IMPULSO/ Edición Web
México
“I look at the sky. The light is fading” (Miro al cielo. La luz se está desvaneciendo)”. Es un eclipse. Un eclipse descrito en luces de neón que flota a gran escala sobre el patio central del Museo Tamayo de arte contemporáneo en la Ciudad de México. E=C=L=I=P=S=E, así escrito, toma por sorpresa al visitante que será parte desde ese preciso instante del universo de luz y sonido de Cerith Wyn Evans.
Todo en este artista conceptual tiene que ver con la luz, con la percepción. Hasta él mismo desprende una energía propia y vivaz que se puede absorber mientras pasea junto a sus obras. Luz artificial enlatada en tubos retorcidos de neón que flotan en el aire y que entran en batalla con la luz del día que se cuela por las ventanas del museo. Luz que se destruye, que se desvanece en los rincones. Y de repente, más luz cegadora que explota en medio del espacio, creando un universo en constante cambio.
“Desde el primer minuto que entras al museo estás dentro de la exposición porque toma el espacio, un espacio amorfo que tiene las dimensiones del edificio en su totalidad”, explica Juan Gaitán, director del Museo Tamayo.
Por primera vez llega a México una exposición monográfica de Cerith Wyn Evans. El artista galés invita a un viaje sensorial e inmersivo de luz y sonido con obras de gran tamaño que estimulan los cuerpos y la imaginación a través de lo que es real y lo que es inventado por nuestro cerebro en cada estímulo.
A cada paso la muestra se transforma a medida que uno interactúa con algo efímeo, delicado, complejo. “Son como dibujos flotando en el espacio que hacen al mismo tiempo tener múltiples perspectivas y te obligan a que estés todo el tiempo relacionando una pieza con otra (…) entre todas ellas se genera una especie de concierto disonante pero muy elegante que le dan una presencia muy particular a la exposición, que llena el espacio no solo con la luz sino también con el sonido”, explica Gaitán. Las 12 piezas que se pueden ver en el Tamayo, entre ellas esculturas de neón, elementos cinéticos, piezas sonoras y candelabros en cristal de Murano, son un reflejo de los 10 últimos años de producción de este creador que ha expuesto en la Galería Tate británica o la Bienal de Venecia.
La obra en luces de gas neón tiene una relación con la historia del arte contemporánea como se puede apreciar en la obra de Nauman o Dan Flavin, mezclando la tecnología con lo efímero para conseguir un resultado muy particular. “Esa relación con la extinción del gas es importante en la obra de Cerith”, añade Juan Gaitán.
Wyn Evans lanza un reto cognitivo que desafía a la percepción del espacio mismo, creando un diálogo constante entre la ciencia, el arte y la filosofía. “Aquí el espacio se transforma en tiempo”, dice una de las obras que pueden contemplarse desde la calle. El mensaje de Evans no queda atrapado en los muros del Tamayo, como un eco inunda otros espacios y evoca a la pieza de Nicolas Jaar: “El espacio es solo ruido si puedes verlo”.