IMPULSO/ Agencia SUN
San José, Costa Rica
Una duda persiste en el turbulento calendario político de Venezuela, al cumplirse, este sábado, 20 años del inicio de la revolución venezolana: ¿Cuánto tiempo más podrá subsistir el proyecto revolucionario, bautizado socialista y bolivariano, inaugurado el 2 de febrero de 1999 por el teniente coronel Hugo Chávez Frías y cuyo futuro es incierto, al estar hundido en la peor crisis política, socio-económica e institucional de Venezuela del siglo XXI y una de las más agudas en sus 208 años de vida independiente?
Hoy, los ciudadanos denuncian que el presidente Nicolás Maduro sepultó el proyecto de Chávez. Son disidentes, ex altos funcionarios que consideran “ilegítimo” a Maduro, aunque no todos apoyan al jefe parlamentario opositor Juan Guaidó, proclamado mandatario interino.
Con el mundo al pendiente del acontecer venezolano y en un confuso juego de pronósticos, surgen otras preguntas: ¿hay revolución socialista?
¿Lo que existe es lo que Chávez ideó para su país?, que está sumido en el caos por escasez de medicinas, alimentos y artículos básicos, debacle social, récord hiperinflacionario mundial, intensa represión política, conmoción institucional y el éxodo de millones de ciudadanos al exterior.
¿La revolución venezolana sólo fue un plan concebido en Cuba cuando Chávez visitó La Habana en 1994 y Fidel Castro (1926—2016) le recibió personalmente al bajar del avión en la pista del Aeropuerto Internacional José Martí?
Favorecido por un indulto presidencial, Chávez salió de una cárcel venezolana el 27 de marzo de 1994 tras purgar prisión desde el 4 de febrero de 1992 por dirigir un fallido golpe de Estado y después entró en la órbita de Castro.
¿Entendió el líder cubano que Chávez, todavía inexperto y novato, podría alcanzar el poder en Venezuela y convertirse en la tabla de salvación petrolera y económica de Cuba?
¿Visualizó Castro lo que Chávez y una revolución en Venezuela significarían para Cuba, arrinconada desde la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, y el casi inmediato desplome del campo socialista de Europa del Este, encabezado por la entonces Unión Soviética (URSS)?
Colapsado el bloque comunista europeo, al que se alió la revolución cubana de la mano de Moscú, su impacto provocó el 25 de diciembre de 1991 la desintegración de la URSS, metrópoli del bloque comunista europeo y principal socio de La Habana por más de 30 años. En este panorama, Venezuela con Chávez emergió ante Castro como fuente de oxígeno para su revolución.
Por eso, 1999 fue precedido por 1979 y 1959 en el almanaque revolucionario continental.
Con 20 años de diferencia, los triunfos que marcaron el arranque de las revoluciones de Cuba, el 1 de enero de 1959, y de Nicaragua, el 19 de julio de 1979, tuvieron varios sellos en común: ganaron el poder a balazos luego de una sangrienta guerra de guerrillas y con políticas contra Estados Unidos, al que culparon de sostener a otros gobiernos, el del cubano Fulgencio Batista y el del nicaragüense Anastasio Somoza, a los que derrocaron.
A diferencia del cubano Castro y del nicaragüense Daniel Ortega, desalojado del poder por los votos en 1990, reinstalado vía electoral en 2007 y controversialmente reelegido al menos hasta 2022, Chávez no alcanzó el mando por la ruta armada, sino que lo ganó el 6 de diciembre de 1998 en las urnas y juró sobre la Constitución tras calificarla como “moribunda”.
Luego de 20 años del triunfo revolucionario en Cuba ocurrió el de Nicaragua y, dos décadas más tarde, el de Venezuela. Así se cerró el ciclo: por primera vez desde 1959 y 60 años después de que cada 20 hubo una revolución en el Hemisferio Occidental, se rompió la cadencia porque en América Latina y el Caribe no hay expectativa real de que un proyecto similar antiWashington podrá instalarse en algún país americano en 2019.
En el país sudamericano, algunos están agrupados para promover una salida negociada; sin embargo, acusan a ambos polos de empujar al país a una intervención militar extranjera y una guerra civil.
Explican que el proyecto se agotó por una visión del socialismo en la que el Estado controla todo, una “oposición extremista” que nunca reconoció a Chávez y la radicalización posterior al golpe de Estado de 2002.
Transcurridos dos decenios de abierto el proceso chavista, la oscilación de las manecillas en Caracas parece regresar al espíritu de 1989 y no de 1959, 1979… o 1999.