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IMPULSO/ Salvador García Soto
Mikel, ¿de emergente a votación histórica?

El 25 de noviembre, dos días antes de hacerse pública su nominación como candidato presidencial, José Antonio Meade llamó por teléfono a su pupilo y amigo Mikel Arriola: “Ya se hizo Mikel. El Presidente ya me dijo, soy el candidato. Vente a la casa”. Y hasta Chimalistac llegó el entonces Director del IMSS, quien se formó al lado del futuro candidato presidencial del PRI. “Quiero que coordines mi campaña”, le dijo Pepe Toño a Mikel en cumplimiento a un compromiso hecho entre ambos años antes: que si Meade era candidato a la Presidencia, Arriola sería su coordinador.
Aquel sábado, al salir de casa de los Meade con la coordinación de campaña en la bolsa y la instrucción de renunciar al IMSS, Mikel ignoraba que Luis Videgaray ya había operado y convencido a Peña Nieto de que el coordinador de Meade fuera Aurelio Nuño y que, horas después, el 28 de noviembre por la noche, el Canciller iría a la SEP a comunicarle a Nuño que iría a la campaña. Era la primera de varias imposiciones al candidato “ciudadano” que lo llevarían a caer en las encuestas. Aunque no pudo hacerlo coordinador, Meade no olvidó a Mikel, y cuando Peña no encontraba candidato del PRI para la CDMX, porque varios que invitó no aceptaban la “rifa del tigre”, en una ciudad donde el priismo es testimonial desde 1997, el nombre del Director del IMSS se escuchó en Los Pinos.
La tarde del 27 de noviembre, cuando ya José Narro había dicho que no iba, cuando Enrique de la Madrid decía “gracias pero no” y Aurelio amarraba la coordinación de campaña, José Antonio le soltó al Presidente el nombre de Arriola. “Qué gran idea”, dijo Peña; esa tarde, Meade llamó a su pupilo con el cambio de planes: “Quiero que me acompañes como candidato en la ciudad”. Y el pelotari, con más lealtad que experiencia política o de campaña, no dudó: “Voy a la ciudad”.
Ni Meade ni el propio Mikel pensaron que, siete meses después, a punto de concluir las campañas a nivel nacional y local, la de Arriola se convertiría en una de las pocas candidaturas exitosas para el PRI, quizás junto a Yucatán —e incluso por encima de la misma campaña presidencial de su maestro— porque, de la nada, se posicionó en la urbe donde el priismo perdió el control hace 20 años.
De hecho, en su primer encuentro con los priistas capitalinos, en diciembre de 2017, Eruviel Ávila le pintó a Mikel un panorama negro y sugirió: “el voto duro es de 6%, lo controla el cuestionado Cuauhtémoc Gutiérrez y no hay que atacar al PRD-Gobierno porque eso fortalece a Morena”. Pero Mikel desoyó recomendaciones y comenzó a planear su estrategia y a pensar en una campaña diferente. “Si somos testimoniales, no pasaremos del 10%”, dijo. Los de enfrente, Barrales, del PRD, y Claudia, de Morena, se burlaban de la candidatura de Arriola “porque no conoce la ciudad” y lo daban por muerto con el argumento de que “nadie quiere al PRI en la CDMX”.
Como sea, termine en tercero o segundo lugar, la campaña de Mikel ya puede considerarse la mejor del PRI y una de las mejores en la historia electoral de la CDMX. Sus cálculos estiman que, a la fecha, tendría alrededor de un millón 300 mil votos, más que Beatriz Paredes en dos contiendas, y se estima que la elección se la lleva quien obtenga un millón 800 mil sufragios. Sus estrategas arman que Mikel le quitará a Sheinbaum y a López Obrador casi un millón de votos, mismos que aportaría al PRI y a Meade.
AMLO necesita tres millones de votos en la CDMX para asegurar la Presidencia, Claudia le ofreció 3.5 millones, pero hoy tendría alrededor de un millón 800 mil. Hoy, el pelotari llama al voto útil y ayer, en su cierre de campaña en el Palacio de los Deportes junto con Meade, reiteró que puede sorprender en esta contienda. En su equipo hablan de “alianzas de facto de último minuto”. Mikel no tiene nada que perder y al menos una votación histórica para el PRI en la CDMX ya la ganó. ¿Para qué le alcanzará?, lo veremos el primero de julio.

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