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Revelan mutaciones en el negocio del secuestro global

IMPULSO/ Agencia SUN

Bruselas, Bélgica

Las bandas criminales dedicadas a la industria del secuestro están recurriendo a nuevas tácticas para expandir sus ingresos fraudulentos y reducir los riesgos de detención, independientemente del país o la región en la que operan.

La firma londinense Control Risks estima que uno de cada tres secuestros a nivel mundial tienen lugar en América, 37% para ser más precisos, seguido por el continente asiático con 29%. Otra zona fuertemente golpeada por esta industria criminal es África subsahariana, concentrando 26% de los incidentes, mientras que la llamada región MENA, que comprende a los países de África del Norte y Medio Oriente, contabiliza 7% de los casos; a Europa le correspondería 1% restante.

El perfil de los secuestradores varía dependiendo del espectro geográfico: en América, 97% de los crímenes son realizados por bandas delictivas; el resto son grupos que pudieran tener motivaciones guerrilleras. En cambio, en los MENA hay un marcado acento de la actividad de los grupos fundamentalistas islámicos, los que serían responsables de 19% de los actos. En Asia, 26% de los casos están asociados con grupos armados y de tinte separatista. Los ciudadanos locales representaron el grueso de las víctimas en 2018, con 93% de los incidentes en todo el mundo, aunque la privación de la liberad de extranjeros continúa representando el blanco con mayor potencial más lucrativo.

En su último análisis, elaborado por el especialista Sebastián Boe, Control Risks, una firma especializada en la evaluación de riesgos en ámbitos complejos, exhibe una evolución en las tácticas operativas de estos grupos: concretamente identifica una reducción del calendario, desde el momento del secuestro hasta el cautiverio, las negociaciones, la resolución, el pago y la liberación.

El tiempo de privación de la libertad de las víctimas ha ido a la baja: en promedio los raptos están durando alrededor de cinco días, muy por debajo de la media registrada en 2011, cuando eran 29 días, particularmente en Siria, Mali, Libia, Yemen, Colombia y las aguas de Somalia.

“Nuestros datos muestran que grupos criminales en zonas de secuestro como Nigeria y México están tratando de maximizar los pagos del rescate a través de una estrategia de arreglo rápido, gran volumen y pasando rápidamente de una víctima a otra”. Las organizaciones encargadas de gestionar este tipo de delito ya no cuentan con semanas o meses para desarrollar planes de contención en busca de la libertad de la víctima, apunta.

También hay cambios en la forma de pago del rescate. Si bien el pago en dinero en efectivo continúa siendo la norma en el modus operandi, el uso de divisas digitales comienza a permear lentamente el entorno de esta actividad delictiva.

El año pasado se identificó un incremento de la demanda de los pagos en criptomonedas, como Bitcoin y Moreno, en todo el mundo, desde India hasta Trinidad y Tobago.

“Anteriormente una táctica predilecta de los extorsionadores cibernéticos remotos, ahora los grupos de secuestradores menos sofisticados están haciendo demandas en criptomoneda”. Pone de ejemplo un caso registrado en febrero de 2018 en Chihuahua, en el que un grupo de bajo perfil delictivo emitió una demanda en criptomonedas para liberar a una víctima secuestrada.

Otra evolución inquietante tiene lugar en África, región que experimenta la proliferación de secuestros perpetrados por milicias y grupos islamistas, algunos de ellos son nuevas fracciones que emergieron de las filas de Al-Qaeda en el Magreb Islámico, Boko Haram en Nigeria o Al-Shabaab en Somalia.

También hay un crecimiento del secuestro como táctica de intimidación política, particularmente en Camerún, Sudán del Sur y la República de África Central. Las regiones anglófonas del noroeste y sudoeste de Camerún son algunas de las más golpeadas por esta práctica, registrando un incremento de 500% de los incidentes reportados el año pasado. Representantes de los gobiernos locales y la sociedad civil son los blancos principales.