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IMPULSO/ Lucia Lagunes Huerta/CIMAC
Hombres obedientes (I)

Suele ocurrir que, cuando se dan a conocer los datos sobre violencia contra las mujeres, el foco se centre en ellas: las víctimas de la violencia machista y los estragos que ésta provoca en sus vidas. Si bien es necesario seguir insistiendo en ello, me parece también importante detenernos en los agresores, que básicamente son los mismos desde hace milenios.
De acuerdo a la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) –que ya habría que cambiarle el nombre– los agresores de las mujeres son hombres conocidos por ellas, hombres que amaban o en los que confiaban, son novios, parejas, maridos, compañeros de trabajo o de escuela, hombres que ejercen la brutalidad para intimidar, controlar, atemorizar o subyugar a las mujeres cercanas.
De acuerdo a la encuesta presentada en la segunda quincena de agosto, 30.7 millones de mujeres que viven en México de más de 15 años ha sido violentada en algún momento de su vida, es decir, hay por lo menos 30.7 millones de agresores que han violentado a una mujer por lo menos una vez en su vida.
¿Cuántos de estos son agresores permanentes, hombres que gozan con hacerles daño a las mujeres, hombres de todas las profesiones, estratos sociales, religiones? Muchos de ellos hasta se han vuelto “expertos en género” y han encontrado en ello una forma de vida, desplazando a feministas y académicas. Hombres que se apropian del conocimiento femenino, por ejemplo, sin darles crédito siquiera.
El hecho de que 99 por ciento de los terroristas sean varones debería hacernos reflexionar sobre cómo se les educa en la ecuación “virilidad = violencia”, señalaba en días pasados la escritora española Laura Freixas a propósito de los atentados en la Rambla de Barcelona, es decir, los agresores de las mujeres son obedientes hijos del patriarcado, lo digan o no, lo crean o no, son los terroristas de la población femenina, pues como señala la antropóloga feminista, Marcela Lagarde, el asesinato de una mujer aterroriza a todas.
Los datos que arroja la ENDIREH debe interpelar a los hombres para romper con la complicidad de sus pares y de sí mismos, quienes suelen ser violentos con las mujeres no sólo en lo privado también en lo público, a la vista de otros que con el silencio y la inacción avalan la violencia contra las mujeres.
Es precisamente el espacio público, según la encuesta, el que ocupa el segundo lugar en la incidencia de violencia masculina. La calle, los parques y el transporte son espacios donde las mujeres son violentadas por hombres desconocidos, hombres que las violentan sexualmente a través del acoso, el abuso o la violación.
*Periodista y feminista, Directora General de CIMAC.
Twitter: @lagunes28

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