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SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS

IMPULSO/ Félix Morriña

“Tocata, fuga y apañón”, tres décadas en el inconsciente musical del mexicano universitario
Cuando salió al mercado discográfico independiente, el disco “Tocata, fuga y apañón” (Discos Pentagrama-Ozono, 1987) de Armando Rosas y La Camerata Rupestre, este #ServibaryAmigo #DandyperoPunk #ElCinicoMayor cursaba la preparatoria en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Azcapotzalco de la UNAM. En aquella época te distinguías del resto si andabas hurgando en el “underground”, en la escena independiente, en lo raro, en lo ajeno a la chafa escena comercial mexicana. Sin duda, saber de la existencia del cantante, compositor y guitarrista Armando Rosas y pregonar su talento, era parte del perfil del melómano sofisticado.
De entre toda la música grabada y difundida en el México de finales de la década de los años 80 del siglo pasado, los que vendía Discos Pentagrama en foros culturales, entre ellos, la librería Gandhi de Coyoacán (¡recuerdo ahí compré el primer disco de La Camerata Rupestre!), resultaban ser los materiales didáctico pedagógicos idóneos, ideales para la comunidad universitaria clasemediera, que aportaba cultura y arte a la sociedad; que hacía la diferencia, porque esa música representaba a cabalidad, el sentir emocional colectivo del momento histórico de los jóvenes, esencialmente de universidad pública.
A los nenes, no tan fácilmente les entraba esta música, estas letras, porque su condición social les permite estar más conectados con lo sajón, debido a que tienen más oportunidad de viajar e interactuar con otras culturas. Este tipo de propuestas les parecen de bajo perfil, con deficiencias y les es ajeno su contenido, pero hay quienes de ese mundo se han ido sumando, poco a poco, al gusto por lo rupestre y su evolución en manos de Armando Rosas.
La Camerata Rupestre original estaba integrada por Armando Rosas (guitarra y voz), Javier Guillén (violín), Jorge Amador (cello), Ignacio Alfonso (flauta, armónica y voz), Francisco Natera (bajo y coros) y Antonio Morales (batería), con quienes grabó el disco “Tocata, fuga y apañón”, más otros músicos invitados. Cuando los vi en vivo, me di cuenta que había vena poética, excelente música proveniente de varios ritmos como el vals peruano, afroantillano, blues y balada, pero sobretodo preparación, respeto por la partitura y buen gusto y presencia sobre el escenario.
Estábamos convencidos que La Camerata Rupestre trascendería con Armando Rosas a la cabeza por muchos años, pero como todo lo bueno, acabó pronto, y luego los perdí en el universo sonoro prometedor de otras latitudes. Al paso de los años, volví a encontrarme con la obra de Armando Rosas y sus recitales seguían siendo memorables. Había crecido, evolucionado como hombre, músicos, compositor y cantante. Eso hizo que la llama se renovara y tomara otro aire entre mi generación y las que nos antecedieron. Luego, todo vuelve a ser surrealista y la gente, la mayoría que creció con la obra del susodicho, pidió en redes sociales que Armando Rosas reorganizara todo de nuevo, que reestructurara La Camerata Rupestre y tocaran completo el primer disco, el parteaguas de una generación nacida del Movimiento Rupestre y que se mantiene discreta, pero efectiva en la actualidad: “Tocata, fuga y apañón”.
La nueva Camerata Rupestre está compuesta por Armando Rosas (voz, guitarra y composición de letras y música), Paty Piñón (percusiones), Carlos Torres (violín), Francisco Natera (bajo y coros), Javier Platas Jaramillo (violonchelo), Tony (batería) y Jorge García Ledesma (armónica). La producción del concierto que se llevará a cabo el jueves 22 de agosto en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris (Donceles 36, Centro Histórico), a partir de las 19:00, estará a cargo de Claudia L. Mateos; la dirección escénica de Itzel Rosas; la dirección musical de Jonathan Villafuerte, con los diseños de Mariela Vega y la asistencia en la producción de Ricardo Villanueva.
Por lo visto, Armando Rosas está muy interesado en tirar la casa por la ventana, en dignificar su obra, en honrar a todos los rupestres, pero sobretodo trascender, dejar huella. En papel y lo que he visto de ensayos en grabaciones, más mi experiencia de conocer desde hace muchos años al exquisito Armando Rosas, me dicen que será una velada memorable, un punto y aparte. Volveremos a escuchar con más arreglos y tratados los 11 temas que componen el disco: ‘Murió soñando’, ‘La distancia tiempo’, ‘Herraje’, ‘La antítesis del amor’, ‘Canciomanía N. 1’, ‘Cisne’, ‘El blues de la vecina’, ‘Tocata, fuga y apañón’, ‘El papalote’, ‘Quizás’ y ‘Es puro ardor’.
Como podrán darse cuenta, “Tocata, fuga y apañón”, ha estado poco más de tres décadas en el inconsciente musical del mexicano universitario. Poco a poco se ha ido introduciendo en otras esferas sociales, pero las historias narradas por Armando Rosas quedaron impregnadas en la memoria de todos los que vivimos poesía musicalizada y que sin duda, trataremos que se quede en el inconsciente colectivo promoviendo su calidad con talento a las nuevas generaciones.
¡Querido Armando Rosas, nos vemos en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris!