Octubre 7, 2024
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IMPULSO/ José Antonio Aspiros Villagómez

El Presidente de Hungría renunció por plagios en su tesis

El plagio y la piratería son temas recurrentes que cobran notoriedad en la medida en que sus protagonistas son conocidos.

Por eso, el caso de la tesis del presidente Enrique Peña Nieto ha recorrido las redes y los medios de comunicación, aunque con poco énfasis.

En síntesis, se debe recordar que el 21 de este agosto, en el programa de la periodista Carmen Aristegui, se dio a conocer que, en su tesis para titularse como licenciado en Derecho por la Universidad Panamericana en 1991, el hoy presidente plagió “al menos 197 párrafos de los 682 que integran el texto titulado ‘El presidencialismo mexicano y Álvaro Obregón’”.

No hubo respuesta de parte del inculpado, pero sí de su vocero Eduardo Sánchez, para quien, “por lo visto, errores de estilo como citas sin entrecomillar o falta de referencia a autores que incluyó en la bibliografía son, dos décadas y media después, materia de interés periodístico”.

El caso tiene varias facetas, se puede juzgar el oportunismo de la denuncia periodística en vísperas del informe presidencial, en el contexto de la constante victimización de Aristegui, el principio ético de no robar textos ajenos para presentarlos como propios y las implicaciones jurídicas que pudieran derivarse de la legislación sobre derechos de autor. Incluso la disculpa del señor Sánchez a nombre de su jefe -“errores de estilo”-, que mereció este fin de semana una respuesta por parte de la Asociación Mexicana de Profesionales de la Edición, AC (PEAC): “los profesionales de la edición abajo firmantes preguntamos: ¿a qué estilo se refiere?, ¿al estilo de la Universidad Panamericana?, ¿al estilo del autor de la tesis?, ¿o está diciendo que fueron errores del trabajo de corrección de estilo?”.

En esa carta que circula por las redes sociales, PEAC puntualiza que “verificar la originalidad y pertinencia de los contenidos no es, ni nunca ha sido, parte del proceso de corrección de estilo, por lo que tampoco es responsabilidad del corrector poner comillas o marcar citas no indicadas por el autor”. Y aclara que corregir el estilo consiste en cuidar de manera integral un texto ajeno, “tanto en su aspecto formal como en su contenido”. O sea que, “además de detectar erratas y deficiencias gramaticales u ortográficas, un corrector cuida que los documentos que trabaja cumplan con la función comunicativa para la que están destinados”.

Para los miembros de PEAC, el problema en la tesis del presidente no es la ausencia de comillas, como trató de minimizar el vocero, ya que “con palabras también se indica cuando se retoman ideas de otras personas”, sino que “la cohesión y coherencia de un documento estarían seriamente comprometidas si éste se conforma de citas textuales (entrecomilladas o no) sin que el autor las justifique”.

Entre las informaciones y comentarios que generó el caso, hubo una entrevista de Enrique Hernández Alcázar (W Radio, 22 de agosto) al magistrado del Poder Judicial de la Ciudad de México, Eduardo Alfonso Guerrero Martínez, quien fue asesor de la tesis del hoy Presidente, sugirió que la culpa no fue del autor, sino de los que transcribieron la tesis porque en ese tiempo no era como ahora en que “tú llevas el disco o la USB y te la imprimen tal como viene”.

El entrevistador le preguntó entonces: “¿pero a poco en la máquina de escribir no se podían poner comillas?”. Y la respuesta fue: “A ver, sí se pueden poner comillas, pero imagínate, se pasan uno, dos, tres párrafos y eventualmente se pudieran haber saltado la persona que transcribió esas comillas”.

Ante ese argumento, PEAC consideró que “no es posible lo dicho por el magistrado (…), quien afirma a manera de desagravio que las comillas desaparecieron en la imprenta durante la transcripción”. Y explicó dicha asociación que “ni ahora ni en el siglo XVI, las imprentas han tenido la facultad de alterar contenidos en los textos que se les entregan; desde entonces a la fecha, hay un control de calidad que busca cubrir los naturales errores humanos: nuevamente, es responsabilidad de quien firma (y quien respalda) revisar lo que habrá de publicarse”.

Termina la carta de PEAC con la sentencia de que “no sólo es falto de ética publicar como propias ideas y redacciones de otras personas, también lo es pretender delegar la responsabilidad de ello a los procesos editoriales”.

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