IMPULSO/ Andrew Selee
El gobierno mexicano ha deportado a 33% más centroamericanos en Junio que en Mayo, que había sido el mes con mayores deportaciones en la historia, y como consecuencia, el número de migrantes detenidos en la frontera de Estados Unidos con México también bajo en un 32%, según cifras preliminares. Echar mano de todos los recursos existentes — Guardia Nacional, Policía Federal y algunos elementos de la Marina y el Ejército, en apoyo del Instituto Nacional de Migración — logró el propósito buscado, de empezar a detener a un flujo inusitado de migrantes irregulares de Centroamérica y evitar mayor conflicto con el gobierno de Trump en este tema.
No es claro aún si estas cifras son suficientes para evitar nuevas negociaciones con el gobierno de Estados Unidos sobre un acuerdo de tercer país seguro, que haría a México responsable de procesar las aplicaciones de asilo de todos los migrantes centroamericanos y de otros países quienes quieren llegar a Estados Unidos, pero es posible que se postergue ese debate un poco por el éxito alcanzado.
Pero si bien hay que reconocer este avance en control fronterizo y migratorio de parte del gobierno mexicano, habría que cuestionar si estos esfuerzos, tal y como se están haciendo ahora, pueden durar. México necesita la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas para otras tareas, especialmente en la lucha contra el crimen organizado, y dudo mucho que puedan volverse parte de un sistema de control migratorio permanente, por lo que habrá que pensar en el menú de opciones que tenga el gobierno mexicano para fortalecer sus instituciones migratorias, incluyendo los que tienen que ejercer el control fronterizo como los que se encargan del asilo y de visas, esfuerzos que pueden disminuir la presión de la migración indocumentada.
Me tocó esta semana estar en Centroamérica, y sin duda el panorama es bastante mixto ahí. En El Salvador se vive un respiro político después de las elecciones y la inauguración de un presidente joven y creativo quien genera esperanzas en amplios sectores de la población. Habrá que ver si este optimismo sigue al futuro, pero por ahora muchos salvadoreños están dispuestos a esperar a ver si mejora el país, y está relativamente más baja la migración de ese país.
Honduras, en cambio, está viviendo convulsiones políticas y sociales extremas, con paros laborales, protestas y asesinatos políticos, además de una situación económica y de seguridad difícil, así que no es de sorprenderse que la migración desde ese país haya aumentado en los últimos meses.
En Guatemala, pareciera que hay calma, pero también hay mucha desesperación por una situación que no mejora y una elecciones entre candidatos presidenciales muy cuestionados por la sociedad y que no dan esperanza de un cambio. Ahí las condiciones endémicas de pobreza, sequía y violencia, además de la atracción de trabajo en Estados Unidos, fomentan la migración.
Y este año, el 7% de los que llegan a la frontera México-Estados Unidos provienen de otras partes del mundo—Cuba, Haití, Venezuela, Nicaragua, países Africanos, India, China, Afganistán y otros tantos—quienes mayormente pasan por Sud y Centroamérica antes de llegar a México, en su camino hacia los Estados Unidos. Habría que ver que se puede hacer con los países de paso, como Panamá, Costa Rica, Brasil, Colombia y Ecuador, para contrarrestar los grupos de tráfico de migrantes, que han ido expandiendo este flujo migrantes que provienen de puntos más lejanos.
No hay soluciones para parar todo el flujo migratorio irregular. La desesperación en algunos países—sobre todo Honduras y Guatemala, pero también Venezuela, Cuba y Haití, entre otros—es tal que algunos van a arriesgarse en el viaje al norte, con o sin papeles legales, pero hay medidas que se puede usar para bajar el número de migrantes irregulares y esto se puede hacer con una visión humanitaria y de largo plazo, si el gobierno mexicano así lo quiere hacer.