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Estados Unidos
Tener que enterrar a un hijo es, dicen, lo peor que le puede pasar a una madre. Pero el dolor de hacerlo a los 106 años se antoja inimaginable.
Esa es la experiencia por la que pasó la mañana de este viernes Roberta McCain, durante la ceremonia fúnebre en que la clase política de Estados Unidos despidió en Washington a su hijo, John McCain, el senador republicano, ex candidato presidencial y prisionero de guerra que llegaría a ser una de las figuras más emblemáticas de la política estadounidense.
John McCain murió el sábado 25 de agosto a los 81 años. Un tumor cerebral cancerígeno logró lo que no pudieron hacer ni las balas ni las granadas que enfrentó durante la Guerra de Vietnam (1955-1975).
Esta mañana John McCain se convirtió apenas en el personaje número 31 en recibir honores luctuosos en la rotonda de los hombres ilustres que se encuentra en el Capitolio, sede del Congreso estadounidense.
Y ahí, entre los dignatarios que llegaron a despedirlo, en primera fila frente al ataúd cubierto con la bandera estadounidense, sentada en una silla de ruedas, se encontraba Roberta, la madre del héroe de guerra.
Roberta McCain nació el 7 de febrero de 1912 en el pequeño pueblo de Muskogee, en Oklahoma.
La intensidad con la que viviría su vía quedó manifiesta desde sus primeros años.
En 1933, con apenas 21 años de edad, Roberta y su novio, John Sidney McCain, decidieron ir sin permiso de sus padres a México y se casaron en la ciudad fronteriza de Tijuana.
El matrimonio duró hasta 1981, año en el que murió su esposo.
De acuerdo con varios recuentos de prensa, Roberta, impulsada por un inasible padre dedicado a la industria petrolera, se convirtió desde joven en una viajera entusiasta, gracias también a la complicidad de su hermana gemela Rowena, compañera inseparable de andanzas.
En sus memorias, que llevan como título “La fe de mis padres”, el recién fallecido John McCain definió a su madre como un “salón de clases itinerante”, en el que él y sus hermanos aprendieron del mundo gracias a las anécdotas que ella fue acumulando en cada aventura.
“Mi madre creció para ser una extrovertida e irreprimible mujer”, escribió McCain.
Antes de enfrentar el dolor de ver a su hijo en un ataúd, Roberta tuvo que sobreponerse a la agonía de saberlo herido de gravedad en combate y preso en manos del enemigo.
John McCain, graduado de la academia Naval en 1958, fue enviado al frente de combate en Vietnam y, durante una misión en Hanoi, en octubre de 1967, fue alcanzado por fuego enemigo. McCain fue torturado por sus captores y mantuvo estatus de prisionero de guerra hasta 1973.
Durante todos esos años Roberta, tuvo que sobreponerse al inmenso dolor de saber a su hijo en medio del infierno de la guerra.
Hoy, la madre del héroe enfrenta otra vez el dolor, pero esta vez su hijo ya no volverá a casa.
Joe Biden, el ex presidente demócrata que fuera mancuerna de Barack Obama durante los ocho años de su gobierno, perdió en 2015 a su primer hijo, Joseph R. Biden, cuando su primogénito tenía 46 años.
Un tumor cerebral cancerígeno, como el que le quitó la vida a John McCain, fue el responsable.
En un gesto de profunda solidaridad, durante la ceremonia fúnebre de esta mañana en el Capitolio, el ex presidente Biden se acercó a Roberta y le compartió al oído una metáfora del dolor que seguramente la envolvía: “Sé lo difícil que es enterrar a un hijo, Señora McCain. Es como si un agujero negro se abriera en tu pecho y te tragara”.
A los 106 años, enfrentar algo así, no debe ser poca cosa.