IMPULSO/ Ana Lilia Herrera Anzaldo
Es un “agandalle de posiciones”, advirtió el 21 de agosto de 2017, la coordinadora del PRD en el Senado, al conocer la intención del grupo parlamentario del PRI de encabezar, por su representatividad, los dos órganos de gobierno de la cámara alta: la Junta de Coordinación Política y la Mesa Directiva en el último año de la legislatura.
La entonces jefa de la bancada perredista, reconoció que por su número de senadores, al PRI le correspondía presidir la Mesa Directiva por tres años, dos al PAN y uno al PRD, pero dijo no estar de acuerdo y anunció que propuso al PAN unir fuerzas para impedir que un solo partido se quedara con dos órganos.
Lo que no explicó, es que con una representación de apenas seis senadores incluyéndola a ella, ese año el PRD mantuvo en el Senado el Instituto Belisario Domínguez y una vicepresidencia en la Mesa Directiva, que no correspondían al número de integrantes de su bancada, pero que fueron respetados por acuerdo de las demás fuerzas políticas y respaldadas por la mayoría, entonces priista. Un año y medio después, Dolores Padierna Luna, la misma persona que desde el PRD exigía respeto a la pluralidad y representatividad de las minorías en la conducción de los órganos de gobierno, guardó silencio cuando al inicio de la actual legislatura en el Congreso de la Unión, Morena encabezó simultáneamente ambos órganos de gobierno en las dos cámaras.
La actual diputada federal y vicepresidenta de la Mesa Directiva de San Lázaro, hoy milita en Morena y esta semana presentó una iniciativa de reforma a la Ley Orgánica del Congreso, para “agregar un renglón y medio al artículo 17″, a fin de que ocupen la Mesa Directiva en orden descendiente los partidos de primera, segunda y tercera fuerza, salvo en el caso de que el presidente de la Mesa Directiva pertenezca al grupo parlamentario que, por sí mismo, cuente con la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados”.
Padierna Luna argumentó que el voto ciudadano define el tamaño de los grupos parlamentarios, pero olvidó decir que la mayoría de Morena en la Cámara de Diputados Federal, no proviene de las urnas. Si bien al día de hoy Morena tiene 259 diputados federales, esto no es resultado de la voluntad ciudadana expresada en las urnas, ya que en la elección de 2018, solo logró el 41 por ciento de los votos. Así, su asignación inicial era de 191 curules (106 de mayoría relativa y 85 de representación proporcional), según la distribución avalada por el Instituto Nacional Electoral (INE) en agosto de 2018.
Sin embargo, la ley permite un tiempo al inicio de cada legislatura, para notificar formalmente la integración de los grupos parlamentarios. Los acuerdos políticos rindieron frutos: Morena inició con 247 diputadas y diputados, a los que después se sumaron cuatro del PT y cinco del PVEM, a fin de que presidiera sin contratiempos la Junta de Coordinación Política.
A decir de la diputada Padierna, “hoy no se necesita ningún incentivo o prebenda, para alcanzar consensos o acuerdos parlamentarios (…) Nosotros tenemos la mayoría absoluta y también, con nuestros aliados, la mayoría calificada”. Sería ingenuo, añadió, ceder a una minoría la administración de la Cámara.
Una propuesta que deja claro el talante autoritario de la izquierda mexicana que desde el gobierno y su mayoría, no escatima esfuerzos para concentrar poder, ignorando sus propias luchas y la importancia del pluralismo como reflejo de una sociedad compleja y diversa, pero también como contrapeso del presidente de la República.
En la historia del Senado y de la Cámara de Diputados federal, muy pocas mujeres hemos encabezado sus órganos de gobierno. Sería muy triste que hoy, cuando la mitad de las legisladoras somos mujeres y la paridad transversal en los cargos directivos es un mandato constitucional, la propuesta de una mujer de izquierda se convirtiera en un obstáculo para la paridad y la democracia.