IMPULSO/ Jorge Egren Moreno Troncoso
El próximo domingo 2 de junio, 13.5 millones de mexicanos podrán ejercer su derecho al voto en 6 estados: Aguascalientes, Baja California, Durango, Puebla, Quintana Roo y Tamaulipas. Destacan las elecciones de Baja California y Puebla donde se renovarán las gubernaturas. En Baja California, el primer estado con alternancia, el PAN ha gobernado ininterrumpidamente desde 1989. En Puebla, el quinto estado con mayor padrón electoral, la oposición le arrebató la gubernatura al PRI en 2010. Hasta ahora cinco estados no han experimentado alternancia: Campeche, Colima, Hidalgo, Coahuila y Estado de México.
La democracia es un arreglo político en el que los ciudadanos pueden seleccionar y remover a sus gobiernos mediante elecciones. Así lo hemos venido experimentado en México durante las últimas décadas. La alternancia, cada vez más frecuente, redistribuyó el poder político e introdujo nuevos mecanismos de control institucional durante la transición a la democracia. En ello, las elecciones jugaron un papel central.
Al respecto, en su más reciente libro “¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones?”, Adam Przeworski cuestiona el valor que tienen las elecciones. El autor, profesor de la Universidad de Nueva York y premio Johan Skytte en Ciencias Políticas, uno de los principales teóricos contemporáneos de la democracia, destaca a las elecciones como un fenómeno moderno, pues durante la mayor parte de la historia el derecho a gobernar no requería de la autorización de los gobernados. De acuerdo con datos de Przeworski, entre 1788, año en que ocurrió la primera elección nacional con sufragio individual y en la que los representantes fueron elegidos por un periodo limitado, y 2008, los gobiernos han cambiado 544 veces mediante elecciones y 577 por golpes de Estado. En ese lapso se celebraron 3 mil elecciones nacionales.
La celebración de elecciones libres y competitivas supone condiciones previas: derechos y libertades que el Estado debe garantizar. De acuerdo con Przeworski, la gestión de los comicios por parte de un organismo independiente del poder ejecutivo fue una innovación introducida en Canadá en 1920; lo siguieron Chile en 1925 y Uruguay en 1932. En cualquier democracia se espera que todos los actores que participan en la contienda tengan certeza sobre las reglas e incertidumbre sobre los resultados, pero nuestro sistema electoral está construido en la desconfianza. La historia de nuestra transición hacia la democracia, caracterizada por sucesivas reformas electorales, reforzó la idea de regular hasta el último detalle. La larga cadena de actividades y las distintas etapas del proceso electoral contienen un sinnúmero de candados y garantías, entre las que destacan la construcción de un padrón confiable, el modelo de organización ciudadana de las elecciones y la vigilancia permanente de los actores políticos.
En su libro, Adam Przeworski cuestiona las virtudes y debilidades de las elecciones y llega a la conclusión de que el mayor valor de los comicios es que ofrecen un mecanismo para procesar cualquier conflicto que pueda surgir en la sociedad, manteniendo la libertad y la paz relativas. Sin embargo, hay de elecciones a elecciones. Cuando éstas son competitivas constituyen un mecanismo real por el cual, como colectividad, decidimos quién nos gobierna y cómo. Además, cuando se repiten de manera regular nos ofrecen la posibilidad de expresar nuestra inconformidad, si la mayoría de los votantes así lo decide.
El domingo 2 de junio se instalarán más de 23,400 casillas en los seis estados que celebrarán elecciones y estarán en disputa 148 cargos de representación local. Los ciudadanos que acudirán a las urnas tendrán la posibilidad de elegir entre las distintas opciones políticas el rumbo para su entorno más cercano. Si bien lo que puede lograr cualquier mecanismo político está limitado por las condiciones sociales en las que opera, es importante recordar en estas semanas previas a la jornada electoral el valor del voto y de las elecciones como un método para procesar diferencias. “¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones?” constituye un breve manual para entender el funcionamiento de la democracia. Su lectura en tiempo de elecciones no tiene desperdicio.