Noviembre 19, 2024
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Silencios estereofónicos

IMPULSO/ Félix Morriña

¡The Cranberries se queda sin su principal figura, Dolores O’Riordan ha muerto!

Mientras escribo esta entrega, la tristeza me invade y la magia está ahí en mi departamento, pero no logro atraparla. No he dejado de sangrar por la nariz desde temprana hora y mi sofá cama tiene la forma de un ataúd ahora. El intenso frío cala los huesos y no deja moverme. Entumido estoy, como mis pensamientos. Veo la pálida sombra pasar frente mío y pienso que ha llegado la hora. A lo lejos, escucho la voz de Dolores O´Riordan cantar por última vez ‘Zombie’. ¡Así me siento, un deprimido zombie extraterrestre!

Desde el fin de semana, tengo esa extraña sensación de abandono, de extrema soledad. Volteo para todos lados buscando una respuesta y sólo obtengo vacío, silencio y oscuridad. No hay nadie a mi lado, no hay quien me tienda una mano. No hay abrazos, besos, ni consuelo. Hacía mucho tiempo que no me sentía así. La sensación de muerte ronda mi entorno, mi espacio. Presiento que ha terminado todo para mí. ¿Por qué tu muerte me sorprendió sobremanera querida Dolores O’Riordan? ¡Quizá porque siento que el muerto soy yo!

Me afectó mucho tu repentina muerte, sabía que algo malo estaba por pasar, pero no a ese grado. Alguien de mi generación ha muerto, alguien que tiene prácticamente mi edad se nos adelantó. Sí, estoy deprimido, solo, sin hambre, sin ganas de nada. Hago descomunal esfuerzo por sentarme a redactar estas líneas. Tengo bloqueo creativo y eso me provoca vómito, desgano y la sensación de pesadez. ¡Odio sentirme así! ¡Odio enojarme con los míos porque les reclamo presencia y siento que sólo me dan ausencia!

No encuentro palabras para ti querida Dolores O’Riordan. Cierro los ojos y me concentro en tus conciertos en México. Veo imágenes en mi cabeza de cómo te desempeñabas sobre los escenarios del Auditorio Nacional y Palacio de los Deportes. Esa diminuta figura tuya, tus delicadas formas cantando con fuerza descomunal. Tu peculiar manera de dirigirte al público, de tocar la guitarra eléctrica o acústica y piensa uno que esa angelical mujer ya no está más en esta tierra. ¡Me sorprendo, me da miedo, inseguridad porque aún me falta mucho por hacer y ya tengo a la muerte encima!

Salgo a buscar algo de comer y todo me sabe a plástico. Regreso a casa porque estoy asqueado. Tomo agua y la desecho de inmediato. Sangro de nuevo, primero un poro, luego el otro y en dos ocasiones ambos. Me recuesto y siento que me atraganto. Dos vueltas inútilmente en el sofá cama. De bote pronto me empiezo a acalambrar brazos y piernas. Enfurezco y pongo tu versión de ‘Ave María’ de Schubert, esa que hiciste con Luciano Pavarotti para el concierto “Pavarotti & Friends: Together For The Children Of Bosnia” (1995), pero a la mitad la quito porque no me calma. Pongo tus primeros discos que grabaste con The Cramberries y las cosas mejoran Dolores. Me gustó mucho escuchar de nuevo “Everybody Else Is Doing It, So Why Can’t We?” (1992), “No Need To Argue” (1994), “To The Faithful Departed” (1996) y “Bury The Hatchet” (1999).

Gracias a escuchar esa voz tan especial tuya, me hizo sentir mejor, pero no logro sacar de mi atormentada cabeza la idea de haber hecho cosas sin que mi raciocinio y sentimientos hayan sido violentados. Cuando estoy deprimido Dolores, me voy a los extremos y siento que todo y todos están contra mía, que no les importo, que todo es una mentira y que no me valoran. Me pongo violento, me siento despreciado y no me gusto así. ¡Sé que le hablo y escribo a una muerta, pero debía decir lo que siento a “alguien”!

Trato a toda costa evitar destapar la botella, no quiero nada, no deseo sentirme un bebedor empedernido irlandés, Dolores. Tarareo tus canciones ‘Animal Instintic’, ‘Dreams’, ‘Ode To My Family’, ‘Linger’, ‘Salvation’ y ‘Just My Imagination’ y te pienso tirada en la cama del hotel London Hilton On Park Lane de la capital inglesa donde te encontraron sin vida, el lunes 15 de enero del presente año, a los 46 años. Estabas en Londres grabando una versión especial de tu rola ‘Zombie’ con la banda metalera gringa Bad Wolves. Nadie ha dicho la causa de tu extraña muerte.

Se acabó una vida marcada por una infancia terrible en su natal Irlanda católica; se fue un ser que sufrió abusos sexuales cuando infanta; se nos adelantó una mujer con problemas siquiátricos, pero con un talento muy especial. Recuerdo la vez que te disculpaste junto con los demás integrantes de The Cranberries en el Hotel Four Sessions de la CDMX en la década de los años 90, por haber llegado tres horas y media tarde a la cita con la prensa. Estabas muy molesta porque no habían llegado al aeropuerto mexicano tus maletas personales y los instrumentos de la banda. Al día siguiente hicieron un gran concierto.

De nuevo sangro sin motivo, la cabeza no me estalla como en la mañana, pero no logro la magia. Cierro de nuevo los ojos y rezo. Dedico a mis seres amados mi dolido corazón y a ti señor encomiendo mi espíritu. No quiero sentirme solo, abandonado, muerto. Hago esfuerzo descomunal para no quedar varado una vez más. Siento que el tiempo se me acaba, que ya no habrá más posibilidad para mí. ¿Dolores O’Riordan ya es tiempo de vernos allá donde estás? ¿Me dará tiempo de despedirme? ¿Cuál canción cantaremos esta vez? ¡Dios, que se haga tu voluntad y que me perdonen todo el daño que haya hecho!

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La sensación de muerte ronda mi entorno, mi espacio, presiento que ha terminado todo para mí. ¿Por qué tu muerte me sorprendió sobremanera, querida Dolores O’Riordan?, ¡quizá porque siento que el muerto soy yo!”,

Félix Morriña,

Columnista.

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