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Rosario Castellanos, feminismo a la mexicana

IMPULSO/ Redacción

Ciudad de México

La Secretaria de Cultura comparte un análisis sobre la vida y obra de una de las escritoras más importantes de México.

Aproximadamente tres años antes de que tras una ardua y larga lucha feminista se reconociera en 1953 en México el derecho de la mujer al voto, una joven y desafiante Rosario Castellanos obtenía su título de maestría con un trabajo intitulado Sobre cultura femenina (1950), un texto que tiene como detonante la cuestión ¿Existe una cultura femenina?

La interrogante busca reflexionar sobre qué lugar ocupan las aportaciones de la mujer en la cultura, así como pensar por qué las mujeres históricamente han tenido un lugar marginal en el ámbito cultural.

En este texto, que muestra a una Rosario Castellanos inquieta por combatir las conjeturas sobre la supuesta inferioridad de la mujer, debate ideas como la “miopía intelectual” de las mujeres y su destino al haber “sido creadas únicamente para la propagación de la especie”, argumentos ofrecidos por el filósofo Arthur Schopenhauer y que son analizados por Castellanos.

Asimismo, Castellanos muestra cómo para el filósofo Georg Simmel “la gran hazaña cultural de la mujer es el hogar”, pues la coloca como un eslabón en la transmisión de la cultura. Para Simmel el hombre es un ser activo y expansivo; mientras que la mujer se halla “por naturaleza” concentrada en sí misma y en su propia intimidad.

“Muchos autores han querido hacer de la mujer una especie de poder tras el trono o de diablo tras la cruz, y de la cultura una especie de enfermedad que, como la hemofilia, las mujeres no padecen, pero trasmiten”, señala Castellanos sobre estos argumentos, los cuales, según la propia literata, indican que las mujeres cultas o creadoras de cultura no son más que un espejismo, una alucinación o una pesadilla morbosa.

En su texto contextualiza lo que representa el mundo de la cultura para una mujer y sus intentos de ingresar en él, y dice: “Si planeo un trabajo que para mí es el colmo de la ambición y lo someto a juicio de un hombre, éste lo califica como una actividad sin importancia. Desde su punto de vista yo (y conmigo todas las mujeres) soy inferior”.

Además agrega: “El tema a discutir es que mi inferioridad me cierra una puerta y otra y otra que ellos holgadamente atraviesan para desembocar en un mundo luminoso, sereno, altísimo, que yo ni siquiera sospecho y del cual lo único que sé es que es indudablemente mejor que el que yo habito, tenebroso, con su atmosfera casi irrespirable por su densidad, con su suelo en el que se avanza reptando en contacto y al alcance de las más groseras y repugnantes realidades”.

Ante este aparente sistema cerrado, en el que las mujeres están imposibilitadas de ser partícipes del proceso cultural, Castellanos se interesa en la figura de la mujer contrabandista, de aquella que logró burlar los muros masculinos erigidos en torno a la cultura, mujeres como Virginia Woolf, Safo, Santa Teresa y Gabriela Mistral, mujeres que “violaron la ley” y que para Castellanos son el punto de discusión: ¿Cómo lo lograron? y ¿Cuáles fueron los motivos que impulsaron su creación cultural?