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Vigilantes animados iluminan la pantalla

IMPULSO/ Agencia SUN
Ciudad de México

El estilo anime, la animación japonesa, basa su dramaturgia en tramas complejas que se comprenden en dos niveles: realista y fantástico. Entre sus aportaciones, está que asimiló el manga, el cómic exclusivo de Japón, para lograr audaces gráficas e historias vanguardistas.

Uno de los más destacados manga que pasaron al cine es el creado por Masamune Shirow, “Ghost in the Shell” (1995, Mamoru Oshii), considerado uno de los mejores ejemplos de ciencia-ficción estilo cyberpunk.

La traducción literal del título sería “espíritu en la carcasa” (craneal, claro está).

Tras una secuela, “Ghost in the Shell 2/Innocence” (2004, Oshii), llega al fin la versión con personajes de carne y hueso, “La vigilante del futuro/Ghost in the Shell” (2017), segundo largometraje del inglés Rupert Sanders con guión de Jamie Moss y William Wheeler basado en el anime de Shirow publicado entre 1989 y 1997; es una cinta hipervisual (foto del también inglés Jess Hall), extrema en la sensación de una cotidiana realidad/fantasía donde abundan las texturas: vestuarios, diodos que emiten luces, sonidos y música, efectos robóticos especiales, arquitectura mezcla de elementos chinos con japoneses, urbe infestada de espacios con concreto, acero, agua y omnipresentes hologramas, todo ello además de acciones físicas y habilidades sobrehumanas de espectacular dinamismo que dejan a su paso, por ejemplo, millones de cristales rotos: texturas infinitas a cada instante que crean un “visualismo neobarroco” donde el adorno tiene otro adorno y otro, y así hasta saturar el encuadre cinematográfico.

Es pues la historia de la mayor Motoko (Scarlett Johansson), rescatada de la muerte y convertida en un eficaz soldado cibernético en la lucha anticriminal, pero, a diferencia del animé original, hay un giro: la mayor, en ese mundo que hace indistinto a lo humano y la máquina, debe descubrir dónde quedó su espíritu.

¿Residirá aún en ese cuerpo que es una verdadera carcasa? En el animé, ella se fusiona con la ciudad fantástica que sugiere ser un elaboradísimo circuito de computadora, encuentra un sentido existencial al ser parte de un espíritu virtual. Ahora, quiere respuestas sobre su fusión con lo cibernético porque tal vez perdió en la metamorfosis su alma. Sanders hace un entretenido filme de acción, acierta al traspasar el estilo anime a lo cinematográfico.

Pero si de animación pura se trata, el estilo dreamworks también acierta en “Un jefe en pañales” (2017), quinto largometraje animado de Tom Mcgrath (egresado del show de Ren y Stimpy, autor de todas las Magadascar y Megamente) con guión de Michael Mccullers, basado en el breve libro gráfico de Marla Frazee.

Es la hilarante historia de un niño de siete años y su nuevo hermanito, cuenta cómo es que un bebé sin nombre, pero de traje y portafolio, busca resolver por qué los humanos prefieren a las mascotas antes que a los niños.

El filme alcanza un amplio rango de humor, Mcgrath logra una ingeniosa metáfora de qué significa tener un nuevo hermano. No tan deliciosa como “Intensa Mente”, “Un jefe en pañales” es un luminoso entretenimiento que homenajea el viejo estilo de las caricaturas televisivas sobre la vida en familia.

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