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IMPULSO/ José Antonio Aspiros Villagómez

Júpiter, la estrella fracasada (2)

Estaba este tecleador en la ya extinta Asociación Mexicana de Periodismo Científico (AMPECI), en los tiempos en que el CONACYT nos había impartido diplomados en esa disciplina, cuando la revista En Todamérica publicó el texto ‘Júpiter, el otro sol’ (mayo de 1983), que ahora se rescata -o exhuma- tras la noticia de que la sonda Juno, de la NASA, llegó a la órbita del gigantesco planeta y con sus investigaciones podría corroborar lo que entonces publicamos:

 

“Cuando uno ha aprendido en la escuela, casi como un dogma, que en nuestro sistema solar existen una estrella y nueve planetas (Plutón no había sido degradado), sólo con base en un mayor conocimiento sobre la mecánica de la ciencia le es dable admitir que la verdad puede ser otra: dos soles y ocho mundos conocidos.

Gracias a los adelantos de la observación astronómica y a la ayuda que le ha prestado la astronáutica en los lustros recientes, ahora los científicos están casi convencidos de una nueva hipótesis: Júpiter no es un planeta, al menos no del tipo común, en opinión de Carl Sagan, es una ´estrella fracasada´, y para los soviéticos, dentro de tres mil millones de años (ya falta poco), señoreará como un segundo sol.

Mientras en torno al astro rey giran nueve planetas, alrededor de Júpiter tienen su órbita 16 satélites; el conjunto forma un sistema solar ´en miniatura´, y así como uno de los planetas -la Tierra- propició el desarrollo de la vida, hay sospechas de que algún día serán esclarecidas, de que “Europa”, una de las lunas jupiterianas, también aloja formas de vida primitiva.

Hace tres décadas, los estadounidenses Kenneth Franklin y Bernard Burkin establecieron que Júpiter es una fuente poderosa de emisiones de radio, como lo son las estrellas, las galaxias y las nebulosas; en septiembre de 1974, la NASA reveló que su sonda Pionero 10 había descubierto que Júpiter es una bola de hidrógeno líquido con intenso calor, corrientes eléctricas y sin una superficie visible.

Por entonces, el doctor John Wolfe describió ese mundo como “un planeta en muchas formas… pero en otras es un pequeño sol”. Y tres años más tarde, astrofísicos soviéticos dijeron que podría tratarse de una estrella desvaneciente, hermana menor del Sol.

Las sospechas de los hombres de ciencia comenzaron a finales de la década de los sesenta cuando se encontró que ese planeta irradia más energía que la que recibe del Sol, por lo que posee su propia fuente nuclear, cosa que no ocurre en los demás planetas. A. Suchkov, investigador soviético doctorado en física y matemáticas, supone que en las entrañas de Júpiter transcurre una reacción termonuclear.

El famoso científico Isaac Asimov, aun cuando no hace mención específica de la hipótesis estelar, califica a Júpiter de “sospechoso” y lo ubica “al borde de una ignición nuclear” que, advierte de manera tranquilizante, no llegará a producirse: siempre estará solamente al borde.

Mientras que Asimov sostiene que el planeta mayor del sistema irradia al espacio unas tres veces más energía que la que recibe del Sol, para Sagan, sólo es casi el doble, y los soviéticos -sin precisar- afirman que “la supera notablemente”.

Es conocido que el Sol expulsa sin interrupción una enorme cantidad de energía y de sustancia, llamada viento solar, y que consiste en un flujo de protones y electrones. El cosmofísico de la URSS, R. Salimzibárov, explica que con ello ayuda a Júpiter a convertirse en una estrella joven, pues lleva miles de millones de años recogiendo ese polvo, con lo que aumenta su masa y su energía.

Ese gigantesco mundo también atrapa meteoros y cometas, y con esa dieta lo menos que puede hacer es transformarse en un fortachón que dentro de tres mil millones de años será otro Sol.

El hidrógeno líquido que constituye en gran parte la masa de Júpiter es un superconductor de las corrientes eléctricas que se forman con los electrones y protones del polvo estelar atrapado y que se mantienen cautivas en torno a un enorme campo magnético.

Desde 1977, la agencia TASS reveló que, para los sabios del Kremlin, las reservas de combustible del planeta en cuestión, lejos de estar agotadas, apenas comienzan a ser utilizadas y su masa crece sin cesar por todo lo que devora”.

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