Cuando la felicidad viene acompañada del blues de Real de Catorce
Félix Morriña
Madre, sostente de pie. Sé que tus rodillas no dan más y que es probable que no puedas caminar de nuevo conmigo, como antaño, cuando íbamos al mercado sobreruedas, al tianguis de sábados, domingos y lunes para ver a mis tíos en su gigantesco puesto de frutas y verduras en nuestro salvaje barrio de Ciudad “Pavor” (Ciudad Labor-Benito Juárez-Buenavista), pero puedo contarte cómo es ahora la vida en las peligrosas e inseguras calles de la “Megalópolis defeña”, en “Me-excito Distrito federal”, en la sofisticada “Tesmogtitlán” y en la sorprendente zona conurbada.
Verás que no es la panacea y que es mejor estés tranquila en casa por ahora. Podrás moverte a tu tiempo y espacio. Te gustará, como antaño, la forma en que te cuento las cosas. Puedo leerte mientras te recuperas madre mía. No todo está perdido. Aún estamos vivos, aún podemos decirle al mundo lo que sentimos, lo que pensamos, lo que gozamos y sufrimos. Tienes el resto de los sentidos ávidos de historias por (re) descubrir.
¿Sabes? Volví a mi amada urbe el pasado fin de semana, mi primer viaje a mi origen en lo que va del año (creo que no iba desde que regresé del Festival Internacional Cervantino en octubre). Ya ves que por el cambio de departamento y falta de pasta no pasé las navidades y fin de año con ustedes. Esta vez caminé por las calles que me vieron nacer, esa zona en la que tú me diste vida hace casi medio siglo madre. Recorrí el Centro “Histérico”, la Buenos Aires, Narvarte, la Roma sur y La Obrera con incansable vehemencia. Me faltaron muchos espacios, bares y fondas. Me consintieron mis amigos y camaradas David Calvano y José Antonio Monterrosas, me festejaron como no lo hacían hace mucho tiempo (y sin mayor motivo que el de convivir), ya me había malacostumbrado a la mala vida madre y eso no está nada bien. ¡Sabes que me gusta la buena “percha”! ¡Fui feliz de nuevo! ¡Mis amores Nina y Nava lo saben!
Carnes al por mayor, cerveza, porro, café y pastel de chocolate fue el menú de viernes a domingo. Pernocté en casa de Calvano, que a la vez es la casa de Víctor Ezkide. Volví a dormir en la casa de la progenitora del artista plástico Ezkide después de dos décadas. La vibra fue tan sana que casi dormí el sueño de los justos. Las casquivanas gatas de Calvano cuidaron de mí, como yo las apapaché por igual. ¡Ya sabes cómo me las gasto con las “gatas” madre!
Cuando iba rumbo a casa, tras ver al terapeuta Juanito en La Merced, me avisaron que serías operada de la rodilla derecha por falta de cartílago y que mejor estuviera al pendiente de tu ingreso en el Hospital de Traumatología de Lomas Verdes, justo donde terminé cuando voltee mi “Pequeño Bastardo”, el Mustang negro de mi primera juventud y que era mío y de Jorge Valdés Rueda. ¡Seguro lo recuerdas porque eran mis noveles años salvajes y te molestabas tanto que sólo te quedaba dejarme libre aprender!
Ya voy para allá Margarita. No te deshojes. Ya voy. En este momento recuerdo al mexicano grupo de rock blues jazz, Real de Catorce, ese que de tanto ponerlo en la tornamesas, y luego, en el reproductor de discos compactos te gustó mucho que ahora mismo te canto ‘Sostente de pie’ del disco “Voces interiores” (1992), una canción ad hoc para el momento que vives. Sé que me dirás no te pongas triste, pero el blues es así y el grupo me significa, me representa la saudade extrema, mi enojo interior por las injusticias sociales, la falta de oportunidades socioeconómicas y también el (des) amor.
Nadie mejor que tú sabe lo que es para mí, para nosotros, Real de Catorce. Es pura poesía musical. Hasta mis hermanas ya cantaban ‘Mujer sucia’, ‘Pago mi renta con un poco de blues’, ‘Azul’, ‘Al rojo de la tarde’, ‘El blues del atajo’, ‘Extraño en la multitud’, ‘No soy el hombre de tu vida’, ‘Como flama de quinqué’, ‘Beso de ginebra’, entre tantas otras, a todo pulmón mientras hacían los quehaceres de nuestro hogar. ¡Ya sabes Margarita como paso de la felicidad a la tristeza en un tris! ¡Por eso soy Félix (Feliz) Morriña (Tristeza, nostalgia extrema)!
Me cuesta trabajo cantarte ‘Sostente de pie’, hasta parece una ironía con altas dosis de humor negro madre, pero eso soy, lo sabes. Dejaré que la cante mi querido amigo José Cruz Camargo, quien tiene esclerosis múltiple madre, mi amigo y cantautor también está sumergido en una silla de ruedas, pero siempre que le leo me reconforta porque es un hombre cabal, tanatólogo de sí, terapeuta interno y un valiente poeta que no se rinde nunca. Eso debemos aprender de él también madre, no sólo de sus magníficas canciones.
Ya voy para allá Margarita, no te deshojes por favor. Corro hacia ti. ¡Voy a tus brazos! ¡Dios te bendiga madre!
“Cuando llueve y llueve sin parar/ Sobre tu valor y tus hombros/ Y te enfangas las botas/ Y piensas que vas en el último tren./ Cuando ves que el invierno llegó/ Y el amor no regresa hace tiempo/ Cuando el hambre y la sed te detienen/ Y te bajan la fe y el honor./ Cuando caes por séptima vez/ Cuando el viento golpea de frente/ Y al final te abandonan las fuerzas/ Y gritas y aprietas los dientes…/ Sosténte de pie/ La vida es la bronca, las nubes se van/ Da vuelta a la hoja./ Sosténte de pie/ Ofrece un cigarro y da tu dolor/ Al hombre de al lado…/ Sosténte de pie/ La Vida es la bronca, las nubes se van/ Da vuelta a la hoja./ Sosténte de pie/ Enciende tu luz, abrígate bien/ Al fuego de un blues/ Al fuego de un blues”.
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