IMPULSO/ Norma L. Vázquez Alanís (1I)
La grandeza de Quetzalcóatl
Durante el esplendor de Teotihuacán, la serpiente emplumada fue uno de los principales símbolos del poder real, pues aparecía apoyada en la estera, emblema del poder por excelencia en toda Mesoamérica, así como una deidad de la vegetación y la fertilidad.
Mientras en la tradición del golfo de México, Quetzalcóatl -en náhuatl serpiente emplumada- asumió otra apariencia, se le representó como Ehécatl, dios del viento, la potencia que barre los cuatro rumbos del cosmos para que corran los aires que provocan la llegada de la lluvia; su aparición ordenó el cosmos, el espacio terrestre y el tiempo, sus templos eran redondos y por ellos viajaban los diferentes vientos.
Relató Florescano que en Cholula sus seguidores edificaron un templo y la fiesta que lo conmemoraba atraía a muchos peregrinos de las regiones más apartadas de Mesoamérica; en esta ciudad la deidad agrícola se convirtió en dios de los comerciantes y se llamó Ehécatl o Ehécatl-Quetzalcóatl.
A su vez, en los códices y relatos mixtecos Quetzalcóatl aparece bajo la advocación de Ehécatl, el soplo vital que le infundió movimiento al cosmos, el cual brotó de un pedernal y una de sus primeras tareas fue separar el cielo y las aguas de la tierra; su advenimiento se asoció con el surgimiento de la tierra mixteca y de los primeros linajes en la región de Apoala, asimismo con el descubrimiento de las plantas útiles y la celebración de ceremonias dedicadas a reverenciar tanto a los dioses como a los astros.
Se trata de un héroe cultural de naturaleza divina, un dispensador de los bienes fundamentales y un ancestro tutelar del pueblo mixteco, comentó Florescano, quien es profesor de la Cátedra Simón Bolívar de la universidad de Cambridge, Inglaterra.
Ya en el periodo postclásico, en el norte de Mesoamérica se fundó un estado poderoso poblado por gente nómada y guerrera, así como por antiguos habitantes del altiplano central, este reino tuvo por capital a Tula o Tolán, expuso Florescano, y agregó que los relatos toltecas le atribuyeron a Quetzalcóatl la creación del legado cultural que fundó la vida civilizada, la invención de la agricultura, el calendario, la escritura, la astronomía, la astrología, la medicina y los oficios útiles, con este mito se legitimó el asentamiento de los guerreros norteños en las tierras de los antiguos agricultores, con lo cual transformó sus creaciones culturales en el legado tolteca. A partir de entonces, el personaje apareció rodeado por la figura de la serpiente emplumada.
De acuerdo con los relatos históricos, Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl fue el fundador y rey de Tula, su biografía legendaria señala que llevó el mismo nombre que el dios y el sacerdote e hizo grandes hazañas guerreras, gobernó Tula durante su máximo esplendor, pero luego perdió el trono y por último abandonó su reino huyendo con una parte de sus fieles hacia el oriente, región donde se convirtió en Venus, la estrella que anuncia el alba.
La literatura más extensa sobre Topiltzin Quetzalcóatl se refiere a su gobierno en Tula, metrópoli donde abundaban las riquezas y consumían los bienes de civilización. el gobernante de este reino fue abatido por los poderes malignos del dios Tezcatlipoca, quien lo engañó haciéndole tomar un brebaje que lo emborrachó, entonces perdió todos sus poderes y su dignidad, por eso huyó.
Precisó el doctor Florescano que algunos textos indican que, al llegar a un lugar de la costa del Golfo de México, Quetzalcóatl se incendió y más tarde renació convertido en estrella matutina o señor del alba; otros, añadió, cuentan que al salir de Tula inició una dilatada peregrinación por las regiones de Puebla, Oaxaca, Tabasco, Chiapas y Yucatán, para después internarse hacia el sur a las tierras de Guatemala, Honduras y otras regiones. En cada uno de esos lugares dejó una huella muy fuerte de su presencia.