IMPULSO/ José Antonio Crespo
Analista político
Con su famosa frase “El respeto al derecho ajeno, es la paz”, se presenta a Benito Juárez como predecesor de la ahora reivindicada Doctrina Estrada, surgida en 1930. Así lo recordó López Obrador al presidente español Pedro Sánchez. López Obrador, como otros políticos, se apoya en pasajes de la historia para respaldar tal o cual postura, tal o cual decisión. Pero se basa en la historia oficial, con su maniqueísmo entre buenos y malos (y que empata muy bien con el discurso binario de AMLO). Pero ¿qué tan defensor de la soberanía y la no intervención fue Juárez? Lo fue frente a Europa, no frente a Estados Unidos. De sobra es conocido el Tratado McLane-Ocampo y sus enormes concesiones, incluyendo el derecho a intervenir en la frontera “sin haber obtenido previo consentimiento” de las autoridades mexicanas. El rechazo en México al Tratado fue tal, que en 1859 el canciller Ocampo se vio obligado a renunciar debido a la “impopularidad accidental de mi persona”. Juárez pretendió comprar legisladores norteamericanos para que ratificaran el ominoso tratado, pero no consiguió los fondos necesarios.
Cuando el gobierno juarista se hallaba en Veracruz, Miguel Miramón ideó un ataque doble por tierra y por mar, con dos fragatas compradas en Cuba. Juárez vio en ello un elevado riesgo de derrota. Según el Tratado McLane-Ocampo podía solicitarse ayuda militar norteamericana para enfrentar a los enemigos internos del gobierno mexicano. Pidió con base en ello a la armada norteamericana que detuviera las naves conservadoras antes de atacar Veracruz. Así ocurrió cuando el capitán Turner detuvo a esos barcos en Antón-Lizardo, acusados falsamente de piratería. Dicha acusación fue desmentida más tarde por los tribunales de Nueva Orleáns, que acusó una intromisión ilegal del gobierno norteamericano en México. Juárez celebró el hecho escribiendo a su yerno: “El triunfo de la sagrada causa que defendamos está asegurado. Un gran pueblo (Estados Unidos) ha hecho una alianza con nosotros… Siento que la gran familia liberal no haya podido sola, sin auxilio del extranjero, pulverizar a la reacción… Miramón había combinado perfectamente su plan de campaña sobre este puerto baluarte de la libertad (Veracruz) de manera que si los vapores norteamericanos no capturan a los buques (conservadores)… la plaza se rinde y la nefasta reacción triunfa indefectiblemente… el hecho será inolvidable para la República Mexicana y en el corazón de los demócratas (mexicanos) el nombre de Turner y de los suyos vivirá eternamente”.
En realidad, en el corazón de los mexicanos de hoy (demócratas o no) ya no vive el nombre de Turner, al que ni conocen, pues la historia oficial se ha encargado de ocultar tan comprometedor suceso que muestra a un Juárez no tan defensor de la soberanía y la no intervención. Justo Sierra intentó más tarde justificar dicho intervencionismo: “¿El gobierno de Juárez se podía detener en ese obstáculo? No se realizan con esos escrúpulos acciones decisivas… La historia no se hace a golpes de lecciones de derecho internacional, sino a fuerza de actos. El de los norteamericanos pudo ser censurable… ¿qué importaba eso a Juárez? Lo necesario era servirse de ellos”. El pragmatismo por encima de la soberanía. ¿Qué hubiéramos dicho hoy de todo eso? Los conservadores también justificaron la intervención francesa para detener las injerencias del imperialismo yanqui propiciadas por los liberales. Lo que pasa es que Juárez y los suyos, como muchos políticos de antes y de hoy, utilizaban una doble vara según su conveniencia; no se valía el intervencionismo europeo a favor de los conservadores y la monarquía, pero sí el de los norteamericanos a favor de los liberales y de la República. No, Juárez no es el precursor más consistente de la Doctrina Estrada. Pocos lo saben, otros lo omiten o lo relativizan. Pero ni el pasado ni el presente son en blanco o negro, de héroes inmaculados contra villanos perversos, sino de personas con claroscuros.
Twitter: @JACrespo1