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“Con sólo una foto… me aseguraron que se suicidó”

IMPULSO/ Agencia SUN
Torreón, Coah.
El Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (ICJF) incineró decenas de cuerpos no identificados sin obtener su ADN, dejó todo a la confianza de reconocer familiares en fotografías y la fe de creer que una bolsa llena de cenizas era el ser buscado, es el caso de Ana Enamorado, una hondureña que rechazó aceptar unas cenizas que según el ICJF son de su hijo Óscar, desaparecido el 19 de enero de 2010.
Óscar gustaba del deporte y quería ser abogado. En 2008 huyó de la violencia de San Pedro Sula y llegó a Estados Unidos, pero unos amigos lo invitaron a trabajar en México y migró a Jalisco. El 19 de enero de 2010 se comunicó con su madre: “Estoy como en una isla. Me cambié de lugar… No te preocupes, aquí voy a trabajar unos meses”. La llamada se cortó. Ana insistió, pero nunca entró su llamada de regreso. Se enteró que su hijo llamó desde la comunidad de El Carrizo, en San Sebastián del Oeste, un municipio montañoso de Jalisco, a 70 kilómetros de Puerto Vallarta.
Desde Honduras, Ana inició la búsqueda de su único hijo. En 2012 se sumó a la Caravana de Madres Centroamericanas y desde entonces vive en México.
En Jalisco, presentó una denuncia en febrero de 2013, en la PGR, y entregó sus investigaciones, ADN, direcciones, recibos, teléfonos; todo el material para que dieran con su paradero. Pero, dice, nunca movieron un dedo. Ninguna investigación se hizo. “No podemos entrar a esa zona [en la región Sierra Occidental] es muy peligroso. Ni la policía entra”, le argumentaron los investigadores.
El 17 de febrero apareció una persona colgada de un puente en Zapopan. Personal de Províctima se comunicó en abril.
“Me mostraron una foto del rostro de ese cuerpo colgado. Sólo una foto. Le veía parecido, el cabello abundante, sus cejas. Aseguraban que había sido un suicidio, que era mi hijo”.
La hondureña pidió que le tomaran el perfil genético y corroboraran el vínculo. A los días, cuando preguntó por los resultados, le aseguraron que había salido negativo. En octubre de 2015 le hablaron de la Fiscalía de Jalisco, habían encontrado un cuerpo con las características de su hijo.
“Era el mismo, pero me mostraron muchas más fotos”. Le aseguraron que no existía ningún perfil genético de ese cuerpo y que, por el contrario, lo habían incinerado.
—Es él, su hijo. Tiene las mismas características. Aquí están las cenizas —le dijo el ministerio público José de Jesús Contreras—. Quiero pruebas. Cómo puede asegurar. Yo no le voy a aceptar cenizas. Yo nunca autoricé que fuera cremado.
Aparentemente habían hallado un celular y el Ministerio Público aseguró que venía un número que decía “mamá” y que eran números de Centroamérica. Era la principal prueba de los ministeriales para afirmar que era Óscar. De sus pertenencias, la ropa, el supuesto teléfono, todas las pruebas fueron destruidas o perdidas. Pidió entonces la sábana de llamadas, encontró que su supuesto hijo había llamado a las 04:30 y que a las 07:30 habían encontrado el cadáver. El número que decía “mamá” era de un teléfono local. Nada investigaron.
Regresó a la fiscalía en Puerto Vallarta y el ministerio público que llevaba su caso, José de Jesús Contreras, le puso su pistola en el escritorio apuntando hacia ella, entonces disparó la amenaza: “Dicen por ahí que de valientes está lleno el cementerio”.
“Sólo busco a mi hijo”, le contestó ella con la frente en alto. Para la madre, enfrentar a las autoridades se ha convertido en una pesadilla. Cuando sale de las fiscalías o los semefos, sale con un miedo arrastrando el paso.
Ana no ha visto las supuestas cenizas de su hijo. No quiere verlas. “Están bien resguardadas, bien cuidaditas”, le dicen en el IJCF.
Teresa Sordo, activista y miembro del colectivo Bordamos por la Paz, de Guadalajara, conoce dos casos donde sí aceptaron las cenizas, sin prueba científica. Ha visto las bolsas negras, como de basura, que almacenan las cenizas de los cremados. Son bolsas con un nudo y una etiqueta con las leyendas “desconocido”, “no identificado”, un número y fecha de hallazgo; bolsas apiladas que llegan hasta el techo.
“Las de abajo se les ve que ya se les zafó la etiqueta. Es obvio que no tienen el mínimo cuidado de nada. Están rebasados, no tienen personal, no tienen peritos, no tienen presupuesto”, critica Sordo.
Ana espera por las supuestas huellas dactilares que le tomaron al cuerpo incinerado, mientras espera que de Honduras le manden las huellas para comparar. Sin embargo, en su país le dicen que no hay información de Óscar, porque nunca hizo trámites. “Soy una madre que está buscando a su hijo y tengo derecho a saber la verdad”, concluye.
Sin tregua. Ana busca a su hijo Óscar desde 2012, mientras que las autoridades no lo han hecho.