Saskia Niño de Rivera Cover
En México hay 200 mil personas privadas de la libertad, de las
cuales el 47 por ciento aún no tiene sentencia. Existe la posibilidad de que
sean culpables o inocentes. Tenemos a más de nueve mil mujeres con sus hijas e
hijos escondidas en refugios porque su vida está en peligro por violencia
doméstica. Hay más de 61 mil personas desaparecidas en México. Personas que
conocen el encierro desde la desesperanza, ante la falta de justicia permanente
que rige su vida. Tenemos en las fronteras todos los días a cientos de niñas,
niños y adultos que, persiguiendo un sueño, se toparon con un muro de concreto
o uno de carne y hueso, y viven en estaciones migratorias.
La vida no es la misma para todos, ya que mientras algunas personas muestran su
hartazgo por acatar las medidas del Covid-19 desde sus hogares y no dejan, en
algunos casos, de quejarse en redes sociales de su “encierro”; desde
ese sofá al cual te sientas a leer o ver una buena película, abrazado de tus
seres queridos, algunos seres humanos no tienen la misma fortuna.
Cierra los ojos e imagina eso. Imaginemos y pensemos qué sigue. Ante la
pandemia mundial del Coronavirus, encontremos la solución no solo para cambiar
todo aquello que en lo individual y como sociedad hemos hecho mal, sino para
pensar las soluciones que nos va a dejar esta tragedia bajo un mismo lema:
“que nadie se quede atrás”. En México habrá muertes por Covid-19,
pero todos los días muchos migrantes y familias mexicanas mueren de hambre en
un ambiente de violencia.
El Inegi reporta que 31.3 millones de personas están en el empleo informal.
Esto equivale a 56.2% de la población ocupada. Ante un encierro forzado, ¿qué
harán quienes viven al día para cumplir sus necesidades más básicas como comer?
El Covid-19 nos enseña sobre humildad y compasión. Llega a darnos un espacio de
reflexión para observar un cielo cada día más limpio y la vista de un mar mucho
menos contaminado. Viene a enseñarnos las consecuencias del progresismo
individualista y no colectivo. Que este encierro obligado para quienes pueden
hacerlo, sea el espacio donde nos volvamos a cuidar. El espacio donde valoremos
aquello que vale la pena, y no solo el consumismo y trabajo diario que rige
nuestra vida. Que estos días de incertidumbre sirvan para que revaloremos las
acciones que estamos o no tomando para sacar a nuestro querido México adelante.
Todos y cada una de nosotras metimos un freno en seco que nos obliga a repensar
el futuro que queremos para las siguientes generaciones. Hoy México nos
necesita unidos para afrontar lo que viene. Que esta crisis mundial saque lo
mejor de cada uno y cada una para crear ese México y ese mundo que anhelamos.
Así que este encierro va por ellas y por ellos. Por esos migrantes que no ven
futuro posible desde los centros migratorios. Por todos y cada uno de esos
inocentes en prisión. Este encierro va por todas y cada una de las mujeres en
refugios que protegen su vida de hombres que creen tener control sobre de
ellas. Hoy este encierro en mi casa, reconociendo el privilegio absoluto de
vivir, va por todos y cada una de ellas que ya no están. Hoy desde este
encierro soy una mexicana solidaria pero no por ello menos responsable, del
México que mañana nos tocará reparar.