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Terrorismo y crimen organizado, crecen los nexos

Mauricio Meschoulam

“De criminales a terroristas ¿y de vuelta a criminales?” es el nombre del proyecto de investigación más largo y ambicioso de GLOBSEC, una organización de Europa Central dedicada a la seguridad internacional. Paralelamente, un reporte preparado por la UE sobre crimen organizado, destaca los crecientes vínculos que se han venido estableciendo entre organizaciones terroristas y organizaciones criminales.

De igual manera, el Índice Global de Terrorismo (IEP, 2017) explica la evolución de los métodos de financiamiento de distintas organizaciones terroristas, con especial atención en ISIS y cómo es que en la etapa que esta agrupación está viviendo tras sus pérdidas territoriales, está recurriendo al narcotráfico de manera más intensa.

El reporte de la UE indica que, tras los ataques de París y Bruselas, se han encontrado fuertes lazos entre las células autoras de los ataques y organizaciones de tráfico de drogas, armas, documentos y migrantes. El que dichas agrupaciones utilicen actividades criminales para asistir a sus metas no es nuevo.

Lo que parece resaltar en los últimos tiempos es la velocidad con la que ciertos atacantes terroristas se radicalizan y deciden cometer sus actos, lo que propicia que busquen acceder a las vastas herramientas que el crimen organizado ha desarrollado con el fin de acelerar la comisión de atentados.

De acuerdo con el Índice Global de Terrorismo, en el pasado, grupos como Al Qaeda se fondeaban principalmente con donativos de fundaciones, organizaciones religiosas o simpatizantes, secuestros y extorsión. Hoy, varias de estas agrupaciones han incluido al narcotráfico como medida de financiamiento.

El caso de ISIS es particularmente notable. Bajo circunstancias de pérdidas territoriales y caídas de ingresos, esa organización ha tenido que ir mutando hacia el tráfico de drogas como medio alternativo para financiarse, y hay que considerar que ISIS y sus filiales tienen operaciones en 26 países, desde Afganistán hasta el norte de África.

Este panorama exhibe al menos dos riesgos, los cuales, si bien ya existían, tenderán a incrementarse. Por una parte está la utilización de actividad y redes criminales para facilitar ataques terroristas específicos y, por el otro lado, está el empleo de esas actividades y redes para sostener a organizaciones terroristas en el largo plazo.

Lo esencial consiste en que esas piezas componen un mismo sistema. En ese sistema, se mueve dinero, se trafica con armas, drogas, personas, combustible o con otros productos ilícitos. Las redes de “lavado” de dinero, las redes de tráfico de migrantes y las rutas por las que éstos son trasladados, la producción, distribución y consumo de droga, entre otros elementos, son partes de ese sistema compartidas por criminales y terroristas sin ideología o religión de por medio.

Los factores que hermanan y a veces fusionan a esos distintos tipos de actores, están presentes en diversas regiones y tienen que ver con asuntos internos —como la debilidad estructural de los estados nacionales— y con factores externos como los mercados de drogas, de armas, los avances en tecnologías de comunicación o sofisticación financiera.

Escribo esto, obviamente, pensando en México, pues debemos asumir que no sólo tenemos una enorme lista de tareas que cumplir a nivel interno, sino que, además, estamos sujetos a una serie de circunstancias internacionales que no siempre dependen de nosotros, pero que se han venido convirtiendo en riesgos con los que también nos toca lidiar.

A veces, mirar afuera de casa no sólo es aleccionador, sino inescapable. Twitter: @maurimm