IMPULSO/ Félix Morriña
Viaje cósmico ancestral de Philip Glass con “El espíritu de la tierra, preludio a la Sinfonía Tolteca” con música wixárika
Mis abuelas materna y paterna siempre me enseñaron preguntarle al ser querido, al ser amado, cómo se encontraba su corazón con respecto a su entidad. Lo hice muchos años, luego abandoné esa sana costumbre porque el prójimo no está preparado para contestar semejante pregunta y prefiere esconderse con bromas de mal gusto u omitir la respuesta porque no está preparado para conocerse.
Tras mi rehabilitación como politoxicómano empedernido en el altiplano mexiquense a través de la medicina del temazcal, volví a recuperar esa tradición, esa sana costumbre de preguntar sólo a los míos, a los que están alrededor mío y saben de la medicina ancestral. Por eso, durante el primer recital de dos en la CDMX del “Padre del minimalismo”, Philip Glass, con dos grandes representantes de la música wixárika, entiéndase huichola, me introduje de nuevo en ese bello viaje ancestral sin necesidad del híkuri, del cacto sagrado que permite otras visiones internas. El primer recital fue el sábado dos de diciembre y el segundo este martes cinco, mientras escribo mi columna.
Fueron más de dos horas de misterio, magia, de sacar a mi nahual para que inspeccionara el terreno wixárika y me guiara para resguardarme de los posibles peligros o de mi propio ser maquiavélico. Me convertí en el nigromante de mi propio viaje con la vida y la muerte, así como en el cronopio de la sinrazón. Fueron cuatro episodios de media hora cada uno en el que los dos sabios huicholes cantaron lo que los reinados, los dioses de la madre naturaleza del centro norte del país, nos dictan para sobrevivir ante semejante oportunidad. “El venado sabio”, “El cacto sagrado”, “Estamos en el viento” y “¿Es verdad lo que están haciendo? (¿O sólo simulan hacerlo?)”, bastaron para que nadie volviera de ese viaje a ser el mismo.
Por eso, amore mío, te pregunto: “¿Cómo está tu corazón?”, “¡con incertidumbre!”, dijiste. “Ese órgano siempre está así, el mío está igual, pero esa noche sanó y está mejor. Con el corazón no hay nada seguro, es incontrolable el muchacho. Si no tuviera incertidumbre, no escribiría, no sería parte del mundo artístico. Si no fuera ente atormentado, no existiría. Cuando termino de escribir sano y vuelvo al riel, me convierto en un ser especial que se mezcla entre la multitud”, te contesté con “Silencios estereofónicos”.
Esa noche del primer sábado del último mes del año, lo reafirmé una vez más, los huicholes se lo dijeron a mi alma. Fue un recital muy terapéutico, me dijeron en el viaje que cuidara de ti, que eras como mi Teresa Salgueiro (ex cantante del grupo de saudade portugués Madredeus), un pajarito muy sensible, pero con esencia dura, tan dura como el más sofisticado de los dictadores del orbe. Todo el tiempo pensé en ti. El recital de Philip Glass, “El espíritu de la tierra, preludio a la Sinfonía Tolteca” con Daniel Medina de la Rosa (raweri, violín wixárika y voz) y Erasmo Medina Medina (kanari, guitarra wixárika), fue un viaje astral de la mano contigo. Supe ahí que tu lado oscuro es muy beligerante, que a veces tienes tanto miedo que te haría provocar tanto dolor en los otros, en los que tienes en la mira. Y cuando estás beligerante, no por miedo, sino por actitud-aptitud dictatorial, la cosa se pone peor.
Eres muy especial, mi amor, los huicholes me lo confirmaron. Me dijeron muchas cosas más. Lo importante es que entiendas a mi corazón y de ahí partas para hacer cualquier cosa juntos. Amo con todo lo que eso significa. Los dioses de la tierra wixárika me hablaron al oído y me dijeron escuetamente que soy ese suspiro entre la vida y la muerte, soy ese estertor que se te manifiesta todo el tiempo.
Amo con todas las fuerzas del cosmos que puedan soportar mi ímpetu. Sé que a veces lloras, y ese llanto deviene del alma que da certeza de lo que debo hacer en esta tierra y a tu lado. Durante el recital de más de dos horas, con un intermedio de 15 minutos en el Auditorio Divino Narciso de la Universidad del Claustro de Sor Juana, estuve hipnótico, somnoliento, sabio, triste, sanando, llorando, limpiando. La parte indígena de mi mestizaje, el legado de mis abuelas sabias, curanderas, me recordaron mi camino. Me recordaron abandonar la idea del suicidio constante, me quitaron rencores y pusieron mis armas, mis herramientas, en su lugar.
Hago la danza del guerrero, levanto la mirada al cielo y pongo mi mano en mi corazón, como en el tuyo amore mío, como en el de mi hija. Rezo palabras no hispanas, no imposiciones religiosas de mi lado español de mi mestizaje y criollez. Hablo el idioma de mis antiguos abuelos y me indican que ambos podemos sanar uno al otro si pasamos ese umbral terrenal, olvidando las falsedades de lo mundano.
Debo retomar el camino de la sanación ancestral para ayudarme, para ayudarte, para ayudarnos. Recuerdo al híkuri en mi cuerpo, a la medicina sagrada, a la pacha mama, al manto sagrado de la luna llena de los primeros días del último mes del año, con sus constelaciones llegando al cénit. Mi parte sagrada está compartida vida mía. “Tengan todos brillantes sagrados días humanidad, que el sol albergue el sagrado calor de lo ancestral en su corazón. Que la sabiduría acompañe sus pasos y que el amor sea consigo”, rezo antes de iniciar el día, con la sombra de la noche y el maravilloso manto lunar. ¿Cómo está su corazón? ¿Qué les dijo la luna de los primeros días del último mes del año?
Abrazo a tu inquieto corazón, le beso el alma, la frente y sus flamígeros labios para que profesen palabras de amor a mi persona, a mi ser y al resto de la humanidad verdadera. Gracias por ese viaje ancestral maestro Philip Glass, gracias por tu piano, tu música y tu amor hacia nosotros. Gracias amables mensajeros del espíritu huichol, gracias por compartirnos la savia de la madre naturaleza. ¡Amo de corazón, palabra y pensamiento!
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