Noviembre 19, 2024
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Síntesis mexiquense

IMPULSO/ Ángel Díaz del Río
Oportunistas

Los partidos opositores a los que gobiernan se valen de todo en épocas de campaña para pegarle al candidato “oficial”. Y si bien dicen que en la guerra y en el amor siempre se vale utilizar todas las artimañas que se le ocurran a los contrincantes, en las campañas, no suele ser así, por lo menos no de manera legal.

Esto tiene que ver con las denuncias que suelen presentar no sólo los candidatos en sus discursos y en sus arengas, sino también los dirigentes partidistas y los representantes de los partidos que postulan a tal o cual candidato.

Y como pegarle al Gobierno en turno también sirve para pegarle al candidato del partido en el poder, entonces, el deporte preferido es enderezar las críticas en contra del Gobierno en turno, y se vale de todo.

Por ejemplo, desde que iniciaron las campañas, en los portales noticiosos afines a partidos como el de la Revolución Democrática o del Movimiento de Regeneración Nacional, han aparecido críticas severas en contra del Gobierno de Eruviel Ávila Villegas. También algunos diarios que circulan en la Ciudad de México han dirigido sus reportajes y sus críticas con ese afán.

El motivo, además, les reditúa porque el Gobernador, los integrantes de su equipo de trabajo y, sobre todo, los encargados de la comunicación social están impedidos de hablar a los medios de comunicación por la veda electoral.

Entonces, esto es como si en una competencia de boxeo uno de los contrincantes estuviera atado de manos y el otro tuviera el campo libre para pegarle en el rostro, en el cuerpo, en los brazos, literalmente en donde se le pegara la gana hasta el cansancio, sabedor de que su contrincante no le responderá.

Así de sencillo, esto es resultado de las extrañas reglas electorales que rigen a los procesos en nuestro país. Las cosas deben cambiar y mucho, quizás no para las próximas elecciones federales porque ya es muy pronto, pero sí para las siguientes. Las reglas deben cambiar y mucho, empezando por terminar con el absurdo financiamiento público, que tenía sentido cuando había inequidad, entonces, se buscaba de esa manera que la competencia fuera pareja.

Luego pensaron que, usando dinero público, los partidos y sus representantes se alejarían de la tentación de usar dinero fácil o mal habido, dinero proveniente del crimen organizado o de sus representados.

Pero ahora las cosas han cambiado mucho, ya no existe tal inequidad, los partidos están cada vez más parejos en todos los sentidos; ahora, por lo menos los más grandes, tienen mayor organización, más militantes y simpatizantes y mayor capacidad de organización y de captar recursos de la sociedad civil. La mejor prueba de ello es Andrés Manuel que todo critica, pero que se olvida de transparentar el origen de los recursos que utiliza para movilizarse, que no son pocos y que le han permitido mantener una presencia constante en todo el país desde hace por lo menos 18 años, así de sencillo.

Así que esas cosas deben cambiar, como deben cambiar las tontas reglas de callarle la boca a los gobiernos de todos los niveles durante la época electoral y dejar de lado los programas sociales durante el proceso electoral. Todo eso tiene que cambiar porque eso de echarle la culpa de todas esas sandeces a la equidad electoral es como pensar que los mexicanos aún nos chupamos el dedo, dicho sea con todo respeto.

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El Diablo anduvo suelto este fin de semana y mire, amable lector, si no: un autobús se estrella en pleno paseo Tollocan, otro con pasaje choca contra varios autos estacionados.

En el primer caso, resultaron siete personas heridas cuando el camión de transporte de personal chocó contra la barra de protección. En el segundo caso, acaecido en Malinalco, el autobús en cuestión perdió el control presuntamente porque le fallaron los frenos.

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De lo bueno del fin de semana fue el aseguramiento del ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, a quien apresaron en Guatemala; según el Gobierno, gracias a un arduo y exitoso trabajo de inteligencia, según la vox populi, fue una periodista la que dio el chivatazo que terminó con la detención de este hombre, que de pronto se convirtió en uno de los delincuentes más buscados por la policía mexicana. Duarte de Ochoa pasó de la gloria al infierno en apenas en unos meses.