, la crisis se volvió parte de nuestra vida, es costumbre escuchar que se disparó inflación o sobre el encarecimiento de los productos de la canasta básica; un tiempo fue el huevo, la azúcar, ahora es el limón; cargamos con un maleficio que no nos permite ver la luz al final del túnel.

¿Más horas de trabajo?, ¿de qué?, ¿en dónde? Y, como dice la canción: ¿A cambio de qué?, la realidad del mercado laboral es compleja y más que nunca se observa que muchos habitantes se enfrentan a condiciones de trabajo precarias. En primer lugar, no reciben lo suficiente para dar el sustento a sus familias, sus ingresos irrisorios, los hacen “dobletear” o vender algo extra. Un gran porcentaje de nuestra gente se aguanta en un empleo mal pagado y sin prestaciones, porque “es lo que hay”, aunque ahí no vean cumplidas sus expectativas económicas ni personales.

Un análisis de los últimos datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo que realiza el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, permite advertir que la mitad de la población productiva potencial del Estado de México tiene trabajo precario. Tenemos seis millones 511 mil personas ocupadas, sin embargo, más de cinco millones de mexiquenses tienen pocas posibilidades de subir su nivel económico y mejorar la calidad de vida.

Es así, como vemos gente que dedica más de ocho horas a su empleo y no recibe la remuneración esperada; el tiempo extra no se refleja en los bolsillos, o bien, a un empleado se le encomienda el trabajo que deben realizar dos o tres personas y acepta con tal de tener un ingreso adicional, aunque al hacerlo su libertad y dignidad se vean mermadas.

En nuestro México hay de todo y entre nuestra gente hay quien busca trabajo “de lo que sea”, pero de eso hay, entonces, aceptan cualquier dádiva a cambio de obtener un ingreso fijo, lo cual da oportunidad a los patrones para quejarse por la falta de personal capacitado o de gente que cumpla con el perfil idóneo.

También, es cierto que muchos capacitados, con maestrías y hasta doctorado, no encuentran donde trabajar y cuando se les da una oportunidad, es para que se les pague como si fueran licenciados, por lo que terminan laborando en un lugar donde están “sobrecalificados”, puesto que no hay capacidad para pagar mayores sueldos.

Los expertos señalan que la cuesta de enero se extenderá todo el primer trimestre, tal vez más, prevalecerá la falta de liquidez, las bajas ventas y los trabajadores tendrán que seguir haciendo milagros para que les alcance. Todos sabemos que la solución rápida es el endeudamiento y en este nuestro México tenemos muchos que lucran con la necesidad de los demás.

Por tanto, se ha vuelto una constante laboral en condiciones precarias, nuestra gente cada vez tiene menos posibilidades de acceder a un trabajo dignoy las prestaciones sociales, en la mayoría de los empleos se han reducido o eliminado.

Esta realidad, afecta a nuestras familias, no sólo por la carencia de un salario digno, sino porque el trabajador sólo vive para pagar deudas, reduce los momentos de esparcimiento para disfrutar de los suyos. Esa frustración e insatisfacción se refleja en su estado de ánimo y calidad de vida, por lo que al igual que la violencia, no podemos normalizar la precariedad laboral.

Los patrones obvio que tienen que diseñar las estrategias adecuadas.