Diciembre 4, 2024
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IMPULSO/ José Cárdenas
Otra vez

Otra vez 19 de septiembre, maldita casualidad, trágico juego del destino, fecha más negra para la Ciudad de México que revive la peor pesadilla, otro sismo que marcará nuestras vidas. Otra vez angustia, miedo y desesperación conviven con fe, esperanza y caridad, tres valores que reconfortan el ánimo social por encima de las peores noticias. Se rompieron edificios, escuelas, monumentos, iglesias, pero no las almas.
Entre el 19 de septiembre de 1985 y el de 2017 tuvieron que pasar 32 años, 5 horas y 55 minutos para que la Ciudad de México no olvidara la fuerza de la naturaleza, pero tampoco la solidaridad desbordada de sus ciudadanos, concentrados en ayudar de cualquier manera; liberando peso para encontrar vida donde se presagia muerte… Otra vez una estocada nos pone a prueba, nos tambalea, pero no nos tumba.
En momentos aciagos, estamos unidos (los) mexicanos. Entre muertos, heridos y caos, vuelven a aparecer los corazones y las manos de miles indispuestos a doblarse por la tragedia, para sacar lo mejor de cada quien.
Cuando cesó el pánico provocado por el terremoto la tropa civil ya estaba ahí, para plantar cara al drama, haciendo la para remover escombros de las construcciones derrumbadas, hasta con las uñas. Otra vez en la Condesa, la Roma, la Del Valle, Lindavista, Xochimilco o Tlalpan, de la mano con soldados, marinos y rescatistas.
El aparato social, a diferencia de 1985, ha respondido de inmediato a la emergencia. Desde la cúpula del poder se manda el mensaje: los gobiernos federal y local han asumido el liderazgo en un momento de crisis humanitaria que se suma a la tragedia ocurrida hace 12 días en Oaxaca y Chiapas.
Esta vez, el Gobierno no quedó rebasado, no estamos solos. “La unión hace la fuerza”, gritan letras rojas grafiteadas a toda prisa, mensaje cuelga una bandera mexicana sobre la losa colapsada de la escuela Enrique Rébsamen —en Tlalpan—, tumba de niños y cuna de pocos afortunados que volvieron a nacer, nuestros niños del terremoto, como aquellos rescatados con vida del Hospital General, hace 32 años. Otra vez, la capital del país está herida, pero no de muerte.
Tres décadas después, la Ciudad de México es otra y la misma. Otra porque hemos aprendido de aquella tragedia; porque la tecnología, las comunicaciones, el conocimiento acumulado después del 85 nos ha preparado para enfrentar la adversidad. Es la misma, porque sus habitantes sacan lo mejor cuando más se necesita: enorme generosidad, corazón sin coraza ni arrogancia, rostro sin máscara, sin diferencias ni rencores.
Otra vez conmueve y reconforta la reacción de quienes acuden en masa a ayudar, hasta aquellos adversarios internacionales —como Trump y Maduro— quienes ofrecen a México tregua solidaria. Pero, otra vez, nos hiere profundamente saber que también hay “vivos” con alma criminal, inhumanos hijos de su chilanga madre, vándalos asaltantes que medran con la violencia mientras la autoridad se vuelca en la emergencia.
El monje apuntador: El nuevo 19-S alcanza a generaciones inmunes a la memoria del 85. El problema ahora es administrar la enorme solidaridad, nacional e internacional, más grande que el daño inmenso en la Ciudad México, Puebla, Morelos, el Estado de México, Guerrero… y, otra vez, en Oaxaca.

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