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IMPULSO/ Carlos Ravelo Galindo
La ‘Madurescencia’

La nueva Madurescencia, así en mayúsculas, inicia su comentario Joan Vila, que nos comparte este amigo y colega corresponsal de Libertas desde Barcelona, España.

Casi íntegro, sin gerundios, lo transmitimos, en el entendido de que el nuevo sinónimo de madurez nos deja perplejos a todos ¿o no es cierto?

SI miramos con cuidado podemos detectar la aparición de una franja social que antes no existía: la gente que hoy tiene entre cincuenta y setenta años.

A este grupo pertenece una generación que ha echado fuera del idioma la palabra “envejecer”, porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales la posibilidad de hacerlo.

Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición en su momento, de la “adolescencia”, que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del s. XX para dar identidad a una masa de niños desbordados, en cuerpos creciditos, que no sabían hasta entonces dónde meterse, ni cómo vestirse.

Este nuevo grupo humano que hoy ronda los cincuenta, sesenta o setenta, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria.

Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura latinoamericana le dio durante décadas al concepto del trabajo.

Lejos de las tristes oficinas, muchos de ellos buscaron y encontraron hace mucho la actividad que más les gustaba y se ganan la vida con eso.

Supuestamente debe de ser esto por lo que se sienten plenos; algunos ni sueñan con jubilarse. Los que ya se han jubilado disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al ocio o a la soledad, crecen desde dentro.

Disfrutan el ocio, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y sucesos fortuitos bien vale mirar el mar con la mente vacía o ver volar una paloma desde el quinto piso del apartamento.

Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas y activas, la mujer tiene un papel rutilante.

Ella trae décadas de experiencia de hacer su voluntad, cuando sus madres habían sido educadas a obedecer y ahora pueden ocupar lugares en la sociedad que sus madres ni habrían soñado en ocupar. Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido exclusivamente masculinas, algunas estudiaron una carrera universitaria junto con la de sus hijos, otras eligieron tener hijos a temprana edad, fueron periodistas, atletas o crearon su propio “YO, S.A.”.

Este tipo de mujeres nacidas en los 50 o 60 no son ni por equivocación las clásicas “suegras” que quieren que las hijas les llamen todos los días, porque ellas tienen su propia vida y ya no viven a través de la vida de los hijos.

Su camino no ha sido fácil y todavía lo diseñan cotidianamente. Pero algunas cosas ya pueden darse por sabidas, por ejemplo que no son personas detenidas en el tiempo; la gente de “cincuenta, sesenta o setenta”, hombres y mujeres, maneja el ordenador como si lo hubiera hecho toda la vida. [email protected]

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