IMPULSO/Héctor Serrano Cortés
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Hace un mes, México vivió el proceso electoral más copioso de los últimos tiempos con los resultados ya conocidos por todos.
Andrés Manuel López Obrador obtuvo un inobjetable triunfo como presidente de la República y logró ganar la confianza del electorado para que también, en los otros cargos de elección popular, se apoyara su propuesta, Es decir, votaron en cascada por todos sus candidatos. Está claro que los ciudadanos decidieron votar así, en apoyo al virtual Presidente de México.
Pero, ¿eso lo tendrán claro aquellos que pronto ocuparán sendos cargos por Morena?
Es difícil creerlo, sobre todo cuando la actitud asumida por muchos de ellos es de sobrada soberbia, algunos creen que efectivamente ganaron por su carisma, capacidad política y alto desempeño.
Bueno, hay otros que aún sin cargo ya lo ejercen, amenazan y futurizan, soñando con alcanzar lo que sólo logran con las circunstancias en que se encuentran otros. En política sólo se brilla con luz propia, algunos integrantes de Morena, los menos, la tienen; pero la gran mayoría, ingenuamente, la creen tener.
El tiempo será definitivo. Y si ya es difícil responder por sí mismo, lo es más cuando se tiene que responder a la confianza depositada por quién te hace ser lo que eres; son, lo que López Obrador decidió fueran.
Es indudable la alta expectativa que los ciudadanos de este país, convertidos en votantes el 1 de julio, tienen sobre el próximo gobierno, poco les importa lo que haya necesidad de hacer para corregir el rumbo; simple y llanamente el anhelo es incrementar su bienestar.
Es así como se traduce la tan anhelada felicidad que todo mundo incluyó en su estrategia de campaña.
Algunos como opositores tendrán que actuar de forma digna y decidida, esto no implica oponerse a la consolidación de proyectos que favorezcan el bienestar de los mexicanos.
La propuesta de López Obrador de buscar la unidad y la reconciliación es un buen arranque; en la concreción de ésta, algunos habrán de acreditar su verdadera voluntad y su convicción ideológica. La historia se reescribe de forma cíclica y hoy nadie puede sentirse derrotado si, al reconocer nuestros errores, se abre la posibilidad de perfeccionar nuestro actuar político.
Existe la voluntad de acompañar una propuesta de gobierno con los valores que, a través de los siglos, ha logrado nuestra nación y que han sido producto de un difícil proceso histórico que nos da identidad.
Somos un pueblo libertario que ha luchado por la libertad de expresión, el libre pensamiento, la libertad de credo, los derechos fundamentales, que toda nación libre debe sostener en sus principios conductuales y, por supuesto, la bendita democracia, que hoy dio la oportunidad al próximo gobierno de verdaderamente trascender en la historia.
“La Patria es primero”, nadie que se diga mexicano puede ir en contra de este pensamiento; es más, debe regresar a los libros de texto, como cuando niños fue lo primero que aprendimos a leer, nadie debe dudarlo.
Sobre cualquier interés siempre está y estará el interés supremo de la nación y esa es hoy la más grande motivación para seguir adelante.
El presidente es una institución; es la máxima representación del poder terrenal en el país; y está claro que su visión se debe concentrar en ejercerlo con lo que la ley le faculta y cuando este poder incluso alcanza al poder legislativo es prácticamente absoluto; de lo que se haga o deje de hacer, a nadie más se podrá culpar.
Todos esperamos que lo que esté por venir sea por el bienestar colectivo de los mexicanos.