IMPULSO/ E. F. Gallardo Sánchez
Francisco I
No cabe duda que lo que critica el líder moral de Morena, Andrés Manuel López Obrador, no les queda claro a los diputados de este partido en el Estado de México,
pues, como dice “El Peje”, ni Obama tiene aviones o propiedades como Peña y Yunes, lo cual califica de irresponsabilidad; sin embargo, resulta que los diputados de este partido en la LIX Legislatura del Estado de México ni siquiera asisten a las reuniones de comisiones y, muchas veces, ni a las sesiones convocadas para analizar las iniciativas de ley; para justificar su irresponsabilidad legislativa, critican el trabajo de los diputados que sí cumplen con su trabajo y a la ciudadanía del Estado de México, eso sí, cobran religiosamente su sueldo, por cierto, no devengado.
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En una de tantas entrevistas que el papa Francisco ha concedido a los representantes de los medios de comunicación que cubren regularmente sus actividades, éste afirmó que él no es nadie para juzgar a los homosexuales y que no se debe marginar a nadie de la sociedad. El problema, dijo, son los “lobbies” de cualquier tipo, no las tendencias, esto en referencia a que hace unas semanas reconociera que en el Vaticano existe un lobbing gay muy poderoso.
“Si una persona es gay y busca al Señor con buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”, cuestionó el Papa. Las palabras de Jorge Mario Bergoglio contrastan con las de su predecesor, Benedicto XVI, quien dijera que las uniones homosexuales eran “una grave amenaza para la paz y la justicia”.
Jorge Berboglio habló también del escándalo que explotó en el Vaticano con monseñor Battista Ricca, prelado del Insituto para las Obras de la Religión (IOR), denunciado en los medios por haber mantenido una relación homosexual en 2000 en la nunciatura de Montevideo, Uruguay.
“Sobre monseñor Ricca, he hecho lo que el Derecho canónico manda a hacer, que es una investigación previa, y en esta investigación no hay nada de aquello que lo acusan, no hemos encontrado nada”, dijo Bergoglio.
El catequismo de la Iglesia dice que estas personas no deben ser discriminadas, sino apoyadas, el problema no es tener esta tendencia, son hermanos, el problema es hacer lobbing, éste es el problema más grave.
Ésa no fue, por cierto, la única ocasión en que el máximo jerarca de la Iglesia Católica se refirió a este tema, pero siempre ha sido congruente con lo que dice. En sus expresiones, hay un respeto absoluto a las preferencias sexuales de las personas, a veces, ha expresado que no ve con malos ojos dichas uniones.
En lo que sí, hay que reconocérselo, ha sido inflexible es en la adopción de menores de edad por parte de parejas homosexuales.
Todo esto viene a colación por el carácter retrógrada de la jerarquía católica de nuestro país. Frente a los vientos frescos que vienen del Vaticano, aquí, pareciera que estamos todavía en plena Edad Media, en el oscurantismo.
Los prelados se rasgan las vestiduras hablando en contra de la homosexualidad, en contra de las uniones matrimoniales entre personas del mismo sexo y de todo lo que se le parezca.
Llama la atención que hacen caso omiso de lo que sucede tras los muros de los monasterios, de las capillas, de los templos, de los seminarios, donde los abusos contra menores son cosa de todos los días, donde las uniones homosexuales son comunes y nadie dice nada.
Nuestros diputados mexiquenses le hicieron el juego al alto clero católico y, al parecer, dejarán nuevamente en la “congeladora” la iniciativa al artículo cuarto constitucional, que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Solo faltó que levantaran un poco la voz para que les entrara miedo a los legisladores. No, si parece que están jugando, pero bueno, la historia se los habrá de cobrar en su justa dimensión.
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Mucho trabajaron y mucho se tardaron, sí, como no, pero los diputados locales desaparecieron ayer por fin a la Procuraduría General de Justicia del Estado de México. Todo fue tan rápido que no hay elementos para suponer que la nueva Fiscalía General cambie radicalmente y acabe con todos los vicios y corruptelas que la institución ha venido arrastrando por años.
Habrá que esperar y ver los resultados, pero el simple cambio de nombre no termina de facto con la mala imagen de la institución. No se ha hablado aún de nuevos programas, de nuevo organigrama, de cambios de fondo. Eso, supongo, debió ser primero; hay que darles el beneficio de la duda.