IMPULSO/ Agencia SUN
Estados Unidos
La peor matanza de la historia de Texas podría haberse producido por una “situación doméstica” entre el autor de la masacre, Devin Kelley, y su familia política. Las autoridades encargadas del caso informaron que el sospechoso del tiroteo “expresó ira contra su suegra”, quien asistía a la Primera Iglesia Bautista de Shuterland Springs, y la “amenazó a través de mensajes de texto”.
Eso explicaría la decisión de asaltar el pequeño santuario: medios locales reportan que entre los muertos está la abuela de su esposa.
“No hubo motivo racial, tampoco sobre creencias religiosas”, se apresuró a explicar Freeman Martin, el director regional de Seguridad Pública del estado de Texas. Para el presidente Donald Trump este caso tiene que ver con “enfermedades mentales” y no con la posesión de armas en el país. Desde Japón, donde está de gira, dijo que todo fue obra de un “demente”, y que en ningún caso se trataba de una “situación de armas”.
“Es muy temprano para hablar de eso”, sentenció. Incluso, fue un paso más allá y celebró que hubiera “alguien armado en la otra dirección”. Un día después de los hechos la información sobre las víctimas se fue aclarando. La cifra de fallecidos se mantiene en 26, en un rango de edad de entre los 18 meses y los 77 años. Empezaron a aparecer historias personales sobrecogedoras, como la muerte de ocho integrantes de tres generaciones de la familia de Bryan Holcombe, el pastor suplente de la congregación. Entre ellos cuatro niños y una mujer embarazada. Entre los heridos, una decena continúa en estado crítico, y varios en condición “muy seria”.
Cómo consiguió las armas. La duda en este caso, cómo fue que Kelley consiguió armas tras ser despedido de la Fuerza Aérea por “mala conducta” por haber sido encarcelado durante un año por violencia contra su esposa e hijo, fue aclarada.
La Fuerza Aérea omitió informar al FBI de la condena por violencia conyugal de Kelley, lo que podría haberle impedido adquirir armas. “Las informaciones preliminares muestran que el delito de violencia doméstica de Kelley no fue inscrito en el registro del Centro Nacional de Información Criminal (NCIC)”, indicó Ann Stefanek, una portavoz de la Fuerza Aérea estadounidense, quien precisó que se inició una investigación para comprobar si otras condenas pudieron eludir el sistema de inscripción en el registro de criminales.
Sobre la muerte de Kelley, todo apunta a que decidió suicidarse. Herido por los disparos de dos vecinos de la comunidad que lo enfrentaron, intentó escapar en su auto, lo que inició una persecución a más de 150 km por hora, de acuerdo con testigos. En algún momento llamó a su padre para anunciarle que “no sobreviviría”.
Uno de los “dos buenos samaritanos” —en palabras de Martin— que salió a enfrentar a Kelley fue Johnnie Langendorff, quien relató incansable a todos los medios de comunicación que él y otra persona, Stephen Willeford, decidieron “ir tras él [Kelley]”.
“Actúa ahora, pregunta después”, fue lo que se dijo, mientras perseguían a Kelley por la carretera en su intento de fuga, todo el rato en comunicación con las fuerzas policiales, hasta que el coche de Kelley chocó en una cuneta.
Las piezas sobre el perfil de Kelley van encajando poco a poco. Además del pasado tumultuoso con la justicia, incluidos los citados malos tratos a su primera esposa e hijos hace un lustro, o denuncias de principios de este año por maltrato animal. Algunas informaciones apuntaron que estaba “obsesionado” con la disputa familiar —de la que se desconoce el tema— y tenía interés en masacres y tiroteos. El vicepresidente Mike Pence anunció que viajará este miércoles a la zona para expresar sus condolencias.