IMPULSO/Félix Morriña
Tres momentos con sentimientos encontrados, tres historias sustentadas en el seno familiar
“¿Con cuál canción crees que te recordarán Morriña?, ¿con cuál canción crees que te recuerda tu primogénita?, ¿con cuál canción quieres ser recordado?”. Cuando me preguntaron de botepronto estos tres cuestionamientos, tuve una crisis emocional que no supe resolver. Lo único que sé es que no tengo precisas las respuestas correctas para dichos planteamientos. No creo definirme por una sola canción, desconozco si mi hija lo tiene claro a sus casi 12 años y no sé si me recordarán mis lectores a través de una pieza musical. ¡La verdad es que no lo sé!
Deteniéndome a pensar sobre algunas canciones nodales en mi vida, y que desde hace años las comparto en las redes sociales con motivo de mi “renacimiento” (cumpleaños), debo confesar que hay canciones que muchos de mis lectores negarían, o no se imaginarían están en mi memoria porque tal vez nunca las presumí, nunca las canté en público, nunca les di el lugar que merecen.
Son de esas canciones que uno esconde u oculta por temor, por asumirlas como pecados porque no están concebidas en tu entorno sociocultural, porque pensaste que te avergonzarían, sin embargo, están en nuestro ADN. Incluso hay canciones que son parte de nuestra existencia que no las saca a relucir porque son parte de una historia dolorosa. Quien no las tenga, está mintiendo. ¡Hoy, toca abordar el tema a este “servibar y amigo”!
Desde hace tiempo, traigo esa rara sensación de querer escribir lo que sentí cuando escuché “Me olvidé de vivir” de Julio Iglesias al lado de mi madre una tarde de otoño del segundo lustro de la década de los años 70. No cumplía aún la década de vida y desconcertado veía correr lágrimas de dolor de mi progenitora. No sabía por qué lloraba con tanto ahínco, con tanto dolor, con tanta amargura, con tantas penas juntas. Media hora antes, estábamos riéndonos tras la comida y luego vino el silencio y el llanto, lloraba quedito, lento, luego subió el tono hasta que despotricó contra mi padre.
Cuando volví a escuchar la canción en las rocolas de las cantinas del centro de Metepec (La Escondida y La Quebrada), la entendí mucho mejor y comprendí por qué mi madre estalló en llanto aquella tarde. Ahora canto esa canción, no con ese sentimiento que ella le puso hace casi cuatro décadas, pero sí con mucha nostalgia. Mi madre aún vive y siento pena y tristeza extrema por ella cuando sé que le hubiera gustado tener otro tipo de vida. ¡A mí también me hubiera gustado tener otro tipo de vida!, ¡quiero una vida doble sin fondo porque ésta me la estoy acabando!
“De tanto correr por la vida sin freno/ Me olvidé que la vida se vive un momento/ De tanto querer ser en todo el primero/ Me olvidé de vivir los detalles pequeños./ De tanto jugar con los sentimientos/ Viviendo de aplausos envueltos en sueños/ De tanto gritar mis canciones al viento/ Ya no soy como ayer, ya no sé lo que siento./ Me olvidé de vivir./ Me olvidé de vivir./ Me olvidé de vivir./ Me olvidé de vivir./ De tanto cantarle al amor y la vida/ Me quedé sin amor una noche de un día/ De tanto jugar con quien yo más quería/ Perdí sin querer lo mejor que tenía./ De tanto ocultar la verdad con mentiras/ Me engañé sin saber que era yo quien perdía/ De tanto esperar, yo que nunca ofrecía/ Hoy, me toca llorar, yo que siempre reía./ Me olvidé de vivir…”. (https://www.youtube.com/watch?v=RXto4t_IuG8).
Esta semana previa a mi “renacimiento 47”, he estado escuchando a Nelson Ned, en especial, “¿Quién eres tú?”, una pieza memorable que me ha acompañado discretamente en mis pasajes amorosos. No representa de manera directa a alguien, pero sí a todas en suma. Cada verso, cada frase, cada palabra invoca a la mujer en su conjunto. Hay momentos en las que está hecha como anillo al dedo para mi Chrissie Hynde del altiplano mexiquense, o para mi “París-Londres”, o incluso a mi propia madre. De hecho, fue con ella cuando la escuché por primera vez en un disco de 45 RPM (Revoluciones Por Minuto) en la consola café de mi papá en su casa de Ciudad Labor. ¡Fue un despertar al misterioso mundo del amor!
“Quién eres tú/ que de repente apareciste en mi vida/ haciendo revivir la ilusión perdida/ Que hace tiempo adormeció dentro de mi/ ¿Quién eres tú?/ ¿Serás un ángel bueno o serás mi pecado?/ Para saber si estoy cierto o equivocado/ Tan sólo el tiempo es quien me lo podrá decir/ ¿Quién eres tú?/ ¿Quién eres tú que inexplicablemente yo te amo/ ¿Quién eres tú que por tu nombre tanto llamo?/ Porque de ti sólo tu nombre yo conozco/ ¿Quién eres tú?/ Y cuál secreto tienes tú tan escondido/ De algún milagro tú debes haber venido/ O alguna bendición que Dios me regaló./ ¿Quién eres tú?/ ¿Quién eres tú que inexplicablemente yo te amo?/ ¿Quién eres tú?…”. (https://www.youtube.com/watch?v=bAiqo-6I41k).
Una vez, en una de las tantas fiestas organizadas para festejarle a este “servibar y amigo” su “renacimiento” en la casa de los progenitores en los años 90, un grupo de fieles y hermosas seguidoras querían cantarme algunas melodías de Camilo Sesto. Me dejaron sorprendido cuando escogieron “¿Quieres ser mi amante?”. Por supuesto, me sentí el más agrandado del mundo, sentí que me elevaba y no había mayor rezo que ése para mí. ¡Desde entonces, la escucho y canto con gran felicidad!
“Decir te quiero, decir amor, no significa nada/ Las palabras sinceras las que tienen valor son/ las que salen del alma/ Y en mi alma nacen, sólo palabras blancas/ Preguntas sin respuestas llenas de/ Esperanzas./ Un amor como el mío no se puede ahogar/ Como una piedra en un río/ Un amor como el mío no se puede acabar/ Ni estando lejos te olvido,/ Y no se puede quemar porque está hecho/ De fuego, ni perder ni ganar/ Porque este amor no es un juego./ (Coro) Sueños que son amor…/ Son sueños que son dolor./ Yo necesito saber si quieres ser mi amante…/ Es bonito reír, amar y vivir todo por alguien/ Y si es preciso sufrir, llorar o morir todo por alguien./ Yo necesito saber si quieres ser mi amante./ Yo necesito saber si quieres ser mi amante…/ Vivir o morir, vivir o morir…/ Pero contigo…”. (https://www.youtube.com/watch…).
Antes de terminar, ¿alguien de ustedes sigue usando el teléfono fijo para comunicarse?, ayer lo hice por largo rato y me sentí fuera de órbita, pero me sirvió para resolver algunos dilemas propios de alguien que se acerca cada vez más a la media centuria de existencia. Fue grato volver a vivir esa experiencia. Mi estado de conciencia actual me hace reflexionar sobre esos pequeños detalles. ¡Gracias!, ¡los amo!
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“Son de esas canciones que uno esconde u oculta por temor, por asumirlas como pecados porque no están concebidas en tu entorno sociocultural, porque pensaste que te avergonzarían, sin embargo, están en nuestro ADN”, Félix Morriña, Columnista.