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ANANDA

Por Patricia Fuentes Hurtado

¿Rolarías un pack?

Ella incurrió en “ingenuidad digital”, él resultó un crápula; ella compartió un archivo íntimo, él lo lanzó al ciberespacio. Ella se esmeró en “armar” el contenido pero lo que le siguió fue una pesadilla: acoso, vergüenza y depresión. Su caso ilustra los alcances negativos de esa práctica sexual tecnologizada.

Hablo de los packs, modalidad potencializada del sexting que transitó del mero texteo sexual, a “paquetes” de imágenes y/o videos sexi-eróticos elaborados y compartidos “en privado”, pero que al caer en manos incendiarias, esos contenidos circulan sin el permiso de quien originalmente los compartió.

El flirteo digital cumple su cometido. Aunque como en toda innovación, existe la brecha entre quienes no lo consideran una opción y quienes, como nativos digitales, les resulta absolutamente normal; “imperdonable no hacerlo”, dicen.

En los adolescentes todo inicia en sus redes sociales al rolar fotos, videos y tik toks que pueden o no ir “subiendo de tono”. El riesgo latente es que alguien mal intencionado o que no pertenece al grupo amistoso haga circular los contenidos, con el consecuente bullying escolar; el riesgo máximo sería caer en una red de extorsión, trata o pedofilia.

En preparatorianos, universitarios y adultos en general, hablamos de contenidos elaborados ex profeso que se comparten en la intimidad para un momento puntual con una persona específica, pero aunque haya de por medio una promesa de privacidad, son fácilmente divulgables.

Los packs tienen un uso muy práctico y redituable también, las modelos y escorts migraron a las plataformas y/o redes sociales; los paquetes varían de llamativos a sugerentes o muy, muy candentes; el deleite del solicitante tiene lugar posterior al depósito requerido. Fue así que se posicionaron como una variante del sexoservicio.

La pandemia propició que muchas jóvenes “sin dedicarse a eso” ofertaran sus packs, asequibles por 200 y hasta 1,500 pesos. En los meses de mayor confinamiento, el sexo virtual “ayudó” a sobrellevar sus gastos. Explotaron el nuevo nicho de mercado; fue un trabajo de “temporada”.

No obstante, en este tipo de prácticas sexuales digitales, también aparecen las desigualdades en los riesgos, “casi siempre somos las mujeres las más expuestas”, indicó Josefina Melgar, psicóloga y terapeuta sexual, pues comprobado está que se revelan sus identidades, ubicaciones o se hace escarnio de la actividad.

Melgar quien habló sobre El sexo en cuarentena para La diaria Feminismos (medio independiente uruguayo), dijo estar a favor del amplio abanico de posibilidades ofertadas por la tecnología; los packs “alimentan fantasías, procuran el placer propio y compartido, y en medio de una cuarentena sin fin, evita contagios”.

En el tema de los packs existe una delgada línea que divide el coqueteo del negocio o explotación sexual, pese a ello, el maniqueísmo no aplica porque el aval o descalificación corresponde al gusto, utilidad, goce y acuerdo de los involucrados. ¿Riesgos?, como en todo, el más común, vil e imperdonable: no respetar la intimidad.