IMPULSO/ Ángel Díaz del Río
Fantasma del 88
Dicen en mi pueblo que el poder desgasta, más cuando un grupo lo ha detentado por más de 80 años. Acaso habrá llegado el tiempo en que el Partido Revolucionario Institucional entregue la Gubernatura mexiquense, y si así fuera, quién o qué partido resultaría ser el favorecido por la ciudadanía, ese ente amorfo, sin rostro, sin color, veleidoso y las más de las veces siempre dispuesto a vender su amor al mejor postor o a la cara más bonita.
¿Será cierto que vivimos tiempos de cambio?, ¿qué tan cierto será que los paradigmas que todavía hace seis años funcionaban son ahora letra muerta? ¿De verdad el gasolinazo habrá afectado tanto el bolsillo y el hígado de los electores mexiquenses como para dejar de votar por un partido al que en las últimas elecciones gubernamentales le entregaron más de tres millones de votos?
Cuántos de esos votantes seguirán siendo fieles a los colores del Tricolor por conveniencia, por miedo, por tradición, por orgullo o, simplemente, por costumbre.
Cuántos de los indecisos o de los que nunca votan, de esos que sólo son buenos para echar madres en el Facebook contra el sistema, contra el PRI y, en ocasiones, contra todos los políticos en general, cuántos de esos, decíamos, se sacarán de encima la modorra social y acudirán a votar esta vez.
¿De verdad hay hartazgo entre la población contra el PRI y los priistas?, ¿de verdad quieren un cambio?, ¿anhelamos que triunfe lo inesperado, como cuando le entregaron el país a Vicente Fox?
Hay apuestas serias sobre la permanencia del PRI en el poder otros seis años y pocos apuestan a favor de Alfredo del Mazo, son más los que piensan que ya es hora de que haya un cambio.
Y mire, amable lector, cómo son las cosas, justo ése era el viento que respirábamos en el 88, cuando un grupo de notables, enojados porque el sistema no les dio lo que creían que les correspondía, decidieron crear el Frente Democrático Nacional con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a la cabeza y atrás de él una extraña mescolanza de ex priistas, “izquierdistas”, “comunistas”, revolucionarios sin revolución y socialistas descoloridos, nada bueno debía salir de ese experimento y así fue.
Pero en esos momentos todo el país estaba caliente, había vientos de cambio, la moda era ser cardenista, echar madres contra el PRI y gritar a todo pulmón que ahora sí el país iba a cambiar, no habría corrupción, tendríamos más seguridad y el peso alcanzaría mejores cotas de valuación frente al dólar o que el salario mínimo sería por fin digno.
¿Y qué pasó?, el despertar fue terrible, la resaca de la borrachera electoral, espantosa, nadie podía creer en los resultados y más desconcertante fue observar cómo el ídolo de piedra se venía abajo. El Cárdenas incorruptible, valiente, echado para adelante, que le plantaba cara a los presidentes de la República, se apocó de pronto, se hizo chiquito y no quiso encabezar la revolución social que le planteaban los seguidores.
El resultado todos lo sabemos bien, Carlos Salinas de Gortari fue presidente de la República aun con la sospecha de trampa en los resultados; al poco tiempo, tenía al país en sus manos, enamoró a empresarios, a literatos (dicen que los compró), la gente pobre fue feliz a su lado, los priistas fueron orgullosos de serlo y el país vivió en paz un idilio que sólo fue roto en el último año por la guerra de los zapatistas, por el desplome del peso, porque se cayó el andamiaje que con tanta pasión, dedicación y esfuerzo había tejido Salinas.
Ahora, en el Estado de México, estamos viviendo una situación muy parecida, Andrés Manuel López Obrador se ha encargado de enamorar a la gente, de decirles que Delfina Gómez Álvarez es la mejor opción y la gente, muchos ciudadanos, han caído en el embrujo.
Poco importan las veleidades en que ha incurrido el tabasqueño, las mentiras reiteradas, su facilidad para arrojar la piedra y esconder la mano, su proclividad a esconderse cuando alguno de sus colaboradores incurre en actividades ilícitas o condenables, nada de eso importa, Andrés y Delfina representan una esperanza de acabar con más de 80 años de lo mismo y de los mismos. Los electores dicen que prefieren a la hija de un albañil que al güero que nació en pañales de seda. El 24 de junio será la verdadera encuesta, mientras tanto, el fantasma del 88 ronda a López Obrador y a sus seguidores.