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Zacatecanos reciben el año en el Cerro de la Bufa

IMPULSO/Agencia SUN
Zacatecas
En medio de los festejos de Fin de Año y envuelto en la magia de un cuento que se ha divulgado por más de medio siglo en Zacatecas, lejos de hacer algún ritual, muchos citadinos acuden en familia y durante la media noche a recibir el Año Nuevo hasta lo alto del cerro de La Bufa, donde disfrutan también de un espectáculo de juegos pirotécnicos.
Este emblemático cerro está ubicado en la Ciudad de Zacatecas y tiene una elevación de unos dos mil 600 metros sobre el nivel del mar, cuyo lugar es de gran afluencia turística. Además, alberga el Santuario de la Virgen del Patrocinio, el museo La Toma de Zacatecas, un teleférico y un mirador, que permite ver la panorámica de la ciudad, pero sobre todo destaca por su famoso Crestón, donde cada fin de año la gente acude para recargarse de buena vibra y buenos deseos. Incluso, en los últimos años, el gobierno estatal ha celebrado con un espectáculo musical.
Al menos en este año se anunció que duraría 15 minutos con temas musicales interpretados por la Banda Sinfónica del Estado de Zacatecas. También se anunció que 10 minutos antes de la media noche se escucharía el afamado cuento “Año Nuevo en La Bufa”, a través de la radiodifusora oficial del Sistema Zacatecano de Radio y Televisión (Sizart).
Las nuevas generaciones desconocen el contenido completo de este cuento que se ha esparcido entre los zacatecanos, autoría del periodista y escritor Filiberto Soto Solís.

En entrevista, su hija Catalina Soto Acosta revela que en 1959 su padre lo escribió con dedicación a su entonces amada novia, quien luego se convirtió en su esposa, Martha Acosta, ya que ella era educadora, aunado a ese gran amor a los niños.

Al paso de los años este escrito se hizo muy popular y ahora, cada año, la familia del escritor trata de difundir el cuento en un audio adaptado con el objetivo de conservar la fe y esperanza, pero también para preservar la tradición de que los padres sigan contando cuentos a sus hijos y permita la unión familiar.
El cuento de año nuevo. El cuento dice que el interior del cerro de La Bufa existe un castillo inmenso que abarca diversas minas de los alrededores, que alcanzan hasta los municipios de Vetagrande y Sauceda de la Borda, así como diversos cerros: De la Virgen, Del Padre, Del Grillo.
Narran que prácticamente la ciudad de Zacatecas quedó asentada sobre este castillo de fantasía.

El relato dice que cuando “alguien encuentra la puerta secreta” que hay en la cúspide del Crestón podrá entrar al palacio por una larga escalinata de mármol negro que tiene pisos, paredes y techos de oro, plata y metales preciosos.

En su cuento, Filiberto Soto menciona que el interior de dicho palacio es habitado por millones de gnomos que visten ropas multicolores y se cubren con un gran gorro rojo terminando en punta con un cascabel resonante, quienes son los dueños y guardianes de los metales y piedras preciosas que hay en las minas.
Los pequeñitos seres, de apenas miden unos 50 centímetros de estatura, tez blanca, gran melena de ojos sesgados, enjutos y una barba descomunal que les arrastra al suelo, tienen un encargo especial. Estos seres diminutos –precisa el escrito– deben cuidar y alimentar a los Años Nuevos que están dentro de un exhibidor de cristal gigantesco. Se trata de unos bebés hermosos, blancos como el marfil, sonrosados, robustos, de cabello rubio y ensortijado, ubicados en estuches y envueltos en algodones para que no mueran de frío.
Los enanos cuidan y miman con caricias maternales a los bebés, pues el cuento advierte que si los gnomos los dejaran morir, ya no habría más años nuevos, se terminaría el tiempo y se acabaría el mundo. Por ello, al llegar el mes de diciembre de cada año, los gnomos realizan una asamblea general, donde discuten cuál de los bebés está mejor alimentado y dotado para echarlo al mundo. Se dice que todos opinan, debaten, se enfurecen, patalean, dan volteretas y hasta hacen berrinches, pero finalmente en una votación secreta eligen al año nuevo.
Así, el 31 de diciembre, es de gran fiesta dentro del castillo y se coloca en un trono al bebé elegido, donde todos los enanos giran en derredor con danzas y ritmos frenéticos, mientras el enano viejo entrega al Nuevo Año un bastón y un morral con provisiones para el camino que recorrerá durante todo un año.
Se menciona que en punto de las 11:45 de la noche, afuera, donde habitan los hombres, muy poca gente percibe lo que sucede adentro del castillo, justo cuando una gran sombra atraviesa la ciudad para ir a postrarse sobre el crestón de La Bufa. Se trata del Año Viejo, que ha regresado después de un año de camino.
Se describe a un anciano, largo que parece llegar hasta las estrellas, pero flaco, enjuto, encorvado y con el cabello blanquísimo y una barba enorme, quien luce sucio del polvo de los caminos recorridos que han dejado sus vestidos harapientos y llega con su bordón en la mano izquierda y una lámpara de petróleo en la derecha.
Al sonar las 12 de la noche, se enciende el cohete espacial lleno de luces de colores que iluminan el Cerro de La Bufa y todos los paisajes a sus alrededores, a la par resuenan las cámaras, cohetones y una ristras de destellos que hacen estremecer la tierra: es la cauda que ha dejado el cohete que lleva en su seno al Año Nuevo, para colocarlo en la profundidad de la estratosfera.
Mientras, en la tierra zacatecana —concluye el cuento—, la gente baila, grita, multiplica abrazos y se felicita por la llega del Año Nuevo, cuyas danzas y regocijos impiden contemplar que en el interior de ese enorme castillo del cerro de La Bufa, los gnomos asisten tristes y compungidos a los funerales solemnes del Año Viejo que yace en el piso de plata, donde ha quedado inmóvil para siempre.

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