IMPULSO/ Maximiliano Reyes
La relación de México con América Latina está fundada en los innegables lazos históricos y culturales que nos unen.
Sin embargo, la política exterior de nuestro país no siempre ha demostrado esa pertenencia. Esta administración busca que la relación con América Latina y el Caribe vaya más allá del simple mantenimiento de los vínculos tradicionales. Buscamos recalibrar la brújula de nuestra diplomacia y, nuevamente, mirar hacia el sur.
Esta mirada tiene un lente particular: la búsqueda de desarrollo y justicia social para México y para la región. Con el respaldo del Senado mexicano, se han fortalecido las representaciones de México en los países latinoamericanos y caribeños. Veintiún nuevos embajadores y cónsules están renovando nuestros vínculos bilaterales en los ámbitos económico, cultural y turístico, manteniendo siempre en mente el énfasis que esta administración ha puesto en la dimensión social.
El epítome de nuestro énfasis en América Latina es el Plan de Desarrollo Integral Guatemala – El Salvador – Honduras – México. En conjunto con los países del norte de Centroamérica y la Cepal de Naciones Unidas, hemos consolidado una alianza de cooperación para fomentar el crecimiento inclusivo e igualitario en toda la región. Los presidentes de los cuatro países se han reunido para materializar el plan, el proyecto de cooperación con Centroamérica más ambicioso de las últimas décadas, en hechos concretos. Hemos destinado ya 30 millones de dólares a El Salvador y Honduras, respectivamente, y un monto idéntico está previsto para el nuevo próximo de Guatemala. Estamos impulsando políticas sociales, la creación de decenas de miles de empleos y proyectos con un importante componente ambiental para la región.
Más allá de Centroamérica, México está usando su capital político en los foros subregionales como la Comunidad del Caribe y la Asociación de Estados del Caribe, para promover la solución pacífica de los conflictos regionales, así como para catalizar proyectos de desarrollo sustentable. En Sudamérica, nuestra participación en la Alianza del Pacífico, por ejemplo, ha enfatizado el seguimiento a acciones que tengan el mayor impacto en las sociedades de los cuatro países que la integran. Con las personas y sociedades al centro de nuestra política, un ejemplo concreto del trabajo de esta nueva administración son las 70 toneladas de ayuda humanitaria que México entregó recientemente para la población en Las Bahamas por el huracán Dorian.
Esta presencia renovada ha permitido que México reciba el apoyo de los países de la región para presidir importantes foros regionales. Así, ocuparemos la presidencia pro tempore de tres mecanismos regionales en los próximos años. En 2020 presidiremos de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Cumbre del Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla y, en el 2021, encabezaremos una renovada Alianza del Pacífico.
A nivel hemisférico, la participación de México es también significativa. A partir de posicionamientos claros, buscamos que la Organización de los Estados Americanos (OEA) deje de lado la politización de su agenda y privilegie su misión en favor de la paz y la justicia en el continente. En este espacio hemos avanzado los intereses nacionales, como la protección a los mexicanos en el exterior, a través de la condena unánime del ataque terrorista perpetrado en El Paso, Texas, o el rechazo categórico a la invocación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), en estricto apego a los principios constitucionales de no intervención y solución pacífica de las controversias.
A punto de cumplir un año de haber tomado posesión, hemos trabajado de manera seria y constante con cada uno de los países de la región, así como en el marco de los foros regionales. Los resultados de este trabajo, y del proyecto democrático con dimensión social que representa el Gobierno de México, son evidentes en el reconocimiento que hemos recibido para liderar importantes mecanismos en la región. De este modo, América Latina y el Caribe vuelven a ser la región prioritaria de nuestra política exterior, una política en la que el bienestar de las personas y las sociedades son el objetivo principal. La convicción de una diplomacia mexicana como esencialmente punta de lanza de América Latina ha vuelto. Nuestra mirada hacia el exterior vuelve a ver al sur.