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Reynosa, el remanso que cobija migrantes

IMPULSO/Agencia SUN

Tamaulipas

Héctor Silva es de Oaxaca; Lovely Extama y Robens Sain Hilien son haitianos y José Ramón Pozos es de Honduras. Los cuatro tienen algo en común, aunque sus metas son diferentes: huyeron de sus países y comunidades en busca de una mejor vida, pero, a diferencia de los extranjeros que están de paso en Reynosa, porque quieren llegar a Estados Unidos, el mexicano llegó a esta ciudad, para apoyar a los migrantes.

Héctor dejó Oaxaca a los ocho años. “Éramos muy pobres, no había ni para comer. Mi abuelo decía que la única forma de sobresalir era dejar Oaxaca y buscar otra vida, por eso me fui a Acapulco, era muy pequeño para trabajar y pasaba más hambre que en mi casa, no era una buena vida para un niño”, cuenta.

A los 14 años, personal del Sistema DIF lo llevó a un albergue y su vida comenzó a cambiar.

“Ahí tenía comida, techo, escuela y me trataban bien, pero lo que más me gustaba era cuando llegaba Paloma Cordero de De la Madrid, la esposa del expresidente Miguel de la Madrid. Nos llevaba ropa, comida y juguetes, pero lo que más me llamó la atención fueron sus escoltas, vestidos con trajes elegantes y portando armas”. Fue cuando decidió ser guardia.

“Un día que llegó la señora Paloma, le dije que quería ser su escolta y que me gustaban las pistolas. Sonrió y me dijo que estaba muy pequeño, pero que si quería me podía meter al Ejército. Me mandó una carta para que la llevara al Colegio Militar en Ciudad de México y me prepararon. Con el paso del tiempo llegué a ser soldado, pero yo quería ser escolta y tuve la oportunidad de cuidar a algunos generales”, recuerda.

Todo cambió cuando en un recorrido aéreo por Chiapas, el helicóptero en el que viajaba fue derribado y murieron dos de sus compañeros. “Me asusté y me salí del Ejército, me fui a Estados Unidos como indocumentado, pagué para que me cruzaran hasta San Antonio donde conocí a un pastor religioso que me recibió en su casa, me enseñó a trabajar en la construcción y me enseñó la palabra de Dios, gracias a eso conocí a mi esposa. Vivía con comodidades, pero quería hacer más, sentía que tenía que ayudar a los migrantes”, dice.

Fue entonces cuando en 2000 propició su deportación y así llegó a Reynosa. “El llamado que Dios me hizo fue para ayudar a los migrantes, yo mejor que nadie sabía lo que era pasar hambre, dormir en la calle y estar enfermo, por eso, edifiqué la Casa Senda de Vida donde por medio de donaciones de iglesias americanas, logré construir dormitorios a un costado del río Bravo, luego una iglesia, un comedor y ahora un dispensario médico”, recuerda el hombre.

Aquí, diariamente recibe a entre 40 y 80 migrantes deportados de Estados Unidos, quienes pueden quedarse al menos tres días. “Recibimos a personas de El Salvador, Honduras, Nicaragua, Guatemala y muchos de diversos estados de la República. Les damos todos los servicios para que tengan una buena estancia y puedan seguir su camino”, dice.

El Hermano Héctor se dice agradecido, porque ha podido concretar su sueño de ayudar a quienes buscan una mejor calidad de vida.

Dos meses de camino

Lovely Extama y Robens Sain Hilien son un matrimonio de haitianos que perdieron a toda su familia en una inundación. “Nos quedamos solos”, cuenta Lovely, quien habla muy poco español y francés, puesto que su lengua materna es el créole.

El camino de esta pareja inició el 2 de octubre de 2017 cuando decidieron dejar su país para llegar a Estados Unidos. “De Haití nos fuimos a Chile, luego Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y de ahí a Tapachula, México”. Este recorrido les llevó dos meses caminando.

Destaca que al llegar a Tapachula pasaron siete días en el Instituto Nacional de Migración (INM) donde les otorgaron un permiso de 15 días para quedarse en territorio nacional y buscar cómo llegar a EU.

“No logramos llegar a Estados Unidos, ahora queremos conseguir un permiso para trabajar en México y ya no tenemos plata para pagar el hotel. Haití tiene problemas políticos, no hay trabajo, yo terminé la escuela, pero no puedo trabajar”, dice.

Lovely tiene una tía en Immokalee, Florida, Estados Unidos; sin embargo, no podrá verla puesto que decidieron quedarse en México.

Ricardo Calderón, titular del Instituto Tamaulipeco para el Migrante, informó que actualmente están llegando a esta frontera haitianos y cubanos, quienes están solicitando un permiso por 15 días para permanecer en suelo mexicano. “Ellos cuentan con sus pasaportes y eso hace más sencillo ayudarles a que busquen llegar a Estados Unidos, al vencerse este plazo, si no han conseguido ser recibidos por migración americana, tienen la opción de que los enviemos a su país, el INM y el gobierno del estado contribuyen con los gastos y mientras tanto son alojados en las casas para migrantes”.

En el caso de Lovely y Robens fueron recibidos en la Casa Senda de Vida donde, al pasar los 15 días, decidirán si regresan a Haití o buscan su estancia legal en México.

José Ramón Pozos es originario de Honduras, un país que, dice, podría brindarles todas las oportunidades para tener una mejor calidad de vida, sin embargo, la violencia y la pobreza se han adueñado de la vida de las familias quienes no tienen otra opción que emigrar.

“No tengo familia en Honduras, salí para buscar algo mejor porque en mi país no hay oportunidades. Allá tenemos mucho trabajo de oficios, herrería y mecánica, pero pagan muy poco. Tratamos de tener una vida económica mejor”, declara.

José Ramón ha pagado casi 5 mil dólares para poder llegar a Houston, Texas, donde se encuentran algunos de sus tíos, desafortunadamente, no ha logrado su cometido.

“Me regresaron dos veces ya, pasé por El Paso y por Tijuana, me atrapó migración y me deportaron a Honduras. Ahorita tengo dos años en Reynosa y estoy esperando tener dinero y pagar para llegar seguro a Houston, porque es la única manera ahorita de llegar”, dice.

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