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El salario mínimo, un generador de pobreza

IMPULSO/ Agencia SUN
Ciudad de México
Pasar hambre aun cuando se trabaja es una de las constantes que viven aquellos que ganan uno de los salarios mínimos más bajos del mundo: El mexicano. Así lo diagnosticó Hugo Beteta, director general de la sede subregional de la de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), hace unos meses, al participar en un evento dedicado a discutir el tema, organizado por Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, una asociación que agrupa a 60 organizaciones civiles que buscan reducir la pobreza y desigualdad.
No es difícil entender por qué. Un salario mínimo no alcanza ni para comprar lo necesario para alimentarse a sí mismo, mucho menos a una familia. Día con día se viola la Constitución al existir un salario mínimo que no es suficiente para satisfacer las “necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural”, tal como el artículo 123 dicta que debe ser.

En contraste, el minisalario coloca a quien lo gana en una situación de pobreza y precariedad, ya que el monto establecido por la Comisión Nacional de Salarios Mínimos —encargada de establecer las bases y elementos para que la fijación de salarios mínimos eleven el nivel de vida de los mexicanos, según su misión— está por debajo de la línea de bienestar calculada por la Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), con la cual determina los umbrales de pobreza, señala una publicación de esta institución: “Esto significa que quienes ganan entre uno y dos salarios mínimos viven en situación de pobreza por ingresos; dicho salario es insuficiente para adquirir alimentos y los servicios más básicos”. Y es que,

¿quién puede satisfacer ya no sus necesidades, sino las de su familia, con 80.04 pesos diarios?

 

México tiene de los mínimos más bajos en América Latina, pero lo realmente grave es que es el único en el que este monto es una fracción de la línea de pobreza, según señala Beteta, en este documento. Lo que se paga en Costa Rica y Panamá supera cuatro veces lo que se paga en México.

Según cálculos de esta misma asociación, en las ciudades, para que una familia de dos integrantes que ingresan dos salarios mínimos pueda superar la pobreza, el salario mínimo tendría que aumentar 146%. Hoy, 24.5 millones, lo que representa 47% de la población ocupada durante el cuarto trimestre del año pasado, de acuerdo con cifras del Inegi, gana entre uno y dos salarios mínimos.
La situación mexicana es estremecedora. Mientras hay mexicanos a los que no les alcanza ni para comer con su salario, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación rechazan reducir su salario como medida de austeridad con el argumento de que es “inconstitucional”. Cada ministro gana 520 mil al mes.

Para abonar a la paradoja: Basilio González, el presidente de la Comisión Nacional del Salario Mínimo, recibe de forma bruta poco más 173 mil pesos, lo que representa mucho más de 2 mil salarios mínimos.

El por qué

Pero, ¿por qué el salario mínimo es tan bajo? La respuesta podría sonar muy compleja y depende de diferentes variables, pero de inicio, puede simplificarse: Porque es un acuerdo entre la iniciativa privada, los sectores sindicales y el gobierno mexicano.
“Pareciera una explicación sencilla, porque es una decisión que toma la cúpula empresarial y el gobierno. Ellos dicen que si se sube generaría inflación, pero entonces, ¿el aumento a las gasolinas no genera inflación? No tiene sentido esa explicación”, asegura Abraham Vergara, especialista en finanzas e investigador de tiempo completo en la Universidad Iberoamericana.
Para entenderlo hay que mirar hacia atrás. En la década de los 80, se realizaron una serie de acuerdos y pactos firmados por el sector obrero, campesino, el empresarial y el gobierno mexicano, en los que se estableció un criterio de recomendaciones por parte de la Conasami (las cuales surgían previamente de recomendaciones hechas a ésta por parte tanto de las organizaciones sindicales como de la iniciativa privada) y en las cuales se establecía un cierto “tope”. Todo con el objetivo de controlar la inflación y resolver el deterioro del salario.

“Desde entonces no opera para nada la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, la cual debe establecer el salario. Desde entonces hemos vivido una política de retraer una y otra vez el salario bajo el argumento de que son años difíciles”, explica Alfonso Bouzas, investigador en el área de economía del trabajo y la tecnología de la UNAM.
La Conasami alega en documentos recién transparentados que el escaso crecimiento del país, así como el que el salario mínimo haya servido de referente para fijar los precios de algunos créditos, son razones por las que este monto no ha podido subir lo necesario.

Más agravantes

Dentro de esta estrategia, se encuentra la premisa de atraer inversión, materia en la que México se ha posicionado, en una gran parte a cambio de estos salarios bajos.
Las empresas vienen a invertir al país porque nuestro gobierno les ofrece ciertas condiciones para hacerlo, entre las que se encuentran bajo pago a la mano de obra, coinciden especialistas.
“Es una política que beneficia a los monopolios, que ha generado muy grandes capitales en pocas manos y mucha pobreza en poca población. Abrir las fronteras al capital extranjero, exentarlo del pago de impuestos, darle todas las facilidades, y prácticamente comprometer el desarrollo del país en manos de los grandes monopolios son temas que forman parte de esta política”, explica Bouzas.
En esto coincide Ángel Méndez, especialista de la Facultad de Negocios de La Salle, el cual asegura que “la estrategia para atraer la inversión es muy mala estrategia porque el que sale perdiendo es el trabajador”.
¿Está mal que nuestro país se haya abierto a la inversión extranjera y a las transnacionales? No necesariamente. México ha crecido con esta política de apertura, sin embargo, las empresas ganan y no necesariamente reparten estas ganancias a costa de no subir sus costos fijos, y en éstos entra el salario de los trabajadores, coinciden especialistas en materia laboral.

“Las empresas manejan un margen de utilidad, formado por lo que les cuesta producir sus productos, y dentro de sus costos están los salarios de los trabajadores, si ellos suben el valor de esta mano de obra, su margen va a disminuir, y esto no lo van a permitir, así que van a preferir establecer un tope con tal de proteger su margen de utilidad”, explica Méndez.

La situación no es tan sencilla y mucho menos hoy. Las empresas también se enfrentan a tener que comprar materia prima cara (más si la compran en dólares), la cual a su vez sube costos, así que el subir salarios también se complica.

Ahora bien, ¿Sube o no la inflación si se aumenta el salario mínimo? Éste es uno de los argumentos para no subirlo. Al aumentar salarios, habría más costo para las empresas, el cual, se buscaría trasladar al consumidor final para no sacrificar el margen de ganancia.
“Para evitar sacrificar el margen de utilidad aumentan el precio del producto, y al hacerlo, se produce la inflación”, explica Ángel Méndez.

Pero las cosas nunca son blancas o negras. La realidad es que los más poderosos dadores de empleo en el país son las pymes, las cuales se enfrentan a un panorama adverso, mucho más en esta época. En el entorno adverso está el aumento en el costo de los insumos, debido al aumento en el precio de los combustibles y del dólar. Así, muy probablemente su margen de ganancia haya disminuido de por sí, lo cual hace muy complicado el aumentar el salario.
Pero no hay que olvidar una realidad.

En nuestro país también existen grandes empresas generadoras de empleos que en muchas ocasiones pagan sueldos para algunos puestos de no más de 4 mil pesos y obtienen una gran parte de sus ganancias aquí. Según un ejercicio elaborado hace tiempo por EL UNIVERSAL con información pública de 10 multinacionales que operan en el país, éstas obtienen hasta 73% de sus utilidades en México.
El problema en sí es que además de que el salario mínimo es bajo, cada vez se pierde más el poder adquisitivo.
Es decir, que con lo mismo cada vez alcanza para comprar menos. Un trabajador hoy tiene que laborar más de 23 horas y 38 minutos para adquirir la canasta alimenticia recomendable, mientras que en diciembre de 1987 tenía que hacerlo sólo 4 horas y 53 minutos.

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