Noviembre 24, 2024
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Silencios estereofónicos

IMPULSO/Félix Morriña
¡Un recorrido en espiral por el Universo, un rezo a la Pacha Mama y la vuelta 47 al Sol!

Redacto esta entrega justo en el día en el que nací hace 47 vueltas al Sol. Esta vez son tres canciones que canté a todo pulmón los tres días previos a mi “Renacimiento”, fue una cada día en horarios diversos. La primera, “Soy un corazón tendido al sol”, me la dedicaron el viernes pasado en la fiesta realizada en Café Casa Aldama, justo cuando se requería interpretarla como sólo lo sabe hacer el genial Víctor Manuel San José Sánchez, el esposo de la bella cantante Ana Belén. Esa noche fue única genial, una reunión de amigos, gente amada, querida y mis dos cómplices del documental “Silencios Estereofónicos”, que narra todo lo que tiene que ver con mi proceso creativo y periodístico: Inocente Sánchez Guadarrama y Juan Carlos Quintero.
Todavía recuerdo cuando se la cantaba a mi madre algunas mañanas de tremenda resaca, en los momentos en los que quería quitarle los enojos provocados por los escándalos a los que sometía a la familia y vecinos durante las interminables fiestas de cumpleaños. Es una canción que resume mi vida periodística y queda ad hoc ahora en mi vida emocional, sentimental.
“Aunque soy un pobre diablo/ casi siempre digo la verdad/ como fuego abrazador/ siempre quise ser el que no soy/ no transcurre el tiempo junto a ti/ no existe el reloj/ no tiene sentido entre tú y yo./ Aunque soy un pobre diablo/ se despierta el día y echo andar/ invencible de moral/ qué difícil es buscar la paz/ convivir venciendo a los demás/ nuestra sociedad/ es un gran proyecto para el mal./ Dejo sangre en el papel/ y todo lo que escribo al día siguiente rompería/ sino fuera porque creo en ti/ A pesar de todo tú me haces vivir/ me haces escribir dejando el rastro de mi alma/ y cada verso es un girón de piel./ Soy un corazón tendido al sol./ Aunque soy un pobre diablo/ sé dos o tres cosas nada más/ sé con quién no debo andar/ también se guardar fidelidad/ sé quiénes son amigos de verdad/ sé bien dónde están/ nunca piden nada y siempre dan./ Dejo sangre en el papel…”. (https://www.youtube.com/watch?v=HV_mA-v51wQ).
La segunda canción es una bella composición del querido maestro argentino León Gieco, cuya interpretación de Víctor Manuel y Ana Belén es bonísima, pero yo quiero escucharla con la “Negra” Mercedes Sosa, esa fenecida cantante argentina, madre del folclore sudamericano, quien con Gieco la tocaran en Luna Park, Buenos Aires, en 1984, misma que les comparto con mucho gusto.
Cuando la escuché por vez primera era un pibe en transición a la adolescencia, no entendía del todo el contenido, pero sabía que sería un himno para mí años más tarde, y ese tiempo llegó cuando fui a parar a la cárcel por defender la autonomía de la Máxima Casa de Estudios del país, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1987, cuando era rector Jorge Carpizo McGregor. Siendo aún rebelde universitario, la acuñé a mi vida como un estandarte de fe contra la indiferencia y la injusticia. Ahora es una bella canción con la que doy un beso a la madre Tierra, a la Pacha Mama, esa que me vio nacer hace 47 años.
“Sólo le pido a Dios/ que la guerra no me sea indiferente/ es un monstruo grande y pisa fuerte/ toda la podremos ver si abre a la gente/ Sólo le pido a Dios/ que el dolor no me sea indiferente/ que la receta muerte no me encuentre/ vacía y sola sin haber hecho lo suficiente/ que la receta muerte no me encuentre/ vacía y sola sin haber hecho lo suficiente./ Sólo le pido a Dios/ que lo injusto no me sea indiferente/ que no me abofetee la otra mejilla/ después de que una garra me arañó esta suerte/ Sólo le pido a Dios/ que el engaño no me sea indiferente/ si un traidor puede más que unos cuantos/ que esos cuantos no olviden fácilmente/ traidor, puede más que unos cuantos/ que esos cuantos no olviden fácilmente./ Sólo le pido a Dios/ que el futuro no me sea indiferente/ desahusiado está el que tiene que marcharse/ a vivir una cultura diferente/ Sólo le pido a Dios/ que la guerra no me sea indiferente/ es un monstruo grande y pisa fuerte/ robara toda la inocencia de la gente”. (https://www.youtube.com/watch?v=Gvyl_zdji2k).
La última canción que decidí abordar en estos momentos álgidos del mediodía de mi “Renacimiento” (20 de noviembre al mediodía con todo y capicúas 12:12), es una pieza de Joaquín Sabina, “A la orilla de la chimenea”, por ser una de las canciones que me permiten solicitarle al ser amado me acompañe de la mano a dar la vuelta por el Universo, para ver qué nos depara el destino en tierra, porque desde ese punto, donde no existe tiempo y espacio, se puede pensar en el todo, en el futuro inmediato en la Pacha Mama.
Es de esas canciones que declaran guerra a la incertidumbre, porque es claro lo que uno busca en este paso por esta Tierra, y para buscar paz, tranquilidad, estabilidad, equilibrio, hay que dejar en el camino sangre, sudor y lágrimas. Una vez recorrido este largo y sinuoso camino (The Beatles, dixit), podremos echarnos a disfrutar de la chimenea. ¡Luego entonces, vayamos juntos!
“Puedo ponerme cursi y decir/ que tus labios me saben igual,/ que los labios que beso en mis sueños/ puedo ponerme triste y decir/ que me basta con ser tu enemigo/ tu todo, tu esclavo, tu fiebre, tu dueño/ y si quieres también/ puedo ser tu estación y tu tren/ tu mal y tu bien, tu pan y tu vino/ tu pecado, tu Dios, tu asesino/ o tal vez esa sombra/ que se tumba a tu lado en la alfombra/ a la orilla de la chimenea a esperar/ que suba la marea./ Puedo ponerme humilde y decir/ que no soy el mejor, que me falta valor/ para atarte a mi cama/ puedo ponerme digno y decir/ toma mi dirección cuando te hartes de amores baratos./ De un rato me llamas/ y si quieres también/ puedo ser tu trapecio y tu red/ tu adiós y tu ven, tu manta y tu frío/ tu resaca, tu lunes, tu hastío/ O tal vez ese viento/ que te arranca del aburrimiento/ y te deja abrazada a una duda/ en mitad de la calle y desnuda/ y si quieres también/ puedo ser tu abogado y tu juez/ tu miedo y tu fe, tu noche y tu día/ tu rencor, tu por qué, tu agonía/ o tal vez esa sombra/ que se tumba a tu lado en la alfombra/ a la orilla de la chimenea/ a esperar que suba la marea/ o tal vez ese viento que te arranca del aburrimiento/ y te deja abrazada a una duda en mitad de la calle y desnuda/ o tal vez esa sombra/ que se tumba a tu lado en la alfombra/ a la orilla de la chimenea/ a esperar…”. (https://www.youtube.com/watch?v=ab2Y7YHtqz4).
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