Julio 16, 2024
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IMPULSO/ Guillermo Fadanelli
Periódico mural II

La semana pasada, escribí algo sobre aquel modesto periódico mural que en complicidad con unos amigos creamos en la Facultad de Ingeniería hacia finales de los años 80. Aquí, añado el fragmento de una nueva novela que amplía un poco el sentimiento que me movía en aquella época y en la que utilizo un seudónimo: Fandelli, como las lijas.

“Está contento como una pizza, W. Fandelli, viviendo ahora en el Centro; san Jerónimo 28, departamento uno. La vecindad del siglo XIX habitada por viejos en su mayoría, no los ven mal, a Fandelli y a la bailarina que se consiguió, siempre que éstos sean respetuosos y no ruidosos ni majaderos, pero son raros, los jóvenes, estos jóvenes, ¿qué se le va a hacer? Andan por allí reinventando lo muerto, lo que ya tuvo lugar, bautizando cadáveres, mostrando a los fiambres cómo respirar; los ancianos vecinos comprenden cómo es la cosa de los niños modelando otra vez calaveras e incluso los saludan, afables, reservando su amargura; los viejos y ancianas no desean saber el nombre de los jóvenes vecinos mientras éstos sean comprensivos y cooperen con dinero para las fiestas dedicadas a la virgen y paguen sus cuotas y no entrometan drogadictos ni tumultos al pasillo principal.

´ ¿Te molesta la ofrenda a los santos y cualquier rito religioso?´. `Sí, no soporto la idolatría; hoy en la noche, voy a quemar a sus santos´. ´ ¡No!, mejor coopera, da cincuenta pesos y haz reverencias y siempre ten prisa y no te enfrasques en discusiones religiosas, Fandelli, pues al final terminas ensartado y siendo arrogante y recitándoles los anatemas de algún filósofo que ellos desconocen y entonces todos se vuelven la misma enredadera hablando de lo que no saben y de gente que ni conocieron de éste y del otro mundo. Los argumentos no benefician a nadie y todos tropiezan, viejos y jóvenes. Nada se hará en el pasillo principal de la vecindad sin que las pupilas de los señores vecinos ancianos se posen en cada uno de tus movimientos, sus pupilas vigilan tu juventud, y por ello deberás encerrarte a piedra y lodo para escribir, drogarte o fornicar como gato e imaginar lo famoso que serás cuando se conozcan tus libros y tus hazañas románticas, el revolucionario nihilista, el antirrevolucionario anarquista. Eso es lo tuyo. ¿No eres un artista maldito, Fandelli? ¿No has llevado todas tus acciones hacia ese punto? Abandonaste los estudios de ingeniería porque te fue difícil aprovechar la oportunidad de ser un profesionista o de estar a la altura de tu responsabilidad, construir puentes y nuevos caminos, subir en la espalda de tu padre y alcanzar los cocos de la palmera, pobre desgraciado.

´Yo lo que quiero es destruir, echar abajo lo que estorba al alma, la mía, mi ánimo de extranjero que está a punto de marcharse. ¿Cómo vas a pagar las esperanzas puestas en ti y el dinero gastado y los amaneceres abatidos por tus berridos cuando apenas eras un niño? En las calles Nevado cerca de Churubusco, luego Carmen, en la Ramos Millán, y después Avenida 9, en colonia Independencia. A alguien se deben entregar las cuentas de una vida, aún desperdiciada y tambaleante. Los negocios de la edad se aproximan. Corre. Hacia donde te indiquen los testículos y las pupilas medrosas. Corre. Así corriste y te largaste de ingeniería porque los cálculos no terminaban de encontrar algún orden coherente en tu mente oscurecida por las nubes que te siguieron desde que botaste de aquella bella panza todavía sin fisuras. La vida llegó y tú fuiste la fisura más grande en aquel vientre inocente´. ´No los hay, ¿qué vientre es inocente? Yo flotaba y la luz negra no me dejaba ver ni pensar. Y de pronto… ya lo he dicho esto antes, creo que me parieron. Y los cálculos sí me cuadraban, pero apenas si les echaba un ojo, los números eran más sencillos que las letras´. En la Facultad de Ingeniería escribías en un periódico mural, inmensa payasada de un grupo de estudiantes, allí en la entrada del edificio principal para que todos vieran las letras, tu caligrafía de dólmenes calmantes y ¡tus ideas! La copia aberrante de los libros leídos de Ivan Illich, Kolakowski o de Cioran. Las lecturas pesan y hay que tener piernas para soportarlas, por ello tu caligrafía y tus emes y erres se caían, arrodilladas, balbuceaban y medio se levantaban. ¿Querías ser visto y escuchado W. F, es decir, Water Falso? La Nueva Edad Media. Se les ocurrió el título del periódico luego de leer un ensayo de Umberto Eco. ¡Qué bien entendiste lo que Eco avizoraba! No, no entendiste nada, y cualquiera te lo demuestra con los sencillos cálculos que tú no lograste realizar. ‘¡Pensar no es calcular!’, gritabas a los cuatro vientos y no sabías si citabas a Hobbes o a Locke. La filosofía tampoco fue lo tuyo, la usaste como puerta de escape, como horizonte donde deslavarse, descargarse, tirarse a pacer. Cuántos años leyendo a Heidegger, Ser y tiempo y amargando la vida de la bailarina, llenándola de disquisiciones que ni tú mismo comprendías. Ella no tenía que saber nada sobre el ser ahí, es decir el tú lanzado como excremento desde una residencia feudal y metafísica, o desde la colina escarpada o desde la luz negra del vientre amable y malvado que no logró resistir y abrió las puertas. Ensuciar el sexo con tales preguntas, a tu bailarina, sólo tú, Fandelli, que no sabías distinguir las sombras que son cuerpos, de los cuerpos que son sólo alucinación y neblina. ´El hombre es un ser lanzado allí, a un vagar en dirección a cosas´. Sólo tú porque crees que medir un metro ochenta y cinco centímetros te daba derecho a algo. A nada. Sólo a ocupar más espacio. Y eso no es un derecho, ¡es una calamidad! Lo que se expulsa del vientre no posee derechos, algún maquiavélico idealista se los inventa, se le dan alabanzas civiles al feto, como lo hacían tú y tus amigos en la Facultad. ¿Su periódico mural? Vaya tontería”.

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