IMPULSO/ Agencia SUN
Kazajstán
Sandra Real porta vestimenta de invierno. Dice que apenas un par de semanas atrás, cuando presenció su primera nevada, fue a comprar la ropa adecuada para el clima de una de las ciudades más frías del mundo; se prepara para los 40 grados bajo cero que se sentirán en los próximos meses.
El viento helado ya no le provoca dolor en las piernas; se ha acostumbrado a las corrientes polares. Lleva dos meses viviendo en Astaná, capital de Kazajstán —país que al norte comparte frontera con Rusia—. Con la intención de conocer la nación que la tiene maravillada y con todo listo para cursar una maestría en Estudios Euroasiáticos, dejó México en agosto y se convirtió en la primera mexicana en estudiar en ese país.
Su viaje, de más de 20 horas, le permitió ante todo darse cuenta que aún le faltaba practicar más el idioma ruso —ese que cuando habla español hace que arrastre la “r” y un ronroneo se le escape como zumbido—, que ahora emplea con mayor soltura; mientras aún aprende el lenguaje kazajo. Ambas son las lenguas oficiales.
Para llegar a la Universidad Nazarbayev, de la cual apenas egresó a su primera generación en 2015 y ya tiene asociación con las 30 mejores universidades del mundo, esta joven de 27 años pasó por un proceso de selección que incluyó varias entrevistas y exámenes; uno en inglés, porque en este idioma son sus clases. La intención es clara: formar estudiantes trilingües, además de que su modelo educativo sigue los estándares de instituciones americanas y europeas; la mayor parte del profesorado proviene de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania.
Aunque Sandra cursó su licenciatura en Química de Alimentos en la UNAM, para la maestría optó por algo multidisciplinario, que además de permitirle estudiar distintas repúblicas y sus culturas, también la dejara practicar su licenciatura y aprender de la comida.
“Muchos de los estudiantes me miraban con curiosidad y al principio creían que era kazaja, incluso me hablaban en el idioma porque no es común ver extranjeros en nuestra universidad. Actualmente sólo somos 20, de los cuales conozco a cuatro”, relata y añade: “En esta nación vive una comunidad pequeña de latinos entre mexicanos colombianos, venezolanos, peruanos y cubanos. Cincuenta personas, posiblemente”.
Esta joven de la Ciudad de México, con ayuda de sus padres, costea su estancia en Kazajstán. El valor depende, dice, del estilo de vida de cada persona.
Una vida más social puede generar gastos de hasta 100 mil tenge —moneda kazaja— que equivalen aproximadamente a 300 dólares; con una estilo más austero, un estudiante puede mantenerse con 55 mil o 70 mil tenge mensuales.
“Todavía no hay becas para estudiantes mexicanos que quieran venir. A mí me gustaría contribuir con la comunidad mexicana aquí para poder promover las universidades kazajas, porque se recibe educación de primer nivel. Así algún día establecer un convenio entre una institución de México con una de Kazajstán y poder tener un programa de becas”, dice entusiasmada en entrevista con EL UNIVERSAL.
El día de la charla, a principios de noviembre, sus clases terminaron a las 6:00 de la tarde. El sol se marchó a las 7:00 y la oscuridad comenzó a ser iluminada por las luces de colores que cubren los insólitos edificios de Astaná, los de la zona llamada left bank caracterizada por construcciones modernas.
Así, Sandra recordó su primer día en Kazajstán, tras una cena en la otra parte de la ciudad, conocida como right bank —la parte antigua, donde hay edificios que datan de los años 50 y 60, bazares y restaurantes con comida típica —, donde Sandra Real dice que se puede sentir el corazón de Astaná y que es su parte favorita de la capital.
Infancia, destino
Sandra tenía 12 años cuando sus padres le regalaron el libro Países de la antigua Unión Soviética. El territorio que más llamó su atención fue Kazajstán. Ella no sabía lo que estaba observando, pero las imágenes de las estepas, las águilas, los caballos, todos representativos de la nación, la hicieron sentirse atraída y desde entonces tuvo el sueño de conocer la nación, que fue de los últimos territorios pertenecientes a la extinta Unión Soviética que se independizó y que por eso apenas tiene 25 años de historia.
Fue ese libro el que la incitó a estudiar ruso. La música y los alimentos fueron los siguientes alicientes. A Sandra le encanta la melodía del idioma kazajo, que comenzó a estudiar de forma autodidacta, y que ella considera una oportunidad para el futuro: “podría ser traductora o profesora del idioma en México o América Latina”.
La comida le resulta maravillosa, no sólo por el sabor, sino or la química, y más ahora que ya la ha probado. Su platillo favorito es el Beshbarmak —elaborado con láminas de pasta y carne de caballo— y dice que su preparación es tan esmerada que puede tardar hasta tres horas.
La embajada de Kazajstán en México la apoyó durante el proceso en que ella llegó a Astaná. Una vez ahí, Sandra no experimentó la nostalgia que creía sentiría por la distancia, por una cultura tan distinta a la suya, porque siente orgullo de estar en este país.
“Todo ha sido con base en mi esfuerzo y dedicación. Me encanta esta nación, tiene gran futuro, amplias posibilidades. La gente aquí me ha ayudado bastante. El día que me despida de Astaná lo que más voy a extrañar, además de la comida, van a ser las personas que han sido muy lindas y me han apoyado en mis estudios, en enseñarme su cultura, su historia”, comenta.
Sandra conoce ya muy bien la ciudad y enumera los sitios más representativos de memoria: el Palacio Presidencial, conocido como la Akorda (en kazajo horda blanca) y el Baiterek (monumento de 97 metros de altura que parece un árbol gigantesco con un huevo de oro en la copa), por mencionar algunos.
A quienes quieran visitar Kazajstán, les dice: “No tengan miedo de la distancia ni del idioma, sé que puede ser complicado, pero en realidad aquí hay de todo, una nación multicultural. Esta ciudad apenas está creciendo, se espera que el país pueda estar en 2050 entre los 30 mejores del mundo en cuanto a calidad de vida”.
Un pedacito de México
Sandra Real quiere tanto crear vínculos entre su país de origen con el que ahora la hospeda que ahora enseña español en la Universidad Nazarbayev. Es una actividad que realiza con gusto para difundir su idioma y la cultura de América Latina a los estudiantes kazajos.
Tiene pocos estudiantes, pero variados. Ella quiere que conozcan también de su país y así contribuir a que los lazos que la nación Kazaja empieza a tejer con México se fortalezcan desde la gente.
Sandra espera terminar sus estudios en Kazajstán en 2019 y dice que si tuviera la oportunidad de quedarse ahí lo haría. “En este país hay una grandiosa oportunidad de poder establecer varios tipos de negocios, sobre todo en mi área que son los alimentos. Aquí podría haber un gran potencial en el sector turismo. Cuando termine mis estudios no es el fin”, asegura la joven.