Diciembre 27, 2024
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COMENTARIO A TIEMPO: PROLEGÓMENOS DEL AÑO DE LEONA VICARIO (II)

Teodoro Rentería Arróyave

SEGUNDA PARTE

Continuamos con la reproducción de la publicación, obra de la diputada federal María Marivel Solís Barrera por el Estado de Hidalgo y del grupo parlamentario Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA, titulado “La Valerosa Insurgente”, por el que da a conocer la Exposición de Motivos, en forma coloquial de su iniciativa de Decreto de Ley, para que este 2020, fuera declarado “Año de Leona Vicario, Benemérita Madre de la Patria”.

La tercera página del bello folleto, esta ilustrada, en la parte superior, con la entrada o frontispicio de la Hacienda de San Francisco Ocotepec de Apan, Hidalgo, heredada por su Señor Padre al abogado humanista Saúl Uribe Ahuja, quien la ha conservado y enriquecido, hasta lograr que sea reconocida como “Monumento Nacional”. Así continúa es el escrito:

“Doña Leona es conocida como “la mujer fuerte de la independencia”, declarada como Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria. Fue una mujer inteligente, gustosa de la pintura, sabia en la política, en la historia y en la literatura. Descendía de una familia honorable en aquellos tiempos, lo que además, la hacía una persona distinguida y elegante.

Desarrolló un enorme sentido crítico frente al mundo a partir de las lecturas. Su trabajo como periodista se publicó en diarios como “El Semanario Patriótico Americano”, “El Federalista” y “El Ilustrador Americano”. Es justo –decir-, que en este último periódico los Insurgentes observaran su trabajo y se ponen en contacto con ella.

Cuando se inicia la guerra, Leona Vicario su unió a los Insurgentes, luego de que ellos se comunicaran con ella. Desde la Ciudad de México, les daba información de lo que ocurría en la capital mexicana, además de ayudarles con algunos bienes, todo en pro de la causa libertaria.

No tuvo miedo ni se desanimó cuando aprehendieron al arriero que llevaba sus cartas en clave. Huyó en compañía de sus sirvientes al pueblo de San Juanico, prefectura de Tacuba y de ahí a Huixquilucan, caminando 22 kilómetros bajo los rayos del sol; comprendía que si los españoles la descubrían no podría seguir ayudando a los Insurgentes. Cayó enferma por el esfuerzo que hizo y unos amigos de su tío y tutor la llevaron de regreso a la ciudad de México. Ahí permaneció presa en el Colegio de Belén durante cuarenta dos días.

En su encarcelamiento tuvo tiempo de meditar y –simuló que-, se sometía a las exigencias de su tutor, es decir, abandonar su propósito de servir a los Insurgentes y aceptar el rico pretendiente español que le proporcionaría una vida sin sobresaltos. CONTINUARÁ.