IMPULSO/ Andrés Roemer
Edge.org realiza cada año una pregunta provocadora que se publica posteriormente en su compendio editorial. La pregunta del 2015 fue: ¿Tú qué piensas de las máquinas que piensan?
Mi respuesta inmediata es: Depende de lo que piensen dichas máquinas.
Sin embargo, cuando nos referimos a la capacidad de que las máquinas llegaran a pensar por sí mismas; aparece un instintivo subconsciente recurrente, el binomio reptiliano: Muerte vs. Inmortalidad.
Nuestro miedo a la muerte está, sin lugar a duda, detrás de la imaginación colectiva de robots que pueden reproducirse y que, con su pensamiento omnipotente, traicionarán y destruirán a sus creadores. Tales máquinas parecen mostrar el peligro más espantoso: el de la extinción de todo lo que nos importa. Pero nuestro cerebro reptiliano también vislumbra en los robots del futuro “al salvador”; esperando que las máquinas superinteligentes nos ofrezcan vida eterna y juventud. Podemos ver indicios de estas formas de pensar integradas en nuestro lenguaje. Mientras que en inglés los términos robot y máquina no tienen género, las lenguas latinas, así como el alemán, diferencian la palabra el robot como masculina, peligrosa y temible; mientras que la máquina es femenina, protectora y cariñosa.
Jeremy Bentham definió al hombre como un ser racional, pero sabemos que no lo somos. Todas las personas a veces piensan y actúan de manera irracional debido al poder del cerebro reptiliano, y los impulsos reptiles han sido y siguen siendo el centro de la evolución de la inteligencia. Sentir es lo más profundo del pensar. Por lo tanto, una máquina que crece exponencialmente en su velocidad de procesamiento de datos cada dieciocho meses, que derrota la inteligencia natural en un juego de ajedrez y que puede diagnosticar enfermedades con precisión, es muy impresionante; pero es un término que es demasiado distante y limitante a lo que significa sentir. Impactante sería que la máquina que ganó en ajedrez, esté consciente de su victoria.
Por lo tanto, al pensar en las máquinas que piensan, deberíamos hacernos preguntas reptilianas, tales como: ¿Arriesgarías tu vida por una máquina? ¿Dejarías que un robot fuera un líder político? ¿Estarías celoso de un robot? ¿Pagarías impuestos por el bienestar de un androide? ¿Pondrías tulipanes en la tumba de tu robot? O aún más importante… ¿Mi robot pondría tulipanes en mi tumba?
Reconocer el poder del reptiliano en nuestro pensamiento acerca de las máquinas que piensan nos ayuda a ver más claramente las implicaciones y la naturaleza de un algoritmo que realmente puede dudar y comprometerse, y el tipo de inteligencia artificial a la que deberíamos aspirar: más inteligencia y menos artificialidad. Si nuestra biología diseñó la cultura como una herramienta para la supervivencia y la evolución, hoy en día nuestra inteligencia natural debería llevarnos a crear máquinas que sean empáticas y coadyuven a la prosperidad incluyente. Bueno, palabras más, palabras menos, esto es lo que yo escribí en el libro editado por John Brockman en el año 2015. Pero, ¿tú qué piensas?
Este artículo toma como referencia mi escrito publicado en el libro de John Brockman, What to Think About Machines That Think: Today’s Leading Thinkers on the Age of Machine Intelligence? (2015) Editorial HarperPerennial.