Diciembre 24, 2024
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AMLO: ¿demócrata o tirano?

IMPULSO/Mario Melgar Adalid

Los mexicanos tienen otro motivo más para estar enfrentados: la mitad cree que López Obrador es un demócrata y la otra mitad no tiene dudas, por el contrario, que será un tirano. Mientras el gobierno actual se desliza por el resbaladizo tobogán de la corrupción, México vive una oligarquía en donde los ricos tienen el poder del que carecen los pobres. Unos quieren destruir a AMLO por temor, otros quieren ungirlo por ardor.

Según Platón en su República: “el gobierno se divide en dos estados, es decir, entre los ricos y los pobres. El pequeño número de los primeros y la multitud siempre creciente de los segundos producen inevitablemente la formación de una especie de ejército de méndigos y ladrones, resentidos, envidiosos, hostiles, turbulentos, contenidos sólo por el temor”. Las repúblicas oligarcas en las que existe un insaciable deseo de riqueza hacen que se pase de la oligarquía a la democracia. Esto sucede una vez que los demócratas se dan cuenta que son la mayoría y pueden someter a los oligarcas. “Un día el ejército de pobres reconoce su fuerza enfrente del pequeño número de ricos y… se apodera del gobierno”.

El problema de la democracia como la veía Platón, visión compartida actualmente por muchos, es ese “gobierno encantador, donde nadie manda; una mezcolanza singular, que ha encontrado el medio de establecer la igualdad así en las cosas desiguales como en las iguales”. La libertad que ha hecho nacer a la democracia degenera en el extremo contrario, en la servidumbre, convirtiéndose así la democracia en tiranía. De esta suerte el demócrata, que alguna vez proclamó la libertad sobre todas las cosas, se convierte irremediablemente en tirano. Los ejemplos de la historia son abrumadores.

Para Platón en la democracia hay tres clases de personas que la conforman: (i) los ricos, hombres entendidos y económicos que deben su fortuna al trabajo. Se encuentra (ii) el pueblo que vive de su trabajo y que es en el Estado el verdadero soberano —como lo reconoce la Constitución mexicana: ” La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo”— y (iii) los demagogos o aduladores del pueblo que son unos “zánganos armados de aguijón” y otros igualmente zánganos sin aguijón, “todos igualmente desocupados, ambiciosos y prontos a apoderarse de la cosa pública”.

Este es el azote de la democracia, el azote que excita al pueblo contra los ricos, provoca su injusticia contra ellos y de esta situación resultan las protestas secretas y la conspiración de los ricos contra la democracia.

La premonición de Platón es aterradora: “un día en que uno de estos zánganos armado de aguijón, más hábil y más atrevido que los demás, se proclama el protector del pueblo y de la democracia amenazada. He aquí ya el futuro tirano”.

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